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Cambio de guardia en la India

PCoE students at AICTE Regional Office in Mumbai. Source: Intelligentguy89/Wikimedia Commons

SINGAPUR – En agosto, Raghuram Rajan fue nombrado Gobernador del Banco de Reserva de la India. En un nivel, se trató de un anuncio de rutina que muchos habían previsto; después de todo, probablemente sea el economista indio más conocido de su generación. Sin embargo, en otro nivel su nombramiento se puede ver como un recambio generacional más amplio. Con apenas 50 años de edad, será el primer gobernador del BRI nacido después de que India se convirtiera en república en 1950.

En todos los ámbitos de la vida india, como la política, las artes, el deporte y el desarrollo social, se están produciendo cambios similares. Y gracias a ello, el país mejorará. Si bien es uno de los países más jóvenes del mundo, con una edad promedio de solo 26 años, hasta hace poco en la mayoría de los campos predominaban de manera incongruente personajes de edad ya avanzada, desde la política a las artes, e incluso los negocios y los deportes.

Pero hoy en todas las áreas brillan jóvenes que hacen su entrada aportando energía y nuevas ideas. En el ámbito político, en momentos que el país se prepara para las elecciones generales del año próximo, los principales contendores para reemplazar al Primer Ministro Manmohan Singh, de 81 años, son Narendra Modi (62) del Partido Bharatiya Janata y Rahul Gandhim, de apenas 43 años. Cualquiera de ellos sería el primero que asume el cargo sin haber nacido en el Raj británico.

Las artes fueron una de las primeras áreas en que se vio este cambio generacional. Por largo tiempo, la literatura india, especialmente en inglés, estuvo dominada por un pequeño grupo de escritores que apuntaban a un público específico y al logro de reconocimiento literario. Entonces, hace unos cuantos años, un grupo de jóvenes escritores (como Chetan Bhagat y Amish Tripathi, ambos ex banqueros) cambiaron las reglas del juego al escribir para un mercado masivo.

En lugar de escribir para críticos literarios, comenzaron a usar un lenguaje más sencillo, incluyendo expresiones indias. También escogieron nuevos temas: Tripathi recurrió a la mitología antigua para producir una trilogía sobre el dios Shiva, mientras Bhagat comenzó a escribir sobre las vidas de los jóvenes indios de clase media que aspiraban a ascender en la escala social.

Como era de prever, recibieron el ataque y el ridículo de puristas y críticos. Pero la gente ha comprado sus libros por millones y se han cerrado contratos para rodar películas sobre ellos. Como resultado, se ha ampliado enormemente este mercado y las editoriales se han visto obligadas a cambiar por entero sus estrategias de negocios.

Un fenómeno similar se ha producido en la industria de la música. Dominado antes por un número reducido de cantantes y directores musicales, ha sido transformada por los concursos de talentos televisivos, similares a American Idol, que exhiben a toda la nación su gran riqueza de talentos.

Estos programas han convertido a los participantes, algunos de los cuales proceden de pueblos remotos, en estrellas de la noche a la mañana, y muchos de ellos han firmado para proseguir lucrativas carreras. En parte gracias a este desfile de nuevos talentos, la industria musical india está pasando por un momento de extraordinaria innovación y expansión, haciendo empalidecer la producción de las industrias musicales estadounidense y europea, afectadas  por la falta de innovación en las últimas dos décadas.

El cambio generacional incluso ha llegado al deporte más popular de la India, el críquet. Debido a la adulación que recibían, muchas de sus estrellas seguían en el equipo nacional bastante tiempo después de llegar a las cimas de sus carreras. Pero pasados apenas dos años de ganar la Copa Mundial de 2011, varios miembros de ese equipo victorioso ya han sido reemplazados, decisión que hasta hace poco habría parecido impensable.

También el sector social de la India se ha visto transformado. Las políticas de desarrollo solían estar dominadas por activistas de carrera vinculados al pensamiento de la era socialista. Pero la llegada de nuevos rostros del mundo de los negocios, como Ashish Dhawan, Jayant Sinha y Ramesh y Swati Ramanathan, ha significado que por fin estos temas se comienzan a enfocar desde el punto de vista de solución de problemas de los emprendedores sociales en lugar de la óptica ideologizada del activismo.

Irónicamente, el mundo de los negocios es el que ha sido más lento en cambiar. El crecimiento del sector de la Tecnología de la Información en los años 90 pareció prometer que el cambio sería rápido y de gran alcance, pero las viejas familias empresariales siguen siendo predominantes.

Pero hay esperanza. Emprendedores como Manish Sabharwal de Teamlease, y Binny y Sachin Bansal de Flipkart, una tienda en línea, están cambiando de manera fundamental el modo de hacer negocios de la India. De manera similar, puede que el ámbito académico indio esté marchito, pero desde fuera de la corriente convencional han surgido nuevos intelectuales de estatura pública, como Pratap Bhanu Mehta.

Sí, es cierto que la economía india se ha desacelerado de manera importante, que la rupia se ha depreciado y que en los titulares predominan los escándalos y las protestas. Sin embargo, tras estas sombras una nueva generación está tomando el relevo, trayendo nuevas ideas y visiones para la India.

Traducido del inglés por David Meléndez Tormen

Copyright Project Syndicate


Sanjeev Sanyal es Estratega Global del Deutsche Bank.


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Muzzling the Dogs of War

Secretaries Kerry and Hagel Meet With Russian Ministers Lavrov and Shoygu. Photo: U.S. Department of State/Wikimedia Commons.

WASHINGTON, DC – Sitting in Paris as the United States’s first ambassador to France, Thomas Jefferson reflected on how the new US government could avoid the errors of European “despots” who kept their people subjugated through war and debt. Writing to James Madison, he observed that the US Constitution had at least checked “the Dog of war,” by transferring “the power of letting him loose from the Executive to the Legislative body, from those who are to spend to those who are to pay.”

At the same time, however, the Constitution designates the executive as the “Commander in Chief,” a power that American presidents have invoked to use military force without Congressional authorization on more than 200 occasions. President Barack Obama relied on that power when he told both Congress and the American people that he had the authority to order limited strikes on Syria without going to Congress.

By simultaneously claiming that authority and seeking Congressional authorization to use it, Obama enters a small class of leaders who actively seek to constrain their own power. That is because he sees his historical legacy as that of a president who ended wars and made them harder to start, instead reinvesting America’s resources in its own people. He opposed the Iraq war in 2003 and promised in 2008 that he would end the unlimited “war on terror,” which had become a potential blank check for US presidents to use force anywhere in the world.

But, beyond the system of political “checks and balances” created by the US Constitution, does it make sense for leaders to take decisions regarding the use of force to the people? It certainly makes the leaders’ lives harder. British Prime Minister David Cameron came up short when he turned to Parliament to authorize British participation in US strikes against Syria. French President François Hollande faced intense criticism from right-wing parties in the National Assembly for his agreement to participate in the strikes. And Turkish Prime Minister Recep Tayyip Erdoğan, who volunteered to participate in a military coalition, is facing strong domestic opposition to his Syria policy.

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Poner un bozal a los perros de la guerra

Secretaries Kerry and Hagel Meet With Russian Ministers Lavrov and Shoygu. Photo: U.S. Department of State/Wikimedia Commons.

WASHINGTON, D.C. – Cuando se encontraba en París como primer embajador de los Estados Unidos en Francia, Thomas Jefferson reflexionó sobre cómo podría el nuevo gobierno de los EE.UU. evitar los errores de los “déspotas” europeos, que mantenían a sus pueblos subyugados mediante la guerra y la deuda. En una carta a James Madison, observó que la Constitución de los EE.UU. había contenido al menos “el perro de la guerra”, al transferir “el poder de darle rienda suelta del Ejecutivo al Legislativo, de quienes han de gastar a quienes han de pagar”.

Sin embargo, la Constitución designa al mismo tiempo al Ejecutivo como “Comandante en Jefe”, poder que los presidentes americanos han invocado para utilizar la fuerza militar sin autorización del Congreso en más de 200 ocasiones. El Presidente Barack Obama contó con ese poder cuando dijo al Congreso y al pueblo americano que tenía la autoridad para ordenar ataques limitados contra Siria sin acudir al Congreso.

Al afirmar simultáneamente esa autoridad y también solicitar la autorización por el Congreso para utilizarla, Obama ingresa en una pequeña clase de dirigentes que procuran activamente limitar su propio poder. Se debe a que ve su legado histórico como el de un presidente que puso fin a guerras e hizo que resultara más difícil  iniciarlas y reinvertir, en cambio, los recursos de los Estados Unidos en su propio pueblo. En 2003 se opuso a la guerra del Iraq y en 2008 prometió que pondría fin a la “guerra del terror” ilimitada, que había llegado a ser un posible cheque en blanco para los presidentes de los EE.UU. a fin de utilizar la fuerza en cualquier parte del mundo.

Pero, aparte del sistema de “controles y contrapesos” creado por la Constitución de los EE.UU., ¿tiene sentido que los dirigentes consulten a los ciudadanos decisiones sobre el uso de la fuerza? No cabe duda de que hace más difícil la vida de los dirigentes. El Primer Ministro de Gran Bretaña, David Cameron, fracasó cuando recurrió al Parlamento para que autorizara la participación británica en los ataques de los EE.UU. contra Siria.  El Presidente de Francia, François Hollande, afrontó fuertes críticas de los partidos de derecha en la Asamblea Nacional por su asentimiento a participar en los ataques y el Primer Ministro de Turquía, Recep Tayyip Erdoğan, que se ofreció a participar en una coalición militar, afronta una fuerte oposición interna a su política sobre Siria.

Hay varios argumentos para no permitir a los representantes del pueblo intervenir en la difícil danza de la política exterior entre la fuerza y la diplomacia. Para empezar, existe la idea tradicional de que la política acaba al borde del agua, donde desagradables desacuerdos internos deben dar paso a la abstracción de un Estado con un interés nacional unificado.

Un argumento relacionado es el de que los procesos políticos internos pueden incapacitar a un gobierno en la gran partida de póquer o ajedrez que debe ser la política internacional. Como acaba de descubrir Obama, un Legislativo que claramente no quiere ir a la guerra debilita las bazas del Ejecutivo en las negociaciones internacionales.

La oportunidad es otro problema. Los procesos legislativos son lentos y con frecuencia tortuosos, mientras que la diplomacia internacional puede modificarse de la noche a la mañana, por cambios de coaliciones, oportunidades inesperadas y trampas ocultas.

Además, a la diplomacia le convienen tratos en la sombra, como el que el Secretario de Estado de los EE.UU. John Kerry, y el ministro de Asuntos Exteriores de Rusia, Sergei Lavrov, acaban de concertar sobre las armas químicas de Siria. En las negociaciones en las que hay mucho en juego, lo último que necesitan los participantes es un debate público sobre las cartas con las que cuenta cada uno de ellos. La amenaza de pasar de las conversaciones a los tanques debe ser creíble, cosa que no será, si un participante contrario puede sencillamente contar votos para ver si existe la necesaria mayoría legislativa.

Aun así, Jefferson estaba en lo cierto. Aunque recurrir al Legislativo puede resultar inconveniente, frustrante e incluso contraproducente, es lo apropiado, por tres razones. En primer lugar, el uso de la fuerza entraña costos en pérdida de vidas humanas, dinero y energía y atención de los dirigentes. Los ciudadanos pagan esos costos, por lo que sus representantes deben decidir si afrontarlos.

En segundo lugar, nunca es más importante para una democracia seguir sus procedimientos y aplicar los principios que en un conflicto armado que afecte a países no democráticos. El pueblo sirio, oprimido y víctima de la brutalidad de su gobierno, debe ver que el pueblo americano tiene una relación diferente con sus dirigentes.

Por último, un componente fundamental de la democracia es un conjunto de normas y procedimientos concebidos para obligar a los funcionarios públicos a justificar sus políticas con razones que se puedan aceptar o rechazar en el debate publico. Al pensar en la posibilidad de una intervención militar en el extranjero, los dirigentes deben explicar sus acciones revelando con claridad en qué sentido están en juego los intereses estratégicos y morales de su país: por ejemplo, cómo pueden enconarse y propagarse la agresión desatada y el sufrimiento atroz.

Los dirigentes preferirían hablar con el lenguaje de unos intereses fácilmente calculables. Hablar de preocupación y escrúpulos morales es entrar en un terreno incómodo e inestable. Como ha dicho el analista político turco Mustafa Akyol, para la mayor parte de la población turca “la preocupación por Siria no se plasma en la actitud de ‘ir a liberarla’ ”.  Sin embargo, los dirigentes que necesitan el apoyo de su pueblo para abordar problemas complejos e interdependientes de allende sus fronteras deben socializarlos en un mundo del siglo XXI en el que la preocupación que no vaya acompañada de la adopción de medidas nos pone en peligro a todos.

Estos argumentos no significan que los dirigentes no vayan a utilizar la fuerza de vez en cuando sin recurrir primero a su pueblo. Obama tiene autoridad constitucional para lanzar ataques militares limitados a fin de disuadir y deteriorar la capacidad del Presidente Bashar Al Asad para utilizar armas químicas. Todos los dirigentes pueden mandar sus fuerzas a combatir en casos de emergencia o autodefensa nacionales. Deben preservar su capacidad legal y operativa para actuar rápida y decisivamente cuando sea necesario.

Pero, dos siglos después de Jefferson, los Estados ya no son simples formas coloreadas en un mapa; cada vez más son territorios abiertos  y transparentes que consideramos moradas de millones de congéneres humanos. Así, pues, cada vez es más importante que los ciudadanos de un país participen en la decisión de atacar a los de otro.

Traducido del inglés por Carlos Manzano.

Copyright Project Syndicate

Anne-Marie Slaughter es presidenta y directora general de la Nueva Fundación de América y profesora de Política y Asuntos Internacionales en la Universidad de Princeton.


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Nation, Faith and War: The Birth of Freedom in France and the United States

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تكميم كلاب الحرب

Secretaries Kerry and Hagel Meet With Russian Ministers Lavrov and Shoygu. Photo: U.S. Department of State/Wikimedia Commons.

واشنطن العاصمة- لقد جلس أول سفير للولايات المتحدة الامريكية في فرنسا توماس جيفرسون في باريس يفكر في كيف يمكن للحكومة الامريكية ان تتجنب اخطاء الطغاة الاوروبيين والذين قهروا شعوبهم من خلال الحرب والديون حيث ذكر في رسالته لجيمس ماديسون ان الدستور الامريكي تمكن على الاقل من كبح جماح “كلب الحرب” عن طريق نقل ” سلطة اطلاق العنان له من السلطة التنفيذية الى السلطة التشريعية أي من اولئك الذين يصرفون الاموال لاولئك الذين يدفعونها.”

ولكن في الوقت نفسه فإن الدستور يعين المسؤول التنفيذي كقائد للقوات وهي سلطة استخدمها الرؤساء الامريكان من اجل استخدام القوة العسكرية بدون تفويض الكونجرس لأكثر من 200 مرة. لقد اعتمد الرئيس باراك اوباما على تلك السلطة عندما اخبر الكونجرس والشعب الامريكي ان لديه السلطة بتوجيه ضربات محدودة لسوريا بدون الرجوع للكونجرس.

ان قيام اوباما بالتأكيد على هذه السلطة والسعي للحصول على تفويض الكونجرس بشكل متزامن يعني ان اوباما هو واحد من مجموعة صغيرة من القادة والذين سعوا للحد من قوتهم الذاتية . ان السبب في ذلك هو ان اوباما يرى ان ارثه التاريخي يتمثل في كونه الرئيس الذي انهى حروب وجعل من البدء بحروب اخرى امرا اكثر صعوبة وقام عوضا عن ذلك باعادة استثمار موارد امريكا ضمن نطاق شعبها. لقد عارض اوباما الحرب على العراق سنة 2003 ووعد سنة 2008 انه سوف ينهي “الحرب على الارهاب ” غير المحددة بزمن والتي اصبحت بمثابة شيك مفتوح للرؤساء الامريكان من اجل استخدام القوة في اي مكان في العالم .

لكن لو نظرنا الى ما هو ابعد من نظام “الضوابط والتوازنات ” الذي انشأه الدستور الامريكي هل من المنطقي ان يقوم القادة بتحويل القرارات المتعلقة باستخدام القوة للشعب ؟ ان من المؤكد ان هذا يزيد من صعوبة عمل القادة . لقد انهزم رئيس الوزراء البريطاني ديفيد كاميرون باغلبية بسيطة عندما لجأ للبرلمان للموافقة على المشاركة البريطانية في الضربات الامريكية ضد سوريا وواجه الرئيس الفرنسي فرانسوا اولاند نقدا شديدا من الاحزاب اليمينية في الجمعية الوطنية لموافقته على المشاركة في الضربات وأما رئيس الوزراء التركي رجب طيب اردوجان والذي تطوع للمشاركة في التحالف العسكري فإنه يواجه معارضه محلية قوية لسياسته المتعلقة بسوريا.

ان هناك عدة حجج من اجل عدم السماح لممثلي الشعب بالتدخل في رقصة السياسة الخارجية المعقدة بين القوة والدبلوماسية وفي البدء هناك الفكرة التقليدية بإن السياسة تنتهي عند حافة المياه اي عندما يفترض ان تفسح الخلافات المحلية الفوضوية المجال لتجريد الدولة من المصلحة الوطنية المشتركة.

ان من الحجج ذات الصلة هي ان العملية السياسية المحلية يمكن ان تعيق عمل الحكومة في لعبة السياسة الدولية والتي تشبه لعبة البوكر او الشطرنج وكما اكتشف اوباما فإن المجلس التشريعي الذي من الواضح انه لا يريد ان يذهب للحرب يضعف من سلطة المسؤول التنفيذي في المفاوضات الدولية .

ان التوقيت يعتبر مشكلة اخرى فالعملية التشريعية عادة ما تكون بطيئة وشاقة بينما يمكن ان تتغير الدبلوماسية العالمية بين عشية وضحاها بسبب تغير التحالفات والفرص غير المتوقعة والفخاخ المخفية جيدا.

ان الدبلوماسية عادة ما تعتمد في نجاحاتها على الصفقات خلف الكواليس مثل تلك الصفقة التي عقدها وزير الخارجية الامريكي جون كيري ووزير الخارجية الروسي سيرجي لافروف مؤخرا فيما يتعلق باسلحة سوريا الكيماوية . ان اخر شيء يريده اللاعبون في المفاوضات المهمة والحساسة هو وجود جدل عام يتعلق باوراق اللعب التي بحوزة كل طرف من الاطراف. ان التهديد بالتحول من المحادثات الى الدبابات يجب ان يكون ذو مصداقية ولكن هذا لن يحصل لو ان اللاعب على الطرف الاخر يستطيع وبكل بساطة ان يحصي الاصوات لمعرفة ما اذا كانت الاغلبية التشريعية المطلوبة موجودة فعلا.

لكن مع كل هذا فإن جيفرسون كان محقا وبالرغم من ان اللجوء للبرلمان يمكن ان يكون غير مريح ومحبط وحتى انه يعطي نتائج عكسية ، الا انه يبقى العمل الصائب لثلاثة اسباب وهي أولا ان استخدام القوة هو مكلف بالنسبة لحياة البشر والاموال وطاقة القادة وتركيزهم والناس تدفع تلك التكاليف وعليه يجب على ممثليهم ان يقرروا ما اذا كان يتوجب عليهم تكبدها.

ثانيا ، ان اهمية اتباع الدول الديمقراطية لاجراءاتها ومبادءها تصبح اكثر الحاحا عندما يتعلق الامر بصراع مسلح يتضمن دول غير ديمقراطية فالشعب السوري الذي يتعرض للقمع الوحشي من حكومته يجب ان يدرك ان الشعب الامريكي لديه علاقة مختلفة مع قادته .

اخيرا ، ان من العناصر الرئيسة للديمقراطية هو مجموعة من الاحكام والاجراءات المصممة لمطالبة المسؤوليين الحكوميين بتبرير سياساتهم باسباب يمكن قبولها او تحديها في النقاشات العامة وعندما يفكر القادة في التدخل العسكري يجب عليهم توضيح افعالهم بطريقة تبين كيف ان المصالح الاستراتيجية والاخلاقية لبلدانهم على المحك – على سبيل المثال كيف يمكن للعدوان اللامحدود والمعاناه البشعة ان تزيد وتنتشر.

ان القادة يفضلون ان يتكلموا بلغة المصالح المحسوبة بسهولة . ان الكلام عن الاهتمام والتردد الاخلاقي هو كلام لا يبعث على الراحة وكما قال المحلل السياسي التركي مصطفى اكييول بالنيابة عن معظم الشعب التركي ” ان الاهتمام بسوريا لا يترجم الى ” دعونا نذهب ونحررها” لكن القادة الذين يحتاجون لدعم شعوبهم من اجل التعامل مع مشاكل معقدة ومترابطة خارج حدودهم يجب ان يقوموا بتعويد شعوبهم على عالم القرن الحادي والعشرين والذي يقتضي بإن الاهتمام بدون التصرف يعرضنا جميعا للاخطار .

ان هذه الحجج لا تعني ان القادة لن يستخدموا القوة من حين لاخر بدون اللجوء الى شعوبهم اولا فاوباما لديه السلطة الدستورية من اجل القيام بضربات عسكرية محدودة لردع الرئيس السوري بشار الاسد والحد من قدرته على استخدام الاسلحة الكيماوية وجميع القادة بامكانهم ان يأمروا قواتهم بالتوجه الى المعركة في حالة الطوارىء على المستوى الوطني او في حالة الدفاع عن النفس ويجب ان يحافظوا على قدرتهم القانونية والعملياتيه من اجل التصرف بسرعة وبحزم عند الضرورة.

لكن بعد قرنين من زمن جيفرسون لم تعد البلدان فقط اشكال ملونة على الخارطة ولقد اصحبت البلدان بشكل متزايد مناطق شفافة ومفتوحة والتي ننظر اليها على انها وطن لملايين من اخواننا من البشر وهكذا فإن من المهم اكثر من اي وقت مضى ان يقوم شعب بلد ما بالمشاركة في القرار بمهاجمة شعب دولة اخرى.

Copyright Project Syndicate

آن ماري سلاتر هي رئيسة ورئيسة تنفيذية لمؤسسة نيو امريكا وهي استاذة في السياسة والشؤون الدولية في جامعة برنستون .

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Museler les chiens de guerre

Secretaries Kerry and Hagel Meet With Russian Ministers Lavrov and Shoygu. Photo: U.S. Department of State/Wikimedia Commons.

WASHINGTON, D.C. – Alors qu’il était à Paris en tant que premier ambassadeur des Etats-Unis en France, Thomas Jefferson se demandait comment le premier gouvernement américain pourrait éviter les erreurs des « despotes » européens qui avaient assujetti leurs peuples par la guerre et les dettes. Dans une lettre adressée à James Madison, il observait que la Constitution américaine avait au moins prévu le contrôle du « chien de guerre » en transférant « le pouvoir de le lâcher de l’exécutif au législatif, de ceux qui doivent dépenser vers ceux qui doivent payer. »

Dans le même temps, cependant, la Constitution désigne l’exécutif « Commandant en Chef », un pouvoir que les présidents américains ont invoqué pour utiliser la force militaire sans autorisation du congrès en plus de deux cents occasions. Le président Barack Obama a usé de ce pouvoir lorsqu’il a déclaré au Congrès et au peuple américain qu’il avait l’autorité de procéder à des frappes limitées en Syrie sans devoir passer devant le Congrès.

En revendiquant cette autorité tout en recherchant l’approbation du Congrès, Obama fait son entrée dans le petit club des dirigeants qui cherchent activement à limiter leur propre pouvoir. Et c’est parce qu’il a considéré son héritage historique comme celui d’un président qui aura mis fin aux guerres et les aura rendues plus difficiles à déclencher, choisissant plutôt de réinvestir les ressources de l’Amérique dans son propre peuple. Il s’est opposé à la guerre en Irak en 2003 et a promis en 2008 qu’il mettrait fin à la « guerre illimitée contre le terrorisme », qui avait constitué un chèque en blanc potentiel aux présidents américains pour recourir à la force partout dans le monde.

Mais au-delà du système de mécanismes correcteurs des pouvoirs politiques, créé par la Constitution américaine, le fait que les dirigeants prennent des décisions en matière d’utilisation de la force a-t-il un sens pour les citoyens ? Cela complique certainement la vie de ces dirigeants. Le Premier ministre britannique David Cameron en a fait les frais lorsqu’il s’est adressé au parlement pour valider la participation britannique aux frappes américains contre la Syrie. Le président français François Hollande s’est vu opposer une intense réaction négative de la part des partis d’extrême droite à l’Assemblée Nationale pour participer à ces frappes. Et le Premier ministre Recep Tayyip Erdoğan, qui avait accepté de participer à la coalition militaire, est maintenant confronté à une forte opposition interne contre sa politique syrienne.

Plusieurs arguments existent pour ne pas autoriser les représentants du peuple à intervenir dans la difficile valse de politique étrangère entre force et diplomatie. Pour commencer, il y a cette vieille idée selon laquelle la politique s’arrête au bord de l’eau, où les désaccords désordonnés en interne sont supposés laisser place à l’abstraction d’un état dont l’intérêt national est unifié.

Un argument associé est que les processus politiques nationaux peuvent paralyser un gouvernement dans le grand jeu de poker ou d’échec que sont supposées être les relations internationales. Comme vient de le découvrir Obama, avoir un pouvoir législatif qui refuse résolument de partir en guerre affaiblit la main de l’exécutif dans les négociations internationales.

Le temps est un autre problème. Les processus législatifs sont lents et souvent tortueux, tandis que la diplomatie internationale peut changer du jour au lendemain en fonction des basculements dans les coalitions, d’opportunités inattendues, ou de pièges difficilement décelables.

En outre, la diplomatie se nourrit d’accords secrets du genre de celui que le Secrétaire d’état américain John Kerry et le ministre russe des Affaires Etrangères Sergei Lavrov viennent juste de conclure sur les armes chimiques en Syrie. Dans les négociations particulièrement sensibles, la dernière chose dont ont besoin les parties prenantes est d’un débat public sur les cartes détenues par chacune d’elles. Le risque de basculer des discussions aux tanks doit être crédible, ce qu’il ne sera pas si le joueur opposé n’a plus qu’à compter ses voix pour vérifier s’il détient effectivement une majorité législative.

Mais Jefferson avait raison. Même s’il n’est pas toujours pratique, confortable et même contre-productif de se tourner vers les représentants du peuple, c’est la bonne chose à faire, et ce pour trois raisons. Premièrement, le recours à la force est coûteux en termes de vies, d’argent, et exige force énergie et attention de la part des dirigeants. Le peuple paye ces coûts, et il revient donc à ses représentants de décider où non de les avancer.

Deuxièmement, il n’est jamais plus important pour une démocratie de suivre les procédures en place et de soutenir ses principes dans un conflit armé impliquant des états non démocratiques. Le peuple syrien, oppressé et brutalisé par son propre gouvernement, devrait constater que le peuple américain entretient une relation différente avec ses dirigeants.

Enfin, une composante essentielle de la démocratie est un ensemble de règles et de procédures conçues pour exiger des responsables officiels qu’ils justifient leurs politiques pour des raisons qui peuvent être acceptées ou contrées dans le cadre d’un débat public. Lorsque l’on considère une intervention militaire à l’étranger, les dirigeants doivent expliquer leurs actes de manière à clarifier les enjeux stratégiques et les intérêts moraux du pays, comme par exemple, comment une agression non maîtrisée et de terribles souffrances peuvent suppurer et se propager.

Les dirigeants préfèreraient parler le langage des intérêts aisément calculables. Les discussions sur l’attention et les scrupules moraux sont inconfortables et constituent un terrain instable. Comme l’analyste politique turc Mustafa Akyol le formulait, pour une majorité de la population turque, « se soucier de la Syrie ne se traduit pas par ‘allons la libérer.’ » Pourtant, les dirigeants qui ont besoin du soutien de leurs peuples pour répondre à des problèmes complexes et interdépendants au-delà de leurs frontières doivent les familiariser avec un monde du 21ème siècle dans lequel le fait de se soucier sans agir représente un danger pour nous tous.

Ces arguments ne signifient pas que les dirigeants ne recourront plus à la force de temps à autre sans demander l’avis de leur peuple au préalable. Obama détient l’autorité constitutionnelle de mener des frappes militaires limitées pour dissuader le président syrien Bashar al-Assad et affaiblir sa capacité à utiliser des armes chimiques. Tous les dirigeants peuvent donner l’ordre à leurs forces d’entrer dans la bataille en cas d’urgence nationale ou pour se protéger. Ils doivent préserver leur capacité légales et opérationnelles d’agir rapidement et de manière décisive lorsque cela est nécessaire.

Mais deux siècles après Jefferson, les états ne sont plus de simples taches de couleur sur une carte ; de plus en plus, ce sont des territoires transparents et ouverts que nous voyons comme la résidence de millions d’êtres humains. Il n’a donc jamais été aussi important pour le peuple d’un pays de participer à la décision d’attaquer le peuple d’un autre pays.

Traduit de l’anglais par Frédérique Destribats

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Anne-Marie Slaughter est présidente et directrice générale de la New America Foundation et professeur en sciences politiques et relations internationales à l’Université Princeton.


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