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Larga vida al auge chino

Electronics factory in Shenzhen, China
Electronics factory in Shenzhen, China. Photo: glue works/Wikimedia Commons.

BEIJING – Después de tres décadas de crecimiento del PIB a un ritmo anual promedio del 9,8%, la expansión económica de China lleva trece trimestres consecutivos de desaceleración. Es la primera vez que se observa un período de desaceleración tan prolongado desde que en 1979 se lanzó la política de “reforma y apertura”. En el segundo trimestre de este año, el PIB real creció a un ritmo anual de solamente el 7,5% (igual a la meta fijada por el gobierno chino al comenzar el año). Muchos indicadores señalan que esta desaceleración económica continuará, y los inversores son cada vez más pesimistas respecto del futuro de China. ¿Puede China experimentar un colapso?

De hecho, muchas otras economías emergentes de crecimiento rápido han sufrido (incluso más que China) la caída de la demanda global derivada del continuo recorte de gastos en las economías de altos ingresos desde la crisis financiera de 2008. Por ejemplo, el crecimiento del PIB brasileño se desaceleró abruptamente, de 7,5% en 2010 a 2,7% en 2011 y apenas 0,9% en 2012, mientras que en el mismo período, la tasa de crecimiento de India se redujo de 10,5% a 3,2%.

Además, muchas nuevas economías industriales (NEI) de altos ingresos con pocos problemas estructurales tampoco se libraron de los efectos de la crisis de 2008. El crecimiento del PIB de Corea del Sur se redujo de 6,3% en 2010 a 3,7% en 2011 y 2% en 2012; el de Taiwán cayó de 10,7% a 1,3% en el mismo período; y el de Singapur se hundió desde 14,8% hasta 1,3%.

Esto da motivos para pensar que la desaceleración de China después del primer trimestre de 2010 se debe ante todo a una combinación de factores externos y cíclicos. Puesto frente a una perturbación procedente del exterior, el gobierno chino debe y puede mantener una tasa de crecimiento del 7,5%, apelando para ello a medidas de política fiscal anticíclicas y proactivas, sin dejar de mantener al mismo tiempo una política monetaria prudente. Después de todo, China cuenta con un nivel elevado de ahorro público y privado, reservas externas que superan los 3,3 billones de dólares y amplio margen para la modernización industrial y la mejora de infraestructuras.

De hecho, China puede mantener un 8% de crecimiento anual del PIB durante muchos años, porque en la actualidad, el crecimiento económico es un proceso continuo de innovación tecnológica y modernización industrial. Por supuesto, esto vale tanto para países desarrollados como en vías de desarrollo. Pero entre unos y otros hay una diferencia importante. Desde la Revolución Industrial, los países desarrollados siempre han estado a la vanguardia mundial del avance tecnológico e industrial, lo que los obligó a invertir en actividades locales de investigación y desarrollo, con los costos y riesgos que ello supone.

En cambio, las tecnologías e industrias existentes en los países en desarrollo suelen ir por detrás de la vanguardia, de modo que estos países disfrutan de la “ventaja del recién llegado”: pueden lograr innovación tecnológica y modernización industrial por medio de la imitación, la importación y la integración de tecnologías e industrias existentes, todo lo cual implica costos de I+D mucho menores.

En teoría, cualquier país en desarrollo que pueda aprovechar la ventaja del recién llegado para lograr la modernización tecnológica e industrial podrá crecer más rápido que los países desarrollados; cuánto más rápido, eso es una cuestión empírica. Según la Comisión sobre Crecimiento dirigida por el Premio Nobel Michael Spence, después de la Segunda Guerra Mundial trece economías aprovecharon su condición de “recién llegadas” para sostener tasas de crecimiento anual del PIB del orden del 7% o superiores (al menos el doble del ritmo de crecimiento de los países desarrollados) durante 25 años o más.

China se integró a este grupo de trece economías después de 1979. Puesto que sus 33 años de crecimiento económico acelerado se explican en virtud de su condición de recién llegada, la clave para comprender su capacidad de mantener un crecimiento veloz en el futuro radica en estimar cuánto queda todavía de esa ventaja.

Para dicho cálculo, resulta útil tomar como indicador aproximado el PIB per cápita, que refleja la productividad media de la mano de obra de un país y su grado general de avance tecnológico e industrial. Es decir: la diferencia entre el PIB per cápita de China y el de los países desarrollados representará, en esencia, la diferencia de los respectivos grados de avance tecnológico e industrial en términos generales.

Según las estimaciones más actualizadas efectuadas por el difunto historiador de la economía Angus Maddison, el PIB per cápita de China en 2008 fue 6.725 medido en dólares de 1990, igual en ese momento al 21% del PIB per cápita de Estados Unidos. Esta diferencia es aproximadamente la misma que Estados Unidos tenía con Japón en 1951, con Singapur en 1967, con Taiwán en 1975 y con Corea del Sur en 1977; cuatro economías que también forman parte del grupo de trece economías exitosas estudiadas por la Comisión sobre Crecimiento. Japón aprovechó la ventaja del recién llegado para impulsar su tasa de crecimiento anual hasta el 9,2% a lo largo de los 20 años que siguieron, mientras que Singapur logró un 8,6%, Taiwán un 8,3% y Corea del Sur un 7,6%.

Si la ventaja del recién llegado implícita en la diferencia de ingresos entre las cuatro NEI y Estados Unidos permitió a aquellas sostener tasas de crecimiento anual promedio del PIB de entre 7,6% y 9,2% durante 20 años, China también debería poder crecer a un ritmo del 8% anual durante el período que va de 2008 a 2028. Para hacer realidad este potencial de crecimiento derivado de su condición de recién llegada, China necesita, sobre todo, profundizar sus reformas de mercado, encarar diversos problemas estructurales y desarrollar su economía de acuerdo con sus ventajas comparativas.

Traducción: Esteban Flamini

Copyright Project Syndicate.

Justin Yifu Lin, ex economista principal y vicepresidente sénior en el Banco Mundial, es profesor y decano honorario de la Escuela Nacional de Desarrollo de la Universidad de Pekín y director fundador del Centro de Investigación Económica de China.


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Long Live China’s Boom

Electronics factory in Shenzhen, China
Electronics factory in Shenzhen, China. Photo: glue works/Wikimedia Commons.

BEIJING – After three decades of 9.8% average annual GDP growth, China’s economic expansion has been slowing for 13 consecutive quarters – the first such extended period of deceleration since the “reform and opening up” policy was launched in 1979. Real GDP grew at an annual rate of only7.5% in the second quarter of this year (equal to the target actually set by the Chinese government at the beginning of this year). Many indicators point to further economic deceleration, and there is a growing bearishness among investors about the outlook for China. Will China crash?

Longue vie au boom chinois

Electronics factory in Shenzhen, China
Electronics factory in Shenzhen, China. Photo: glue works/Wikimedia Commons.

BEIJING – Après trois décennies de croissance annuelle du PIB à 9,8% de moyenne, l’expansion économique de la Chine a ralenti durant 13 trimestres consécutifs – la première période de décélération aussi longue depuis le lancement de la politique de « réforme et ouverture » en 1979. Le PIB réel a progressé à un taux annuel de seulement 7,5% au deuxième trimestre de cette année (ce qui correspond à la cible effectivement fixée par le gouvernement chinois au début de cette année). De nombreux indicateurs laissent penser que la décélération économique va continuer, et les investisseurs sont de plus en plus pessimistes quant aux perspectives de la Chine. Le pays va-t-il s’effondrer ?

En fait, beaucoup d’autres économies émergentes à croissance rapide ont souffert – dont certaines plus que la Chine – de la baisse de la demande mondiale résultant de la réduction des dépenses en cours dans les économies à revenu élevé depuis la crise financière de 2008. Par exemple, la croissance du PIB au Brésil a fortement ralenti, passant de 7,5% en 2010 à 2,7% en 2011 et à seulement 0,9% en 2012, tandis que le taux de croissance de l’Inde a diminué de 10,5% à 3,2% au cours de la même période.

En outre, de nombreux pays nouvellement industrialisés (NIEs) à revenu élevé et connaissant peu de problèmes structurels n’ont pas été épargnés par les effets de la crise de 2008. La croissance du PIB de la Corée du Sud a diminué de 6,3% en 2010 à 3,7% en 2011 et à 2% en 2012, Taiwan est passée de 10,7% à 1,3% sur la même période et Singapour a chuté de 14,8% à 1,3%.

Compte tenu de cela, le ralentissement économique de la Chine depuis le premier trimestre de 2010 a apparemment été causé principalement par des facteurs externes et cycliques. Face à un choc externe, le gouvernement chinois doit et peut maintenir un taux de croissance de 7,5% en prenant des mesures de politique budgétaire anticycliques et proactives, tout en maintenant une politique monétaire prudente. Après tout, la Chine dispose d’un taux d’épargne publique et privée important, de réserves de change supérieures à 3,3 trillions de dollars et d’un grand potentiel de modernisation industrielle et d’amélioration de son infrastructure.

En effet, la Chine peut maintenir un taux de croissance annuelle du PIB de 8% durant les années à venir, car la croissance économique moderne est un processus d’innovation technologique continue et de modernisation industrielle. Bien sûr, cela vaut aussi bien pour les pays développés que pour les pays en développement. Néanmoins, les pays développés diffèrent des pays en développement selon une dimension importante. Depuis la révolution industrielle, les pays développés ont toujours été à la frontière technologique et industrielle mondiale, ce qui les a obligé à investir dans des processus de recherche et le développement indigènes coûteux et risqués.

En revanche, les technologies et les industries existantes dans les pays en développement sont en général bien en deçà de la frontière mondiale. En conséquence, ils bénéficient de « l’avantage du retardataire » : l’innovation technologique et la modernisation industrielle peuvent être atteintes par l’imitation, l’importation et / ou l’intégration des technologies et industries existantes, ce qui implique des coûts de R&D beaucoup plus faibles.

En théorie, tout pays en développement qui parvient à tirer parti de son avantage du retardataire en vue de moderniser sa technologie et son industrie peut croître plus rapidement que les pays développés. Dans quelle mesure est une question empirique. Selon la Commission sur la croissance dirigée par le prix Nobel Michael Spence, 13 économies ont profité pleinement de leur statut de retardataire après la Seconde Guerre mondiale et ont affiché des taux de croissance annuelle de leur PIB de 7% ou plus – au moins deux fois plus élevés que les taux de croissance des pays développés – durant 25 ans ou plus.

La Chine est devenue l’une des 13 économies après 1979. Parce que le statut de retardataire du pays explique ses 33 années de croissance économique rapide, la clé pour comprendre son potentiel de croissance rapide à l’avenir réside dans l’estimation de l’importance de ces avantages aujourd’hui.

Le PIB par habitant, qui reflète la productivité moyenne du travail d’un pays et sa réussite technologique et industrielle globale, est un indicateur utile pour estimer l’avantage du retardataire. Autrement dit, l’écart entre le PIB par habitant de la Chine et les pays développés reflète essentiellement l’écart en termes de réussite technologique et industrielle globale.

Selon les estimations les plus récentes, par feu l’historien de l’économie Angus Maddison, le PIB par habitant de la Chine en 2008, exprimé en en dollars de 1990, était de 6,725 dollars, ce qui représente 21% du PIB par habitant observé aux États-Unis. C’est à peu près le même écart qui existait entre les Etats-Unis et le Japon en 1951, Singapour en 1967, Taïwan en 1975 et la Corée du Sud en 1977 – quatre pays qui sont aussi parmi les 13 économies prospères étudiées par la Commission sur la croissance. En exploitant leur avantage du retardataire, le taux de croissance annuel moyen au Japon a grimpé à 9,2% au cours des 20 années suivantes, comparativement à 8,6% à Singapour, 8,3% à Taïwan et de 7,6% en Corée du Sud.

Si l’avantage du retardataire impliqué par l’écart de revenu entre les quatre NIEs et les États-Unis a permis aux NIEs d’atteindre des taux de croissance annuelle du PIB en moyenne entre 7,6% et 9,2% depuis 20 ans, le potentiel de croissance annuelle de la Chine devrait être un semblable 8% pour la période 2008-2028. Afin de réaliser son potentiel de croissance en tant que retardataire, la Chine a besoin, avant tout, d’approfondir ses réformes orientées vers le marché, répondre à divers problèmes structurels et développer son économie en fonction de ses avantages comparatifs.

Traduit de l’anglais par Timothée Demont

Copyright Project Syndicate.

Justin Yifu Lin, ancien économiste en chef et vice-président senior à la Banque mondiale, est professeur et doyen honoraire de la National School of Development à Peking University et le directeur fondateur du China Center for Economic Research.

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Exiting from Monetary Stimulus: A Better Plan for the Fed

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Cuando las palomas de la inflación lloran

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Dollar bills. Photo: 401(K) 2012/flickr.

PITTSBURGH – The Wall Street Journal recientemente publicó un artículo en la portada donde decía que las “palomas” de la política monetaria, que habían pronosticado una inflación baja en Estados Unidos, pudieron más que los “halcones”, para quienes las compras mensuales por parte de la Fed de títulos a largo plazo, o el llamado alivio cuantitativo (QE por su sigla en inglés), generarían un alza más rápida de los precios. El informe era correcto pero engañoso, ya que no mencionaba por qué hoy hay tan poca inflación en Estados Unidos. ¿Las palomas estaban en lo cierto o simplemente tuvieron suerte?

La Junta de la Reserva Federal de Estados Unidos ha bombeado billones de dólares de reservas, pero nunca tantas reservas produjeron tan poco crecimiento monetario. Ni los halcones ni las palomas (ni nadie) esperaban eso.

Los monetaristas insisten en que las economías experimentan inflación cuando el crecimiento de la masa monetaria excede persistentemente el crecimiento de la producción. Eso todavía no ha sucedido, de manera que la inflación aún no se produjo.

En lugar de rechazar la teoría y la historia monetaria, el ejército de adivinos de Wall Street debería mirar más allá de las gacetillas de prensa de la Fed y preguntarse: ¿tiene sentido tirar por la borda siglos de experiencia? ¿Realmente confiamos tanto en que la Fed ha encontrado un nuevo camino?

La Fed ha mandado a imprimir nuevas reservas bancarias con imprudente desenfreno. Pero casi todas las reservas descansan ociosas en los balances de los bancos comerciales. Para los 12 meses que culminaron en julio, la Reserva Federal de St. Louis informa que las reservas del banco aumentaron el 31%. Durante el mismo período, una medida de crecimiento monetario comúnmente utilizada, M2, subió apenas el 6,8%. Ningún monetarista en su sano juicio piensa que esos números predicen la inflación actual.

De hecho, casi todas las reservas incorporadas en la segunda y tercera ronda de QE, más del 95%, descansan como exceso de reservas. Nadie las presta, nadie las pide prestadas y nunca se las utiliza para aumentar el dinero en circulación. La Fed les paga a los bancos 0,25% para mantenerlas ociosas.

Con un exceso de reservas de 2 billones de dólares, y la perspectiva de que se sumen 85.000 millones de dólares todos los meses, los bancos reciben 5.000 millones de dólares al año, y más, sin asumir ningún riesgo. Para los banqueros, esa es una bonanza, pagada con dinero que la Fed normalmente le pagaría al Tesoro de Estados Unidos. Y, para colmo de males, aproximadamente la mitad del pago va a sucursales de bancos extranjeros.

En tiempos normales, existen razones válidas para pagar intereses sobre los excesos de reservas. En la actualidad, en cambio, es decididamente contraproducente. Los préstamos bancarios han comenzado a aumentar, pero los pequeños prestatarios, los nuevos prestatarios y las compañías flamantes normalmente reciben un no como respuesta.

Las bajas tasas de interés actuales no cubren el riesgo que asumirían los bancos. Sin duda, podrían subir la tasa para los prestatarios nuevos y pequeños; pero, en el clima político actual, se los acusaría de sofocar la recuperación económica si así lo hicieran.

La nueva Junta de Protección Financiera del Consumidor también es un factor de disuasión, ya que los bancos la consideran más segura que prestarle al gobierno, las grandes corporaciones y los especuladores gigantes de bienes raíces. Los bancos pueden presentar ganancias récord sin demasiado riesgo, reconstruir capital y pagar dividendos y sobresueldos. Y la Fed puede felicitarse a sí misma por la manera básicamente inadvertida en que los grandes bancos han utilizado el dinero de los contribuyentes.

En lugar de seguir transitando este camino inútil, la Fed debería poner fin a su QE3 de final abierto ahora. Debería dejar de pagar intereses sobre el exceso de reservas hasta que la economía de Estados Unidos regrese a una situación más normal. Más importante aún, debería anunciar una estrategia para eliminar el volumen masivo de estas reservas.

Estoy asombrado, y francamente horrorizado, por el hecho de que la Fed no explique cómo llevará  su balance a un nivel no inflacionario. Los anuncios hasta la fecha no hacen más que fomentar la incertidumbre sin decirle a la población nada útil. Vender 2 billones de dólares de reservas demorará años. Debe hacer algo más que repetir que la Fed puede aumentar las tasas de interés que se pagan por las reservas para alentar a los bancos a no desprenderse de ellas. Exigirá una estrategia claramente formulada y ampliamente entendible -como la que Paul Volcker presentó en 1979-1982- para llevar a cabo la tarea.

¿El fin del QE debería producirse en septiembre, en diciembre o después? ¿Importa? Históricamente, la Fed ha respondido con lentitud a la inflación. Esperar a que la inflación esté entre nosotros, como proponen algunos, es lo habitual. Pero eso sólo alimenta las expectativas inflacionarias y hace que la tarea resulte más dolorosa.

¿Y hasta dónde llevará las tasas de interés la Fed? Una vez que las tasas llegan al 5% o 6%, suponiendo que la inflación permanece dormida, la Fed puede esperar una reacción violenta del Congreso, del gobierno, de los sindicatos, de los constructores y otros.

Cuando contemplamos las consecuencias de esto, debemos tener en cuenta que el 40% de la deuda del gobierno de Estados Unidos vence en dos años. Refinanciarla a tasas más altas del 4% o 5% sumaría más de 100.000 millones de dólares al déficit presupuestario. Y eso es sólo los dos primeros años. El costo presupuestario aumenta cada año, ya que se refinancia más deuda -y eso no incluye la deuda de las agencias y el gran incremento en el déficit de cuenta corriente para pagar a China, Japón y otros tenedores extranjeros de deuda estadounidense.

Quienes creen que la inflación se mantendrá baja deberían mirar con mayor atención y pensar con mayor claridad. Existen infinidad de buenos libros de texto que explican lo que muchos responsables de políticas y participantes del mercado financiero preferirían olvidar.

Copyright Project Syndicate.

Allan H. Meltzer, profesor universitario de Políticas Públicas en la Carnegie Mellon University y miembro visitante distinguido en la Hoover Institution, es el autor de A History of the Federal Reserve.


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Quand déchantent les colombes de l’inflation

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Dollar bills. Photo: 401(K) 2012/flickr.

PITTSBURGH – The Wall Street Journal a récemment publié un article à la une selon lequel la politique monétaire des « colombes », qui avaient parié sur une inflation faible aux Etats-Unis, a obtenu un meilleur résultat que celle des « faucons », qui avaient fait valoir que des achats mensuels par la Fed de titres à long terme, connus sous le nom d’assouplissement quantitatif, déclencheraient une hausse des prix plus rapide. Ce compte-rendu était correct mais trompeur, car il a omis de mentionner la raison pour laquelle il y a aujourd’hui si peu d’inflation aux États-Unis. Les colombes ont-elles eu raison, ou bien ont-elles tout simplement eu de la chance ?

Le conseil d’administration de la Réserve fédérale des Etats-Unis a pompé des trillions de dollars de réserves, mais jamais tant de réserves n’ont produit une si faible une croissance monétaire. Ni les faucons ni les colombes (ni personne d’autre) ne s’y attendait.

Les monétaristes insistent sur le fait que les économies subissent l’inflation quand la croissance de la masse monétaire excède de façon continue la croissance de la masse monétaire. Comme cela ne s’était pas encore produit, l’inflation a donc été reportée.

Au lieu de rejeter la théorie et l’histoire monétaires, l’armée des devins de Wall Street aurait dû accorder moins d’importance aux communiqués de presse de la Réserve fédérale et se poser ces deux questions : Est-il pertinent de fouler aux pieds des siècles d’expérience ? Sommes-nous vraiment si assurés que la Fed ait trouvé une nouvelle méthode ?

La Fed a émis sans ménagement des nouveaux fonds de réserve. Mais la quasi-totalité des réserves sont restées inertes sur les bilans des banques commerciales. Sur une période de 12 mois clôturée en juillet, la Fed de Saint-Louis estime que les réserves ont connu une croissance de 31%. Durant la même période, un outil fréquemment utilisé pour estimer la croissance monétaire, le M2, n’a augmenté que de 6,8%. Aucun monétariste sérieux ne pense que ces chiffres prédisent l’inflation actuelle.

En effet presque toutes les réserves ajoutées lors des deuxième et troisième tours d’assouplissement quantitatif, soit plus de 95%, sont immobilisées en réserves excédentaires, ni prêtées ni empruntées ni jamais utilisées pour augmenter la quantité de monnaie en circulation. La Réserve Fédérale paie 0,25% aux banques pour ne pas les utiliser.

Avec 2 trillions de réserves excédentaires et la perspective de 85 milliards de dollars de plus  chaque mois, les banques reçoivent 5 milliards de dollars par an, sans prendre le moindre risque, et cette tendance est en hausse. C’est une aubaine pour les banquiers, payés sur des sommes que la Fed devrait normalement verser au Trésor américain. Pour couronner le tout, environ la moitié du paiement va aux succursales de banques étrangères.

En temps normal, il existe des raisons valables pour payer des intérêts sur des réserves excédentaires. Actuellement cependant, ceci est tout bonnement contre-productif. Les prêts bancaires ont commencé à augmenter, alors qu’on les refuse régulièrement aux petits emprunteurs, aux nouveaux emprunteurs et aux start-ups.

Les faibles taux d’intérêt actuels ne couvrent pas le risque que les banques souhaitent prendre. Les banques pourraient sans doute augmenter leurs taux pour les nouveaux et petits emprunteurs, mais dans le climat politique actuel, elles seraient alors accusées d’étouffer la reprise économique.

Le nouveau Consumer Financial Protection Board est aussi un outil dissuasif, car les banques jugent plus prudent de prêter au gouvernement, aux grandes entreprises et aux grands spéculateurs immobiliers. Les banques peuvent afficher des bénéfices records sans grand risque, reconstituer leurs fonds propres et payer des dividendes et des primes. Et la Fed peut se féliciter de la façon très discrète dont les grandes banques ont utilisé l’argent des contribuables.

Au lieu de continuer dans cette voie futile, la Fed devrait mettre fin maintenant à son assouplissement quantitatif à capital variable QE3. Il faut arrêter de payer des intérêts sur les réserves excédentaires jusqu’à ce que l’économie américaine reprenne un cours normal. Plus important encore, elle devrait annoncer une stratégie visant à éliminer le volume énorme de ces réserves.

Je suis perplexe et franchement consterné par le refus de la Fed d’expliquer comment elle va restaurer son bilan à un niveau non inflationniste. Les déclarations ne font à ce jour qu’augmenter l’incertitude sans rien annoncer d’utile à l’opinion publique. Il faudra des années pour vendre 2 trillions de dollars de réserves. Il faut faire plus que répéter que la Fed peut augmenter les taux d’intérêt payés sur les réserves pour encourager les banques à les conserver. Il faudra une stratégie clairement formulée et largement comprise, comparable à celle présentée par Paul Volcker en 1979-1982, pour mener à bien cette tâche.

La fin de l’assouplissement quantitatif doit-elle prendre effet en septembre, en décembre, ou plus tard ? Quelle importance ? Historiquement la Fed est en général lente à réagir à l’inflation. La manière traditionnelle, préconisée par certaines personnes, consiste à attendre que l’inflation arrive. Mais cela ne fait qu’alimenter les anticipations d’inflation et que rendre la tâche plus ardue.

Et jusqu’où la Fed va-t-elle faire monter les taux d’intérêt ? Une fois que les taux auront atteint 5% ou 6%, en supposant que l’inflation reste en sommeil, la Fed pourra s’attendre entre autres choses à un retour de bâton du Congrès, de l’administration, des syndicats, des promoteurs immobiliers.

Pour mesurer les conséquences de ce phénomène, il faut se souvenir que 40% de la dette du gouvernement américain arrive à échéance dans deux ans. La reconduire à des taux supérieurs à 4% ou 5% ajouterait plus de 100 milliards de dollars au déficit budgétaire. Et ce chiffre ne concerne que les deux premières années. Le coût budgétaire augmente chaque année, en plus de la reconduction de la dette et ceci ne comprend pas l’endettement par émissions directes des organismes gouvernementaux, ni la forte augmentation du déficit du compte courant à payer à la Chine, au Japon et à d’autres détenteurs étrangers de la dette américaine.

Ceux qui croient que l’inflation restera faible devraient y regarder de plus près et y réfléchir à deux fois. Beaucoup de bons manuels expliquent ce que de trop nombreux décideurs et acteurs des marchés financiers préfèreraient oublier.

Traduit de l’anglais par Stéphan Garnier.

Copyright Project Syndicate.

Allan H. Meltzer, professeur à l’Université de politique publique à la Carnegie Mellon University et chercheur émérite détaché à la Hoover Institution, est l’auteur de A History of the Federal Reserve.


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