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Las perspectivas europeas de Rusia

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EU-Russia Summit in 2011
EU-Russia Summit, Nizhny Novgorod, 9 and 10 June 2011. Photo: President of the European Council/flickr.

MOSCÚ – En 1966, la visión de Charles de Gaulle de una Europa “que se extienda desde el Atlántico hasta los Urales” era provocativa. Hoy en día, el presidente ruso Vladimir Putin ha avanzado un objetivo aún más ambicioso: “un mercado común que se extiende desde el Atlántico hasta el Pacífico”

En la carrera hacia la globalización, las apuestas son altas, tanto para Rusia y Europa. Si Rusia continúa en su curso actual, dirigiéndose a ser exclusivamente un productor de materias prima, no sólo va a ser cada vez más vulnerable a las fluctuaciones de los precios mundiales de la energía, pero su potencial científico, cultural y educativo se deteriorará aún más, y con el tiempo despojará al país de su influencia mundial.

Si Europa, por su parte, no responde a los retos del siglo XXI, se enfrentará a un estancamiento económico crónico, a un aumento de la tensión social y a inestabilidad política. De hecho, la producción industrial se traslada hacia el este de Asia y la innovación continúa ubicada en América del Norte; y, Europa corre el riesgo de perder su posición en los mercados internacionales más atractivos. Como resultado, el proyecto europeo en sí podría ser puesto en duda.

Para evitar estos resultados, Rusia y Europa deben identificar dónde convergen sus intereses, y deben trabajar para establecer una asociación mutuamente beneficiosa en esas áreas. Pero, con el fin de fomentar esta asociación, primero tienen que alterar sus percepciones negativas que tienen uno del otro y viceversa.

Muchos rusos no consideran a Europa como un socio político y económico, o incluso como un aliado. En su opinión, Europa ya ha perdido la batalla por la innovación y el desarrollo económico, y gradualmente se está convirtiendo en un “museo industrial”. Rusia, en su opinión, debe formar asociaciones con países más dinámicos.

Del mismo modo, muchos europeos creen que, si bien una asociación con Rusia puede considerarse como un activo ahora, corroería la política y las economías europeas en el largo plazo. Si Europa quiere liderar y prosperar, de acuerdo con este punto de vista, debería limitar sus lazos con Rusia tanto como sea posible.

Disputas en curso entre Rusia y la Unión Europea reflejan esta desconfianza mutua. Los rusos acusan a los europeos de tomar demasiado tiempo para liberalizar visados; Europa estaría bloqueando el acceso de las empresas rusas de energía a los mercados descendentes (llamados “downstream”) de Europa, instigando un sentimiento anti-ruso en la era post-soviética, y estaría tratando de interferir en la política interna de Rusia.

Mientras tanto, los europeos tienen serias reservas sobre el historial de derechos humanos de Rusia, sobre su sistema legal, su falta de adhesión a los valores europeos, y su posición en las crisis internacionales, especialmente en el Medio Oriente. Como resultado de ello, la perspectiva de una cooperación más estrecha se mantiene distante.

Sin un reajuste fundamental, las relaciones entre Rusia y Europa continuarán deteriorándose, llegando a ser caracterizadas por una negligencia benigna. A pesar de sus intereses comunes geográficos, su historia e intereses económicos, sus trayectorias estratégicas divergirán.

Un escenario alternativo se basa en el poderoso impacto unificador del capital humano, el factor decisivo en la búsqueda de la influencia global. El capital humano – no los recursos naturales, ni la capacidad de producción, ni tampoco las reservas financieras – es el que debe constituirse como el fundamento de las políticas de desarrollo europeas y rusas.

Cultivar el capital humano requiere un ambiente de apoyo cultural, un sistema educativo bien desarrollado y centros de investigación e innovación. Muchos sostienen que, tanto en Rusia como en Europa, dicha infraestructura social se ha convertido en tan cara que está obstaculizando el desarrollo de una economía más eficiente y dinámica. Sólo mediante el desmantelamiento del Estado de bienestar, sostienen los críticos, se podrá progresar.

Pero recortar programas sociales en Europa y Rusia pondría en peligro al capital humano, su ventaja comparativa más valiosa. Al mejorar la eficiencia del Estado de bienestar, el progreso económico puede ocurrir sin sacrificar esta fuente fundamental de crecimiento a largo plazo.

Debido a sus fuertes tradiciones de construcción de capital humano – y su motivación para seguir haciéndolo – Rusia y Europa tienen mucho que ofrecerse mutuamente. Al centrarse en las áreas en las que sus agendas de modernización se superponen – desde los ámbitos de la educación y la salud pública hasta el ámbito de la protección del medio ambiente – pueden identificar formas de aumentar la eficiencia de su capital humano.

Mientras que los europeos tienen razones para criticar las deficiencias de Rusia, ellos también deben reconocer que tan sólo hace dos décadas, los sistemas políticos, económicos, sociales y legales de Rusia experimentaron un cambio fundamental, que afectó significativamente a la psicología, a la auto-percepción y al comportamiento de sus habitantes. Dada la complicada experiencia de los europeos con la ampliación de la Unión Europea, ellos deben entender los desafíos que acompañan a un cambio tan profundo.

Con este entendimiento debe venir reconocimiento de que la política actual de Europa acerca de exigir que Rusia “madure” como condición para la cooperación es contraproducente. Rusia madurará mucho más lentamente en forma aislada de lo que lo haría si se integra en las instituciones europeas.

Se han hecho ya algunos avances. Por ejemplo, la participación en el Consejo de Europa ha ayudado a Rusia a mejorar significativamente su sistema penitenciario. Del mismo modo, el lanzamiento de ofertas públicas iniciales en las bolsas de valores europeas ha fortalecido la gobernabilidad de las corporaciones rusas, su responsabilidad social y también el trato que dispensan a los accionistas minoritarios. En resumen, se debería fomentar activamente más interacción, no menos.

Por supuesto, probablemente Rusia no llegue a ser miembro pleno de la OTAN en el futuro previsible, debido a los numerosos obstáculos estructurales, técnicos y psicológicos que bloquean su camino. Pero la integración política es factible. Una mayor cooperación política podría proporcionar un contexto para la discusión de temas como el futuro de Afganistán, el terrorismo internacional y la proliferación nuclear, así como para la creación de iniciativas y estrategias conjuntas que aborden temas cruciales que afectan a ambas potencias.

La integración institucional de Rusia dentro de una gran Europa requerirá un compromiso fuerte por parte de ambos lados. Pero, en este siglo globalizado, es la única opción.

Traducido del inglés por Rocío L. Barrientos.

Coypright Proejct Syndicate


Igor S. Ivanov, ex ministro de Asuntos Exteriores de Rusia, es el Presidente del Consejo Ruso de Asuntos Internacionales.

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Prämissen hinterfragen – Plädoyer für eine Neugestaltung der deutschen Russlandpolitik

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