El 5 de octubre de 2012, cuatro estudiantes de la Universidad de Port Harcourt en Nigeria, murieron quemados tras ser golpeados por una turba de linchadores, por supuestamente robar un teléfono Blackberry y una laptop. Las trágicas muertes de los estudiantes ahora conocidos como Aluu4, han causado fuertes reacciones y muchos debates en internet sobre el serio problema de la justicia callejera en Nigeria. Lo que ha dado la oportunidad a los ciudadanos de crear conciencia pública y proponer soluciones.
Señalando la ausencia de disposiciones legales contra la justicia callejera, el bloguero Okechukwu Ofili publicó el 18 de octubre la petición de un proyecto de ley para prohibir la justicia callejera [en] firmada por él mismo y por los «nigerianos que luchan por un CAMBIO» (aquí [en] puede leer el borrador completo), que hasta el momento ha conseguido más de 3500 firmas.
Ofili explica [en]:
Este panorama de justicia callejera se ha ido convirtiendo gradualmente en una forma de vida normal en Nigeria. Mientras, la gente o las comunidades usurpan la ley y se encargan ellos mismos de las cosas. Ahora sabemos que no hay estadísticas o números fiables sobre la cantidad de sucesos relacionados con la justicia callejera en Nigeria, pero también sabemos que lleva años sucediendo. Y durante años nos hemos quejado, hemos gritado y hemos mirado, pero nada ha cambiado, porque la justicia callejera se sigue aplicando y sus perpetradores rara vez reciben algún castigo.
Esto se debe sobre todo al hecho de que la gente ha perdido la fe en una fuerza policial y en un sistema judicial totalmente descarrilados a causa de la corrupción, la incompetencia y la falta de recursos. Pero también se ha puesto de relieve la ausencia y falta de reconocimiento de la justicia callejera (y sus múltiples variaciones) como delito en las leyes federales, sobre todo en el CÓDIGO PENAL, CAPÍTULO C38, LFN 2004 [en]. Una ley que en sus 145 páginas de exhaustiva lista de delitos no menciona o se refiere a la justicia callejera… esta ley cubre los asesinatos rituales, desórdenes públicos e incluso la falsificación de sellos, pero no la justicia callejera.