¿Paz en Colombia?

Parade in Colombia
Parade in Colombia. Photo: Lucho Molina/flickr.

BOGOTÁ – El Acuerdo Marco para poner fin al conflicto armado en Colombia que acaba de anunciar el Presidente Juan Manuel Santos es un hito para su país y toda América Latina. Es también un tributo a la habilidad diplomática y negociadora.

El acuerdo con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, más conocidas como FARC, llega después de muchos años de intentos fallidos por parte de gobiernos colombianos de todas las orientaciones políticas para conseguir un acuerdo satisfactorio con el último movimiento guerrillero –y uno de los más odiosos– que ha actuado en América Latina. Las FARC, monumental aparato de terror, asesinatos en masa y tráfico de drogas, nunca habían accedido a debatir el desarme, la reintegración social y política de sus guerrilleros, los derechos de las víctimas, el fin de la producción de drogas y la participación en las comisiones “de la verdad y la responsabilidad” para examinar los crímenes cometidos durante medio siglo de conflicto, pero ahora sí.

Ese transcendental cambio refleja el estado de las FARC, diezmadas tras muchos años de lucha, la capacidad de resistencia de la sociedad colombiana y –y tal vez sea lo más importante– la brillante política regional de Santos. Al debilitarse el llamado Eje Bolivariano (Venezuela, Ecuador y Bolivia), las guerrillas de las FARC quedaron sin apoyo regional.

Como en el caso de los procesos de paz en Oriente Medio y América Central después del fin de la Guerra Fría, los cambios regionales crearon las condiciones para que se iniciara el proceso colombiano, pero en Oriente Medio y en América Central los protagonistas externos –los Estados Unidos y la Unión Soviética– produjeron el cambio; en el caso del proceso colombiano, el cambio surgió de dentro.

Antes de celebrar conversaciones secretas con las FARC en Cuba, la diplomacia regional de Santos cambió la política de la región al substituir las bravuconadas por una denodada labor de cooperación. Convirtió a Venezuela y el Ecuador, que durante mucho tiempo habían sido refugios para las FARC, en vecinos amistosos y deseosos de poner fin a la arcaica tradición de guerras revolucionarias. De hecho, el Presidente de Venezuela, Hugo Chávez, ha pasado a ser –con el que tal vez sea el vuelco diplomático más notable– un facilitador decisivo para la resolución del conflicto colombiano.

Las conversaciones con las FARC se iniciaron cuando a la distensión regional siguió una iniciativa ambiciosa de abordar las causas fundamentales del conflicto colombiano. Lo más notable es que Santos firmara la Ley de Víctimas y Devolución de Tierras en junio de 2011, con la presencia del Secretario General de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon. Dicha ley dispone la reparación para las víctimas de violaciones de los derechos humanos durante los sesenta años del conflicto, además de la devolución de los millones de hectáreas robadas a campesinos. Así, la ley introduce a Colombia en la senda de la paz al desbaratar la apelación de las FARC a la reforma agraria para justificar sus indecibles atrocidades.

Indudablemente, se trata de una ley compleja y no carece precisamente de defectos, pero, si se aplica como está previsto, podría desencadenar una profunda revolución social. También representa un nuevo planteamiento de la paz, dado que normalmente semejantes leyes se introducen sólo después de que haya concluido un conflicto. En este caso, la devolución de tierras a los campesinos desposeídos de ellas y el ofrecimiento de una reparación final a las víctimas y a los desplazados por el conflicto llegó a ser la vía para la paz. De hecho, fue nada menos que Alfonso Cano, ex dirigente de las FARC, quien calificó la ley de “esencial para un futuro de reconciliación” y “una contribución a la una solución real del conflicto”.

Sin embargo, los escépticos y los contrarios a las negociaciones no carecen de razones para serlo. La ejecutoria de las FARC en las anteriores conversaciones de paz revela una inclinación a manipular las negociaciones para obtener una legitimidad nacional e internacional sin la voluntad auténtica de llegar a un acuerdo. Así, pues, Santos podría haber sentido la tentación de seguir la vía de Sri Lanka: una acometida militar implacable para derrotar a los insurgentes, a costa de muy graves violaciones de los derechos humanos y la destrucción de comunidades civiles.

En cambio, Santos optó por la vía menos oportunista. Al fin y al cabo, la guerra, en Colombia y en otros países, une con frecuencia a las naciones, mientras que la paz las divide.

Las repercusiones de un final auténtico del conflicto armado colombiano se sentirían mucho más allá de las fronteras del país. Si la Venezuela de Chávez se ha convertido en un narcoestado en el que los acólitos del régimen son los señores de la droga, es el reflejo de sus privilegiadas relaciones con las FARC. Las repercusiones se sentirían también en México, donde los cárteles de la droga están destrozando el país, y en los Estados Unidos, que son la mayor fuente de demanda. También el África occidental se vería afectada, por haber pasado a ser en los últimos años el principal punto de tránsito para las drogas sudamericanas destinadas a Europa.

Sigue habiendo por delante dificultades formidables y en modo alguno es seguro un acuerdo, pero, aun así, Santos tiene muchas posibilidades de enterrar de una vez por todas la engañosa mística del cambio revolucionario violento que durante tanto tiempo ha frenado la modernización política y económica de América Latina.

Traducido del inglés por Carlos Manzano.

Copyright Project Syndicate


Shlomo Ben-Ami, ex ministro de Asuntos Exteriores de Israel, es actualmente Vicepresidente del Centro Internacional por la Paz de Toledo y autor de Scars of War, Wounds of Peace: The Israel-Arab Tragedy (“Cicatrices de guerra y  heridas de paz. La tragedia árabo-israelí”).

For further information on the topic, please view the following publications from our partners:

Dismantling Colombia’s New Illegal Armed Groups

Sector privado y Desplazamiento Forzado Interno (DFI) en Colombia

Private Sector and Forced Internal Displacement (FID) in Colombia


For more information on issues and events that shape our world please visit the ISN’s Security Watch and Editorial Plan.

La paix en Colombie, enfin?

Parade in Colombia
Parade in Colombia. Photo: Lucho Molina/flickr.

BOGOTA – L’accord de pourparlers visant à mettre fin aux conflits armés en Colombie qui vient d’être annoncé par le président Juan Manuel Santos est un événement historique pour son pays et l’ensemble de l’Amérique Latine. C’est aussi un hommage aux ressources diplomatiques et à l’art de la négociation.

L’accord passé avec les Forces armées révolutionnaires de Colombie, autrement dit, les FARC, survient après de longues années de tentatives échouées de la part des différents gouvernements colombiens de tous bords pour parvenir à un arrangement avec le dernier et l’un des plus odieux mouvements de guérilla à avoir opéré en Amérique Latine. Jamais auparavant les FARC – un appareil monumental de terreur, de meurtres de masse, et de trafics de drogue – n’avaient accepté de discuter de désarmement, de la réintégration politique et sociale de ses combattants, des droits des victimes, de mettre un terme à la production de drogues, et d’une participation aux commissions « vérité et responsabilité » pour examiner les crimes commis durant un demi-siècle de conflits. Mais elles ont accepté cette fois-ci.

Ce changement de dynamique résulte de la décimation des FARC suite à de longues années de luttes, de la résilience de la société colombienne, et peut-être le plus important, d’une brillante politique régionale de la part de Santos. En affaiblissant l’axe dit Bolivarien (Venezuela, Equateur, et Bolivie), les guérilleros des FARC ont perdu leur soutien régional.

Tout comme les processus de paix au Moyen-Orient et en Amérique centrale au terme de la guerre froide, les évolutions régionales ont généré des conditions favorables pour entamer un processus colombien. Mais au Moyen-Orient et en Amérique centrale, ce sont les acteurs extérieurs – Etats-Unis et Union Soviétique – qui ont provoqué ce changement ; dans le cas du processus colombien, le changement est venu de l’intérieur.

Avant d’engager les FARC dans des pourparlers secrets à Cuba, la politique diplomatique régionale de Santos a permis d’abandonner la violence pour favoriser le dur travail de coopération. Il est parvenu à faire du Venezuela et de l’Equateur, anciens refuges sûrs pour les FARC, des voisins amicaux, prêts à mettre fin à cette tradition archaïque des guerres révolutionnaires. En fait, dans ce que l’on peut qualifier de plus remarquable retournement diplomatique, le président vénézuélien Hugo Chávez est devenu un facilitateur clé dans la résolution du conflit colombien.

Les pourparlers avec les FARC ont évolué au gré de la détente régionale et ont été suivis d’une ambitieuse initiative visant à s’attaquer aux racines des causes du conflit colombien. Mais surtout, Santos a signé la Loi sur les victimes et la restitution des terres, en juin 2011 en présence du Secrétaire général de l’ONU, Ban Ki-moon. Cette loi prévoit des réparations pour les victimes de violations des droits de l’homme tout au long de ce conflit qui aura duré 60 ans, ainsi que la restitution des millions d’hectares de terres volées aux paysans. Cette loi place donc la Colombie sur la voie de la paix en affaiblissant le pouvoir des appels des FARC à la réforme agraire en justification de leurs indicibles atrocités.

La loi est indéniablement complexe, et certainement pas sans défauts. Mais, si elle est mise en œuvre comme prévu, elle pourrait entrainer une profonde révolution sociale. Elle représente aussi une nouvelle approche de la paix, dans la mesure où de telles lois sont généralement introduites après la résolution des conflits. Dans le cas présent, la restitution des terres aux paysans dépossédés et l’offre de réparation financière aux victimes et à ceux qui ont été déplacés par les conflits, constituent de fait une voie vers la paix. Alfonso Cano, ancien chef des FARC, a d’ailleurs qualifié cette loi « d’essentielle pour un avenir de réconciliation » et une « contribution pour une réelle solution au conflit. »

Les sceptiques et les opposants aux négociations ont aussi leur argument, cependant. Les FARC sont connues pour avoir manipulé les précédentes tentatives de négociations de paix pour gagner en légitimité nationale et internationale, sans réelle volonté affichée de parvenir à un accord. Santos aurait donc pu être tenté de choisir la manière Sri-Lankaise – un massacre militaire impitoyable pour défaire les insurgés, au prix de violations majeures des droits humains et de la destruction des communautés civiles.

Santos a préféré opter pour la résolution la moins expéditive. Car en Colombie, comme ailleurs, la guerre unit fréquemment les nations, alors que la paix les divise.

Les répercutions d’une fin réelle des conflits armés en Colombie seraient ressenties bien au-delà des frontières du pays. Si le Venezuela de Chávez est devenu un état-narco dans lequel les acolytes du régime sont des barons de la drogue, cela établit bien leurs relations privilégiées avec les FARC. Les répercutions seraient aussi ressenties au Mexique, où les cartels de la drogue déchirent le pays, et aux Etats-Unis, plus gros consommateurs au monde. L’Afrique de l’ouest aussi en serait affectée, puisqu’elle est devenue ces dernières années la principale plateforme de transit des drogues en provenance de l’Amérique Latine vers l’Europe.

Il reste encore de formidables difficultés à gérer, et un accord final n’est en aucun cas garanti. Mais Santos a néanmoins une bonne chance d’enterrer, une fois pour toute, la mystique trompeuse du changement révolutionnaire dans la violence, laquelle a constitué un frein à la modernisation économique et politique de l’Amérique Latine depuis si longtemps.

Traduit de l’anglais par Frédérique Destribats

Copyright Project Syndicate


Shlomo Ben-Ami, ancien ministre israélien des Affaires Etrangères, est vice-président du Centre International de Tolède pour la Paix, et l’auteur de Scars of War, Wounds of Peace: The Israeli-Arab Tragedy (Cicatrices de guerre, blessures de paix: la tragédie Israélo-Arabe, ndt).

For further information on the topic, please view the following publications from our partners:

Dismantling Colombia’s New Illegal Armed Groups

Sector privado y Desplazamiento Forzado Interno (DFI) en Colombia

Private Sector and Forced Internal Displacement (FID) in Colombia


For more information on issues and events that shape our world please visit the ISN’s Security Watch and Editorial Plan.

Colombia at Peace?

Parade in Colombia
Parade in Colombia. Photo: Lucho Molina/flickr.

BOGOTÁ – The Framework Agreement for the End of the Armed Conflict in Colombia that has just been announced by President Juan Manuel Santos is a historic landmark for his country and all of Latin America. It is also a tribute to diplomatic resourcefulness and negotiating skill.

The agreement with the Revolutionary Armed Forces of Colombia, better known as the FARC, came after long years of failed attempts by Colombian governments of all political shades to reach an accommodation with the last, and among the most odious, guerrilla movement to have operated in Latin America. Never before has the FARC – a monumental apparatus of terror, mass murder, and drug trafficking – agreed to discuss disarmament, its fighters’ social and political reintegration, victims’ rights, an end to drug production, and participation in “truth and responsibility” commissions to examine the crimes committed during a half-century of conflict. But now it has.

Revolution in a Vacuum

Syrians rally in front of the US Embassy
Syrians rally in front of the US Embassy in Amman, Jordan. Photo: FreedomHouse/flickr.

MADRID – The Cold War may be over, but superpower rivalry is back. As a result, the international community’s capacity to unite in the face of major global challenges remains as deficient as ever.

Nowhere is this more clearly reflected than in the case of Syria. What was supposed to be a coordinated effort to protect civilians from ruthless repression and advance a peaceful transition – the plan developed by former United Nations Secretary-General Kofi Annan – has now degenerated into a proxy war between the United States and Russia.

Russia’s leaders (and China’s) seek to uphold an international system that relies on the unconditional sovereignty of states and rejects the Western-inspired, humanitarian droit d’ingérence. Concerned that the Arab rebellions would radicalize their own repressed minorities, they refuse to allow the UN Security Council to be used to promote revolutionary changes in the Arab world. And Syria, the last Russian outpost of the Cold War, is an asset the Kremlin will do its utmost to maintain.

Categories
Uncategorized

Revolución en el vacío

Syrians rally in front of the US Embassy
Syrians rally in front of the US Embassy in Amman, Jordan. Photo: FreedomHouse/flickr.

MADRID – La Guerra Fría puede haber acabado, pero ha vuelto la rivalidad entre las superpotencias. A consecuencia de ello, la capacidad de la comunidad internacional para unirse frente a las más importantes amenazas mundiales sigue siendo tan deficiente como siempre.

En ningún caso se refleja más claramente que en el de Siria. Lo que debía ser un plan coordinado para proteger a los civiles de una represión despiadada y un avance hacia una transición pacífica, el formulado por el ex Secretario General de las Naciones Unidas Kofi Annan, ha acabado degenerando en una guerra por poderes entre los Estados Unidos y Rusia.

Los dirigentes de Rusia (y China) intentan defender un sistema internacional basado en la soberanía incondicional de los Estados y rechazan el derecho de ingerencia humanitaria, de inspiración occidental. Preocupados por que las rebeliones árabes radicalicen a sus propias minorías reprimidas, se niegan a permitir que se utilice el Consejo de Seguridad de las NN.UU. para fomentar cambios revolucionarios en el mundo árabe, y Siria, el último baluarte ruso de la Guerra Fría, es un activo que el Kremlin hará todo lo posible por conservar.

Pero Rusia y China no son el único problema. Las más importantes democracias en ascenso como el Brasil, la India y Sudáfrica han sido particularmente decepcionantes en su reacción ante la “primavera árabe”. Todas ellas son adalides declarados de los derechos humanos a la hora de condenar cualquier ataque defensivo de Israel en Gaza como “genocida”, pero se muestran igualmente unidas al oponerse a la adopción de medidas sobre Siria por el Consejo de Seguridad, justo cuando la represión en este país resulta más atroz que nunca. Los levantamientos árabes o bien chocaron con su compromiso con la inviolabilidad de la soberanía nacional o bien aumentaron su temor a que una “intervención humanitaria” fuera simplemente otro instrumento de dominio septentrional.

La reacción de Occidente ha sido mucho más favorable a las aspiraciones de los árabes, pero también ha sido contradictoria y desigual. Tanto los Estados Unidos como Europa pasaron años dedicados a un monumental ejercicio de hipocresía política, al predicar el evangelio del cambio democrático y al tiempo apoyar a tiranos árabes. No es de extrañar que se encontraran sin instrumentos para abordar las revoluciones árabes.

De hecho, en ningún momento desde el comienzo de la “primavera árabe” se ha podido discernir una estrategia occidental coherente para abordar sus muchas  dificultades e incertidumbres. En cada caso se ha reaccionado de forma diferente, ya fuera por las limitaciones impuestas por la política de poder internacional, como ocurre ahora con Siria, o por consideraciones económicas y estratégicas, como en Arabia Saudí o Bahrein.

Por su parte, los EE.UU. no abandonaron inmediatamente a aliados autoritarios, como, por ejemplo, el Egipto de Hosnik Mubarak y el Túnez de Zine El Abidine Ben Ali. Si éstos hubieran mostrado más rapidez y eficacia para reprimir las protestas de las masas, podrían seguir en el poder actualmente… con la bendición americana. Los EE.UU. no se volvieron contra ellos porque fueran autócratas, sino porque no lo fueron con suficiente eficiencia.

Entretanto, Europa se encuentra paralizada por una crisis financiera que amenaza la propia existencia de la Unión Europea. Los instrumentos tradicionales de política exterior de la UE –el “fomento de la sociedad civil” y “el fomento del comercio” – no son substitutos válidos de una estrategia para afrontar el nuevo juego de poder en el Mediterráneo. Y, sin embargo, Europa se ha mostrado totalmente incapaz de reaccionar de forma apropiada ante unas condiciones en las que los regímenes islamistas están estableciendo independientemente sus prioridades y agentes externos –Qatar, Arabia Saudí, Turquía, Rusia, China y tal vez el Irán incluso– están rivalizando para obtener influencia con una extraordinaria combinación de potencia de fuego financiero y fuerza política.

Europa no puede permitirse el lujo de permanecer al margen. La “Operación Protector Unificado” de la OTAN en Libia fue un gran éxito para la Alianza, pero la decisión de los Estados Unidos de permitir que Europa asumiera la dirección indicó también su intención de “reequilibrar” sus prioridades mundiales. En vista de que los EE.UU. están centrando su atención en Asia y el Pacífico en lugar de en los intereses vitales de Europa, el Mediterráneo y Oriente Medio, ya no se puede esperar que tomen la iniciativa para resolver las crisis en el patio trasero de Europa.

De hecho, en el programa de los Estados Unidos ya no hay grandes proyectos para Oriente Medio. Desde su victoria en la Guerra Fría, la hegemonía de los Estados Unidos en Oriente Medio ha sido una historia de frustración e inversión en sangre, sudor y fondos no recompensada. Ahora se espera un cambio en pro del realismo en materia de política exterior y la reciente reunión de la Secretaria de Estado, Hillary Clinton, con el Presidente islamista de Egipto, Mohamed Morsi, es una clara indicación de la nueva orientación de los Estados Unidos.

Las consecuencias de semejante cambio son de gran alcance. A raíz de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001, los EE.UU. vieron el mundo islámico casi exclusivamente a través del prisma de la “guerra mundial al terror”. Sin embargo, ahora las autoridades reconocen que fue precisamente la persistencia secular de autocracias árabes lo que fomentó el terrorismo islamista.

A consecuencia de ello, la premisa más importante de la política actual de los EE.UU. es la de que una pérdida de confianza de los islamistas en el proceso democrático tendría consecuencias adversas y de que la restauración de los antiguos regímenes podría amenazar los intereses occidentales más que un gobierno de los Hermanos Musulmanes. Ahora los Estados Unidos están entablando prudentemente relaciones con los nuevos dirigentes islamistas con la esperanza de que no pongan en peligro los acuerdos de paz propiciados por los EE.UU. (Israel-Jordania e Israel-Egipto) ni obstaculicen las medidas adoptadas para poner freno a las ambiciones nucleares del Irán.

La de hacer realidad dicha esperanza no es una tarea fácil. La agitación en las sociedades árabes va a persistir sin lugar a dudas en los años futuros y es de esperar que las potencias mundiales y regionales en ascenso aprovechen la fragmentación del orden internacional para hacer avanzar sus intereses en esa región. Dada la confusión en que está sumida Europa y la resistencia de la crisis nuclear del Irán a una resolución diplomática, el nuevo realismo de la política exterior de los Estados Unidos podría muy bien significar que, por mucho que les desagrade, se vean obligados en última instancia a revisar su “estrategia reequilibradora”.

Traducido del inglés por Carlos Manzano.

 Copyright Project Syndicate


Shlomo Ben Amiex ministro de Asuntos Exteriores de Israel, es actualmente Vicepresidente del Centro Internacional por la Paz de Toledo. Es autor de Scars of War, Wounds of Peace: The Israel-Arab Tragedy (“Cicatrices de guerra y  heridas de paz. La tragedia árabo-israelí”).

For further information on the topic, please view the following publications from our partners:

Preparing for a Post-Assad Syria: What Role for the European Union?

Apocalyptic Musings about Syria

Safe Havens in Syria


For more information on issues and events that shape our world please visit the ISN’s Security Watch and Editorial Plan.