Iran, Turkey, and the Non-Arab Street

Protestors clash with Turkish riot policemen on the way to Taksim Square in Istanbul on June 5, 2013

To Western eyes, Middle East politics have again been stood on their head. Iran’s theocratic mullahs allowed the election of Hassan Rowhani, a man who announced in his first speech as President-elect that his victory is “the victory of wisdom, moderation, and awareness over fanaticism and bad behavior.”

Iranians, apparently surprised that the candidate whom a majority of them had backed (over six harder-line candidates) had won, poured into the streets and hailed a victory “for the people.” To be sure, it was a carefully controlled election: all candidates who might actually have challenged Supreme Leader Ayatollah Ali Khamenei’s authority were disqualified in advance. But, within those limits, the government allowed the people’s votes to be counted.

El Irán, Turquía y las calles no árabes

Para un observador occidental, la política de Oriente Medio ha vuelto a estar totalmente transtornada. Los ulemas teocráticos permitieron la elección de Hasán Ruhaní, quien en su primer discurso como Presidente electo anunció que la suya es “la victoria de la sensatez, la moderación y la conciencia sobre el fanatismo y el mal comportamiento”.

Los iraníes, al parecer sorprendidos de que el candidato al que una mayoría de ellos había respaldado (frente a seis intransigentes) hubiera ganado, salieron en masa a las calles a gritar victoria “para el pueblo”. Desde luego, fueron unas elecciones cuidadosamente controladas: todos los candidatos que podrían haber desafiado de verdad la autoridad del Dirigente Supremo Ayatolá Alí Jamenei quedaron descalificados de antemano, pero, dentro de esos límites, el Gobierno permitió el recuento de los votos del pueblo.

En el país vecino, Turquía, el demócrata islámico favorito de Occidente, el Primer Ministro Recep Tayyip Erdoğan, estaba utilizando máquinas topadoras, gases lacrimógenos, cañones de agua y pelotas de goma para desalojar la céntrica plaza Taksim de Estambul y el parque Gezi de manifestantes pacíficos que se negaban a obedecerlo. La teoría de gobierno de Erdoğan parecer ser la de que, como fue elegido por una mayoría de turcos que sigue apoyándolo, quienquiera que se oponga a él es un terrorista o un peón de siniestras fuerzas extranjeras. Parece no ver margen alguno para la oposición legítima, para la idea de que la mayoría actual puede ser la minoría futura y las reglas del juego deben permitir que se oiga a las dos.

Cuando, hace cuatro años, centenares de miles de jóvenes iraníes invadieron las calles de Teherán para protestar contra la reelección del Presidente saliente, Mahmoud Ahmadinejad, el Gobierno del Irán disparó contra ellos con armas de fuego. Las protestas fueron reprimidas brutalmente y se detuvo, se encarceló y, al parecer, se violó y se torturó a participantes en las manifestaciones, lo que perjudicó la reputación del régimen no sólo entre los iraníes, sino también entre los millones de jóvenes árabes de todo Oriente Medio y África del Norte, que no tardarían en alzarse para exigir derechos sociales y políticos.

En un principio, Erdoğan fue un héroe para esas mismas multitudes. En septiembre de 2011, recorrió Egipto, Túnez y Libia y fue acogido como un héroe. Presentó su partido Justicia y Desarrollo como el equivalente musulmán de los partidos demócratas cristianos de Europa, es decir, una combinación de crecimiento económico, políticas anticorrupción y elecciones libres.

Actualmente, el Gobierno de Erdoğan se parece mucho más a los gobiernos contra los cuales se levantaron los jóvenes, al usar como blanco a los periodistas y acusar de pretender dañar la economía turca a un grupo de presión de especuladores interesados en unos tipos de interés elevados. También ha imitado al Presidente de Siria, Bashar Al Assad, no sólo demonizando a los manifestantes, sino también persiguiendo al personal médico que los atiende y a los hoteleros que los albergan.

Desde luego, Turquía no es el Irán y viceversa, pero de la comparación entre los acontecimientos actuales en los dos países se desprenden enseñanzas que resuenan en todo Oriente Medio y África del Norte. Lo más importante es que, en un mundo que por fin aprueba de boquilla la democracia, la voz del “pueblo” importa. Confiere cierta legitimidad que no se puede, sencillamente, obtener por la fuerza y ésa es en última instancia la garantía más segura de inversión y crecimiento.

Naturalmente, “el pueblo” nunca está de verdad unido: inconstante en sus lealtades y sujeto a la demagogia, con frecuencia se une en la oposición, pero se fragmenta una vez que ocupa el poder. No obstante, la voluntad de un gran número de personas de lanzarse (o sentarse) para afirmar su derecho a ser oídas, pese a la inminente posibilidad de una represión violenta, anuncia a sus conciudadanos y al mundo que algo va muy mal.

Jamenei y sus guardias de la Revolución Islámica del Irán pudieron capear el temporal de 2009, pero su fachada de poder legítimo estaba desplomándose. Resulta algo paradójico que la elección de Ruhaní fortalezca su posición política y, aunque Erdoğan puede muy bien obligar al genio de la protesta a volver dentro de la botella, quedará debilitado en gran medida hasta las próximas elecciones turcas.

Una segunda enseñanza que se desprende de los acontecimientos recientes en el Irán y Turquía es la de que el abanico de gobiernos de Oriente Medio y África del Norte comprende desde la autocracia y la teocracia hasta variedades de democracia dirigida. Ninguno de esos países constituye una democracia liberal plena, es decir, un sistema político que combina las elecciones libres y justas con las protecciones constitucionales de los derechos individuales para todos sus ciudadanos.

El Irán ha constituido desde hace mucho lo que el analista americano de política exterior Fareed Zakaria ha llamado una “democracia iliberal”. Por su parte, Turquía parecía dirigirse hacia una verdadera democracia liberal, pese a las críticas de quienes señalaban el encarcelamiento de periodistas y generales por Erdoğan; ahora se ha descarriado a la vista del mundo entero.

Una última enseñanza es la de que la prueba de un gobierno seguro es si puede soportar verse criticado o incluso vituperado. Erdoğan parece indignado sobre todo por la temeridad de los ciudadanos turcos que levantan la voz contra él.

Después de que pareciera que Erdoğan había logrado un acuerdo con los manifestantes sobre el destino del parque Gezi, cuya prevista demolición desencadenó las primeras manifestaciones, uno de mis seguidores en Twitter expresó su satisfacción ante el resultado y dijo que los manifestantes debían volver ya a sus casas, porque “tres semanas son suficientes”, pero “suficientes, ¿para qué?

Recuérdese que en 2011 los manifestantes de Occupy Wall Street ocuparon la parte baja de Manhattan durante sus dos buenos meses. Los funcionarios de la ciudad de Nueva York acabaron acallando la protesta, pero más que nada por razones de salud y sanitarias y quejas similares de los residentes del barrio. En una conferencia de prensa el día en que comenzaron las protestas, el alcalde de la ciudad de Nueva York, Michael Bloomberg dijo: “Los ciudadanos tienen derecho a protestar y, si quieren hacerlo, tendremos mucho gusto en facilitarles zonas adecuadas para ello”.

Entretanto, en Siria, “el pueblo” se levantó, recibió disparos, tomó las armas, fue manipulado y comenzó un ciclo de matanzas y venganzas sectarias, que lo único que puede hacer es fragmentarlo aún más. Ni el Irán ni Turquía han llegado a ese punto. No obstante, las protestas pacíficas, los procesos judiciales, las negociaciones políticas, las avenencias y, en última instancia, unas nuevas elecciones brindarían a los dos países –y a muchos otros de esa región y de otras– una forma mucho mejor de resolver las tensiones internas que los métodos que sus dirigentes emplean actualmente.

Anne-Marie Slaughter, ex Directora de Planificación de Políticas en el Departamento de Estado de los Estados Unidos (2009-2011), es profesora de Política y Asuntos Internacionales en la Universidad de Princeton.

© Project Syndicate 1995–2013

This article was originally published by Project Syndicate. It is republished here with their generous permission.


For additional reading on this topic please see:
Iran, Turkey and Azerbaijan: Heading Towards a Regional Crisis?
The Evolving Ruling Bargain in the Middle East
The Middle East: Change and Upheaval 2012


For more information on issues and events that shape our world please visit the ISN’s Weekly Dossiers and Security Watch.

Categories
Uncategorized

Las lecciones de Siria

Bashar al-Assad
Bashar al-Assad. Photo: James Gordon/flickr.

PRINCETON – En tanto Estados Unidos y Rusia intentan concretar una conferencia que pueda llevar a las diversas partes en el conflicto sirio a la mesa de negociaciones, los potenciales participantes occidentales, al menos, deberían estar pensando en las implicancias más amplias del conflicto sirio para los dictadores y las democracias en todo el mundo. He aquí las lecciones hasta la fecha:

Los tipos malos ayudan a sus amigos. Los rusos y los iraníes están dispuestos a hacer lo que sea necesario para mantener al presidente Basharal-Assad en el poder. Hezbollah, abastecido por Irán, ya se ha desplegado abiertamente en el campo de batalla en respaldo del régimen de Assad. Rusia e Irán han abastecido al gobierno sirio con armas pesadas y otra asistencia militar, que incluye un envío ruso de misiles antibuques sofisticados con sistemas de radares avanzados. Estos ayudarán a Assad a protegerse y ahuyentar a todo aquel que se acerque al mini-estado alauí, que incluirá las instalaciones portuarias arrendadas por los rusos en Tartus.

La diplomacia sin una amenaza de fuerza creíble es una charla vacía. “Habla suavemente y lleva un gran garrote”, aconsejaba Theodore Roosevelt. El presidente Barack Obama quiere liderar como es debido en los asuntos globales a través de un poder civil más que militar; entiende que las soluciones militares para los problemas de política exterior son inmensamente costosas y muchas veces contraproducentes en términos de hacer progresos en términos de seguridad y prosperidad para Estados Unidos en el largo plazo.

Sin embargo, la estrategia de Obama en Siria parece ser “habla ruidosamente y arroja el garrote”. Obama ha dejado en claro una y otra vez (al igual que el secretario general de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen) que no tiene ningún interés de intervenir militarmente en Siria. ¿Y cuál fue la respuesta estadounidense al último envío de misiles rusos? El secretario de Estado John Kerry dijo: “Pienso que hemos dejado bien en claro que preferiríamos que Rusia no estuviera brindando asistencia”.

Estados Unidos ha desechado una de sus herramientas de política exterior más importantes, creando un incentivo para que el gobierno sirio y sus seguidores sigan combatiendo hasta estar en la posición más ventajosa posible para negociar un acuerdo -eso es, si es que realmente tienen algún incentivo para negociar.

Si uno es un dictador que enfrenta protestas políticas sostenidas, tiene que ser lo más brutal posible e incitar asesinatos sectarios. Parte de la agonía de Siria es la naturaleza del conflicto que tiende a autocumplirse. Desde marzo a diciembre de 2011, cientos de miles de sirios marcharon todos los viernes, reclamando la misma liberalización política que los tunecinos, los egipcios, los yemeníes, los bahrainíes, los jordanos y otros en Oriente Medio y el norte de África pedían en lo que optimistamente se llamó “la primavera árabe”. Estaban desarmados y la policía antidisturbios y francotiradores del gobierno les dispararon en las calles, hasta que finalmente empezaron a formar pequeñas milicias locales para autoprotegerse -milicias que poco a poco fueron creciendo hasta convertirse en la federación inarticulada de fuerzas hoy conocida como el Ejército Libre Sirio.

Al mismo tiempo, Assad describía la violencia como el producto de los terroristas y los extremistas suníes que buscaban dominar a las minorías alauíes, drusas, kurdas, cristianas y otros grupos. Trabajó asiduamente para avivar las llamas de la guerra civil sectaria y lo logró, considerando que hoy la principal razón para no intervenir para frenar los asesinatos es la imposibilidad de hacerlo de manera efectiva en un contexto de violencia sectaria.

Las organizaciones regionales siguen sin poder resolver los problemas regionales sin el liderazgo de una gran potencia. Turquía ha estado amenazando y reclamando una acción militar durante 18 meses, pero las autoridades estadounidenses dicen que los turcos, en realidad, no están dispuestos a hacer algo más que ofrecer respaldo a los refugiados y los combatientes de la oposición. Qatar y Arabia Saudita también están enviando armas a los grupos opositores sirios, pero la Liga Árabe y el Consejo de Cooperación del Golfo están paralizados. Sin una gran potencia dispuesta tanto a compartir el liderazgo como a empujar desde atrás, las organizaciones regionales no pueden tomar las riendas en su propio vecindario.

El sufrimiento humano, incluso a una escala masiva y desestabilizadora, no pondrá al mundo en acción. En una conversación reciente sobre Siria con un par de expertos reconocidos en el terreno de la política exterior, un participante sugirió que las fronteras actuales de Oriente Medio, trazadas en tiempos coloniales, no pueden perdurar y que es necesario volver a definirlas. Yo señalé la posibilidad de una conflagración en Oriente Medio equivalente a la Guerra de Treinta Años en Europa en la que, según se estima, fueron asesinados entre la mitad y las tres cuartas partes de la población de algunos de los estados participantes. Uno de mis interlocutores coincidió, pero dijo que no podíamos hacer nada para detenerlo, porque “ése es el período de la historia en el que estamos”.

A pesar de todas las proclamaciones piadosas del mundo sobre “nunca más”, un mantra que surge del Holocausto, los asesinatos masivos casi nunca motivan la intervención extranjera. Es sorprendente pensar que el mundo se movilizó de inmediato para expulsar a Irak de Kuwait en 1991, pero titubeó durante más de dos años mientras decenas de miles de sirios han sido asesinados, y su país, una cuna de civilización, quedó arrasado.

Suele decirse que la intervención “humanitaria” -una acción que está motivada por nuestra preocupación por el destino de los otros seres humanos- refleja una “preocupación moral”. ¿Pero cuántas guerras hacen falta para que entendamos que los asesinatos siempre engendran más asesinatos? La gente que es testigo de la matanza salvaje de sus hijos y sus padres, la violación de sus esposas, hijas y hermanas, y la destrucción injustificable de sus hogares y sus vidas nunca olvida. Lleva la venganza en su corazón de generación en generación, hasta que se hace una medida de justicia, alimentando su animosidad en conflictos gélidos que bloquean el crecimiento económico, impiden la formación de capital social y paralizan a las instituciones políticas.

Cuando ningún bando en una guerra tiene un motivo para dejar de pelear, una conferencia de paz no puede prosperar. En Siria, los argumentos morales, estratégicos y políticos convergen a favor de una acción decisiva para frenar los asesinatos, si no para siempre, al menos por ahora, para crear espacio para la paz. Pero si las lecciones de los últimos dos años sirven de guía, las ruedas de la violencia seguirán rodando.

Copyright Project Syndicate

Anne-Marie Slaughter, ex directora de planificación política en el Departamento de Estado norteamericano (2009-2011), es profesora de Política y Asuntos Internacionales en la Universidad de Princeton.

For additional reading on this topic please see:

Armed Conflict in Syria: US and International Response

Losing the Syrian Grassroots: Local Governance Structures Urgently Need Support

The Mythical Alliance: Russia’s Syria Policy


For more information on issues and events that shape our world please visit the ISN’s featured editorial content and Security Watch.

Categories
Uncategorized

Les leçons de la Syrie

Bashar al-Assad
Bashar al-Assad. Photo: James Gordon/flickr.

PRINCETON – Alors que les Etats-Unis et la Russie tentent de mettre sur pied une conférence qui réunirait les parties prenantes du conflit syrien autour de la table de négociations, les pays participants occidentaux potentiels pourraient, à tout le moins, réfléchir aux implications plus vastes qu’a ce conflit pour les dictatures et les démocraties dans le monde. En voici les premières leçons :

Les méchants aident leurs amis. Les Russes et les Iraniens sont prêts à tout pour maintenir le président Bachar el-Assad au pouvoir. Le Hezbollah, appuyé par l’Iran, s’est maintenant ouvertement engagé dans le conflit aux côtés du régime Assad. La Russie et l’Iran ont fourni des armes lourdes et d’autres formes d’assistance militaire au gouvernement syrien, dont une livraison par la Russie de missiles anti-navires sophistiqués, équipés de systèmes de radar avancés, qui devraient permettre à Assad de repousser ses ennemis et de se replier dans un mini-État alaouite comprenant le port de Tartous qui abrite une base navale russe.

La diplomatie sans la menace crédible d’un recours à la force sonne creux. « Parlez doucement et portez un gros bâton » conseillait Theodore Roosevelt. Le président Barack Obama préfère à juste titre que les Etats-Unis prennent la tête des affaires mondiales grâce à leur entregent civil plutôt qu’à leur puissance militaire. Il sait que les solutions militaires aux problèmes de politique étrangère sont extrêmement coûteuses et souvent contreproductives en termes de la sécurité et de la prospérité à long terme des Etats-Unis.

Mais la stratégie d’Obama relative à la Syrie semble être de « parler fort et de jeter son bâton ». Il a fait savoir à de multiples reprises (tout comme le secrétaire général de l’Otan Anders Fogh Rasmussen) qu’il ne souhaite pas d’intervention militaire en Syrie. Et quelle a été la réaction américaine à la dernière livraison de missiles par les Russes ? « Je crois avoir très clairement fait comprendre que nous préférerions que la Russie ne fournisse aucune assistance (à la Syrie) », a dit le secrétaire d’État John Kerry.

En éliminant la possibilité d’une intervention, l’administration Obama a renoncé à l’un de ses instruments clés de politique étrangère, incitant le gouvernement syrien et ses partisans à continuer à se battre jusqu’à ce qu’ils soient dans la position la plus avantageuse possible pour négocier un accord – cela étant, dans la mesure où ils ont un intérêt à négocier.

Si vous être un dictateur confronté à des manifestations prolongées, soyez aussi brutal que possible et encouragez les tueries de caractère confessionnel. Le drame syrien tient en partie à la nature prévisible du conflit. Entre mars et décembre 2011, des centaines de milliers de Syriens ont manifesté tous les vendredis, aspirant à la même libéralisation politique que revendiquaient les Tunisiens, les Égyptiens, les Yéménites, les Bahreïnis, les Jordaniens et d’autres peuples du Moyen-Orient et d’Afrique lors de ce qui a été appelé, de manière optimiste, le « printemps arabe ». Alors qu’ils n’étaient pas armés, les manifestants se sont fait tirer dessus par la police anti-émeute et des snipers du régime, jusqu’à ce qu’ils finissent par se constituer en petites milices locales pour se protéger – des milices qui se sont progressivement associées en une fédération informelle de forces connues aujourd’hui sous le nom de l’Armée syrienne libre.

Assad n’a cessé de dire que les violences étaient le fait de terroristes et d’extrémistes sunnites cherchant à assujettir les citoyens appartenant aux confessions minoritaires alaouites, druzes, kurdes, chrétiennes et autres. Il a assidûment attisé les flammes de cette guerre civile, réussissant à un point tel que la principale raison pour ne pas intervenir pour mettre fin au massacre est qu’il est impossible de le faire efficacement dans ce contexte de violence sectaire.

Les organisations régionales sont toujours incapables de résoudre les problèmes régionaux sans le concours des grandes puissances. La Turquie agite des menaces et appelle à l’action militaire depuis dix-huit mois, mais les autorités américaines estiment que les Turcs ne sont en fait pas prêts à aller au-delà d’un soutien aux réfugiés et aux combattants de l’opposition. Le Qatar et l’Arabie saoudite envoient aussi des armes aux groupes de l’opposition syrienne, mais la Ligue arabe et le Conseil de coopération du Golfe sont paralysés. Sans une grande puissance prête à la fois à prendre l’initiative et à œuvrer en coulisses pour faire avancer la situation, les organisations régionales ne peuvent gérer leur propre voisinage.

Les souffrances humaines, même à une échelle massive et déstabilisante, n’inciteront pas la communauté internationale à agir. Lors d’une conversation que j’ai eue récemment à propos de la Syrie avec deux experts en politique étrangère connus, l’un d’eux a suggéré que les frontières actuelles du Moyen-Orient, héritées de l’époque coloniale, ne pouvaient durer et devaient être redessinées. J’ai évoqué la possibilité d’un embrasement du Moyen-Orient équivalent à la Guerre de Trente Ans en Europe, au cours de laquelle la moitié, voire les trois-quarts de la population de certains pays belligérants sont morts. L’un de mes interlocuteurs a convenu que c’était possible, mais que rien ne pouvait être fait pour le prévenir parce que « nous sommes dans cette période-là de l’histoire ».

Malgré les vœux pieux du « jamais plus », issus de l’Holocauste, les atrocités à grande échelle ne motivent presque jamais une intervention étrangère. Il est étonnant de penser que la communauté internationale s’est immédiatement mobilisée pour expulser l’Irak du Koweït en 1991, mais qu’elle tergiverse depuis plus de deux ans pendant que meurent des dizaines de milliers de Syriens, et que leur pays, un berceau de la civilisation, est dévasté.

L’intervention « humanitaire » – une action motivée par notre souci quant au sort d’autres êtres humains – est souvent décrite comme étant le résultat d’une « préoccupation morale ». Mais combien de guerres faut-il pour comprendre que des meurtres ne génèrent toujours que plus de meurtres ? Ceux et celles qui voient leurs parents et enfants massacrés, le viol de leur femmes, sœurs et filles, et la destruction gratuite de leur foyer et de leurs moyens de subsistance, n’oublient pas. La vengeance est ancrée dans leur cœur, génération après génération, jusqu’à ce qu’un semblant de justice soit fait, nourrissant leur ressentiment sous forme de conflits gelés qui bloquent la croissance économique, empêchent la formation d’un capital social et paralysent les institutions politiques.

Lorsque aucune des parties n’a de raisons de cesser de se battre, une conférence de paix est vouée à l’échec. Dans le cas de la Syrie, les arguments moraux, stratégiques et politiques vont tous dans le sens d’une action décisive pour mettre fin aux massacres, si ce n’est pour toujours, au moins pour le moment, pour donner une chance à la paix. Mais s’il faut en croire les leçons des deux dernières années, les violences ne cesseront pas de sitôt.

Traduit de l’anglais par Julia Gallin

Copyright Project Syndicate


Anne-Marie Slaughter, ancienne directrice du centre de prospective du département d’État américain (2009-2011), est professeur de politique et en affaires internationales à l’université de Princeton.

For additional reading on this topic please see:

Armed Conflict in Syria: US and International Response

Losing the Syrian Grassroots: Local Governance Structures Urgently Need Support

The Mythical Alliance: Russia’s Syria Policy


For more information on issues and events that shape our world please visit the ISN’s featured editorial content and Security Watch.

Categories
Uncategorized

دروس من سوريا

Bashar al-Assad
Bashar al-Assad. Photo: James Gordon/flickr.

برينستون ــ في حين تحاول الولايات المتحدة وروسيا التوسط لعقد المؤتمر الذي قد يأتي بالأطراف المختلفة في الصراع السوري إلى طاولة المفاوضات، فيتعين على المشاركين المحتملين من الغرب على الأقل أن يفكروا في العواقب الأكبر التي قد يجلبها الصراع السوري على الطغاة والديمقراطيات في مختلف أنحاء العالم. وإليكم الدروس المستخلصة حتى الآن:

الأشرار يسارعون إلى مساعدة أصدقائهم. فالروس والإيرانيون على استعداد للقيام بكل ما يلزم لإبقاء الرئيس بشار الأسد في السلطة. أما حزب الله، الذي تجهزه إيران بالعدة والعتاد، فقد انتقل الآن علناً إلى ساحة المعركة لدعم نظام الأسد. وتحرص روسيا وإيران على إبقاء الحكومة السورية مجهزة بالأسلحة الثقيلة وغير ذلك من المساعدات العسكرية، بما في ذلك شحنات روسية من الصواريخ المتطورة المضادة للسفن مع أنظمة رادار متقدمة. وهذا من شأنه أن يساعد الأسد في حماية جميع القادمين إلى الدويلة العلوية التي سوف تشمل مرافق الميناء التي تستأجرها روسيا في طرطوس.

الدبلوماسية في غياب تهديد حقيقي باستخدام القوة هي مجرد كلام أجوف. “تكلم بلطف واحمل عصا غليظة”، هكذا كانت نصيحة تيودور روزفلت. الواقع أن الرئيس باراك أوباما يرغب عن حق في حمل لواء القيادة في الشؤون العالمية باستخدام القوة المدنية أكثر من القوة العسكرية؛ وهو يدرك أن الحلول العسكرية لمشاكل السياسة الخارجية باهظة التكاليف وكثيراً ما تكون هدّامة فتأتي بنتائج عكسية في ما يتصل بتعزيز أمن الولايات المتحدة وازدهارها في الأمد البعيد.

بيد أن الاستراتيجية التي ينتهجها أوباما في التعامل مع سوريا وكأنه تسير على مبدأ “تكلم بصخب وألق عصاك بعيدا”. فقد أوضح أوباما مراراً وتكرارا (كما فعل الأمين العام لمنظمة حلف شمال الأطلسي أندرس فوج راسموسين) أنه ليس له مصلحة في التدخل عسكرياً في سوريا. وكيف كانت استجابة الولايات المتحدة لأحدث شحنة صواريخ روسية؟ قال وزير الخارجية الأميركي جون كيري: “أعتقد أننا أوضحنا تماماً أننا نفضل لو تمتنع روسيا عن تقديم المساعدة”.

لقد تخلت الولايات المتحدة عن واحدة من أكثر أدواتها أهمية في السياسة الخارجية، فخلقت بذلك الحافز لدى الحكومة السورية ومؤيديها للاستمرار في القتال إلى أن يصبحوا في أفضل موقف ممكن في التفاوض عل التسوية ــ هذا إذا كان لديهم أي حافز للتفاوض على الإطلاق.

إذا كنت حاكماً مستبداً تواجه احتجاجات سياسية مستمرة، فكن وحشياً قدر الإمكان وحرض على القتل الطائفي. إن جزءاً من وجيعة سوريا ينبع من الطبيعة ذاتية التحقق التي يتسم بها الصراع. فمنذ شهر مارس/آذار إلى ديسمبر/كانون الأول 2011، يخرج مئات الآلاف من السوريين كل يوم جمعة في مسيرات، للمطالبة بنفس التحرر السياسي الذي سعى إلى تحقيقه التونسيون، والمصريون، واليمنيون، والبحرينيون، والأردنيون، وغيرهم في مختلف أنحاء الشرق الأوسط وشمال أفريقيا في إطار ما أطلق عليه تفاؤلا “الربيع العربي”. ولكن ما حدث هو أن شرطة مكافحة الشغب وقناصة الحكومة أطلقوا عليهم في الشوارع، إلى أن بدءوا أخيراً في تشكل مليشيات محلية صغيرة للحماية الذاتية ــ وهي المليشيات التي تحولت تدريجياً إلى اتحاد طليق غير منضبط من القوات التي أصبحت تعرف الآن باسم الجيش السوري الحر.

وفي الوقت نفسه، كان الأسد يصف العنف باعتباره من إنتاج الإرهابيين والمتطرفين السُنّة الذي يسعون إلى فرض سيادتهم على الأقلية العلوية، والدروز، والأكراد، والمسيحيين، وغير ذلك من الجماعات. وعمل بدأب على تأجيج نيران الحرب الأهلية الطائفية، فنجح إلى الحد الذي أصبح معه الآن السبب الرئيسي لعدم التدخل لوقف القتل هو استحالة القيام بذلك بشكل فعّال في بيئة من العنف الطائفي.

لا تزال المنظمات الإقليمية عاجزة عن حل المشاكل الإقليمية بدون الانضواء تحت لواء قوة عظمى. كانت تركيا تهدد وتدعو إلى التحرك العسكري طيلة ثمانية عشر شهرا، ولكن المسؤولين في الولايات المتحدة يزعمون أن الأتراك ليسوا في واقع الأمر على استعداد للقيام بأي شيء يزيد على تقديم المساعدات للاجئين ومقاتلي المعارضة. وترسل قطر والمملكة العربية السعودية أيضاً الأسلحة إلى جماعات المعارضة السورية، ولكن جامعة الدول العربية ودول مجلس التعاون الخليجي مصابة بالشلل. وفي غياب قوة عظمى راغبة في تقاسم القيادة ودفع الطرف الذي تناصره من الخلف، فإن المنظمات الإقليمية عاجزة عن تولي المسؤولية في الجوار.

المعاناة الإنسانية، حتى وإن كانت على نطاق هائل وبدرجة مزعزعة للاستقرار، لا تكفي لدفع العالم إلى التحرك. في محادثة جرت مؤخراً حول سوريا مع اثنين من خبراء السياسة الخارجية البارزين، اقترح أحد المشاركين أن الحدود الحالية للشرق الأوسط، والتي رسمت في زممن الاستعمار، من غير الممكن أن تستمر ولابد من إعادة رسمها. وقد أشرت إلى إمكانية اشتعال الشرق الأوسط على نحو أشبه بحرب الثلاثين عاماً في أوروبا، والتي حصدت من الأرواح طبقاً لبعض التقديرات ما بين نصف إلى ثلاثة أرباع سكان بعض الدول المشاركة. واتفق معي أحد محاوري، ولكنه قال إننا لا نستطيع أن نفعل أي شيء لمنع أمر كهذا، لأن “هذه هي الفترة من التاريخ التي نعيش فيها”.

وبرغم كل الإعلانات القويمة الورعة عن “عدم تكرار ذلك أبدا”، وهو الشعار الناشئ عن الهولوكوست (المحرقة)، فإن القتل بالجملة يكاد لا يستحث التدخل الأجنبي على الإطلاق. وإنه لأمر مذهل أن نتصور كيف حشد العالم قواه على الفور لدفع العراق إلى الخروج من الكويت في عام 1991، ولكنه ظل مرتعشاً متردداً لأكثر من عامين في حين يُقتَل عشرات الآلاف من السوريين، وتتحول بلدهم، مهد الحضارة، إلى خراب تام.

إن التدخل “الإنساني” ــ التحرك بدافع من قلقنا على مصير إخواننا في الإنسانية ــ كثيراً ما يوصف بأنه يعكس “اهتماماً أخلاقيا”. ولكن كم قد يستغرق الأمر من حروب قبل أن ندرك أن القتل يجلب دوماً المزيد من القتل؟ إن من يشاهدون ذبح أبنائهم وآبائهم، واغتصاب زوجاتهم وبناتهم وأخواتهم، والتدمير الوحشي لمساكنهم وسبل معيشتهم لا ينسون. بل إنهم يحملون بذرة الانتقام في قلوبهم من جيل إلى جيل، إلى أن يشهدوا قدراً من العدالة، فيرعون عداوتهم في صراعات مجمدة تعيق النمو الاقتصادي، وتمنع تكوين رأس المال الاجتماعي، وتصيب المؤسسات السياسية بالشلل.

وعندما لا يكون لدى أي طرف في حرب من الأسباب ما قد يدفعه إلى الكف عن القتال، فلن يكتب النجاح لأي مؤتمر سلام. وفي سوريا، تتلاقى كل الحجج الأخلاقية والاستراتيجية والسياسية لصالح اتخاذ تحرك حاسم لوقف القتل، وإن لم يكن إلى الأبد فعلى الأقل للوقت الراهن، من أجل خلق حيز للسلام. ولكن إذا كان لنا أن نسترشد بدروس العامين الماضيين، فسوف ندرك أن عجلة العنف ستستمر في  الدوران.

ترجمة: مايسة كامل          Translated by: Maysa Kamel

Copyright Project Syndicate

آن ماري سلوتر مدير تخطيط السياسات في وزارة الخارجية الأميركية سابقا (2009-2011)، وأستاذ السياسة والشؤون الدولية في جامعة برينستون.

For additional reading on this topic please see:

Armed Conflict in Syria: US and International Response

Losing the Syrian Grassroots: Local Governance Structures Urgently Need Support

The Mythical Alliance: Russia’s Syria Policy


For more information on issues and events that shape our world please visit the ISN’s featured editorial content and Security Watch.