NUEVA DELHI – Hoy en día, muchas personas parecen más relajadas que nunca respecto de la nacionalidad, en vista de que la red Internet les permite trabar estrechas conexiones con culturas y personas lejanas, pero los Estados siguen siendo extraordinariamente susceptibles respecto de la inviolabilidad de sus fronteras. Al fin y al cabo, el territorio –incluidos los océanos, la tierra, el espacio aéreo, los ríos y los fondos marinos– es fundamental para la identidad de un país y modela su política de seguridad y de asuntos exteriores.
Los Estados pueden reaccionar ante controversias territoriales ora cediendo algunos aspectos de soberanía, con lo que debilitan su poder e influencia, ora adoptando una estrategia más vigorosa en materia de defensa nacional encaminada a repeler las amenazas actuales y prevenir las futuras. Actualmente, muchos países asiáticos están eligiendo esta última opción.
Piénsese en las controversias territoriales que agitan el océano Índico y otras regiones del Asia oriental, desencadenadas por las repetidas –y cada vez más enérgicas– medidas adoptadas por China para reivindicar la soberanía sobre grandes zonas marítimas. A medida que las incursiones de este país reavivan desacuerdos que han ido fraguándose desde hace mucho y amenazan con desestabilizar el status quo regional, países de toda Asia están replanteándose sus posiciones estratégicas.
Por ejemplo, las Filipinas están reformando su estrategia de seguridad al aumentar la cooperación con los Estados Unidos, contrapeso de China en la región, tan sólo dos decenios después de haber cerrado dos importantes instalaciones militares americanas, la base naval de la bahía de Súbic y la base aérea de Clark. También Vietnam ha reforzado sus vínculos con los EE.UU. y, después de decenios de ausencia, los Estados Unidos han reanudado programas de formación para el ejército de Indonesia.
Más importante es que ahora los dirigentes del Japón estén debatiendo claramente las posibles formas de transformar el pacifismo del país posterior a la segunda guerra mundial en un nacionalismo mucho más enérgico. De hecho, el pasado mes de agosto la Fuerza Marítima de Autodefensa del Japón botó el destructor portahelicópteros Izumo, cuya estructura y capacidades se parecen a las de un portaviones, con posibles aplicaciones ofensivas. Es probable que ese cambio estratégico incipiente tenga consecuencias importantes al aumentar lo que está en juego en la controversia chino-japonesa por las islas del mar de la China Oriental.
Pero, si bien la tensa relación del Japón con China predomina en los titulares a escala mundial, es más probable que la rivalidad estratégica entre China y la India modele la dinámica del poder asiático en los próximos decenios y acontecimientos recientes indican que China lo sabe.
En abril, un pelotón del personal encargado de la seguridad fronteriza del Ejército Popular de Liberación (EPL) de China cruzó la llamada “línea de control real” hasta el valle de Depsang de la India, en Ladaj, para montar un campamento, en el que permanecieron casi tres semanas. Los dirigentes de China no han explicado aún a qué se debió aquella incursión… pero no escasean las posibilidades de elucubrar al respecto.
Algunos afirman que el comandante local del EPL inició el “desafío”, mientras que otros sostienen que el nuevo Presidente de China, Xi Jinping, estaba utilizando la transgresión para afirmar su autoridad sobre el EPL. Se ha vinculado incluso la incursión al escándalo que rodea al desacreditado ex jefe del partido Comunista de Chongquing, Bo Xilai, quien tenía estrechos lazos con altos oficiales del EPL y de los servicios de seguridad, pero la explicación más probable es la más sencilla: China estaba afirmando deliberadamente su autoridad sobre la frontera disputada.
Así las cosas, la India y China están compitiendo claramente por la influencia en Sri Lanka, Myanmar, Nepal y Bangladesh. Hasta ahora, se han basado en gran medida en mecanismos económicos y comerciales –en particular, proyectos de puertos y oleoductos rivales– para asegurar sus posiciones.
China no está permitiendo que su desaceleración económica desbarate sus medidas para ampliar y modernizar su armada y extender sus intereses comerciales en torno al borde meridional de Eurasia. Ha estado invirtiendo o demostrando interés en proyectos de puertos de aguas profundas en Kenya, Tanzania y Bangladesh y ha participado directamente en la financiación y la construcción de puertos del océano Índico en Myanmar, Sri Lanka y el Pakistán.
Así como China está contribuyendo al desarrollo del puerto de Gwadar en el Pakistán, la India está contribuyendo al desarrollo del puerto de Chabahar situado a 70 kilómetros (43,5 millas). Chabahar no sólo es útil para contrarrestar a China, sino que, además, servirá como enlace de importancia decisiva para la India con miras al transporte de mercancías al Afganistán, al Asia central y más allá. La India podría construir incluso un importante centro de comunicaciones con el puerto como nexo.
Además, la India está esforzándose para salvaguardar su superioridad naval sobre China. El pasado mes de agosto, se activó el reactor a bordo del primer submarino nuclear de construcción autóctona, INS Arihant, con lo que el país se acercó un poco más a la realización de su objetivo, anhelado desde hace mucho, de la “tríada nuclear”: la capacidad para lanzar armas nucleares desde tierra, desde el aire y desde el mar. Tan sólo tres días después, la India lanzó el portaviones INS Vikrant.
Pero, como observó The Economist, “raras veces la némesis sigue tan rápidamente a la hibris”. En efecto, tan sólo dos días después de la botadura del Vikrant, unas explosiones en el muelle naval de Mumbai hundieron el Sindhurakshak, uno de los diez submarinos de clase kilo que constituyen la columna vertebral de la envejecida flota de submarinos tradicionales de la India, y murieron 18 miembros de la tripulación.
Tal vez las aparentes ventajas económicas, estratégicas y militares de China resulten menos importantes de lo que muchos creen, sobre todo dada la permanente incertidumbre sobre la plasmación del “giro” estratégico de los Estados Unidos hacia Asia. De hecho, con los EE.UU. de su parte, tanto el Japón como la India muy bien podrían inclinar los platillos de la balanza a su favor, pero una cosa está clara: se está iniciando una gran partida entre las grandes potencias de Asia y hay muy pocas normas establecidas para dirigir el juego.
Traducido del inglés por Carlos Manzano.
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Jaswant Singh, ex ministro de Hacienda, de Asuntos Exteriores y de Defensa de la India, es autor de Jinnah: la India – División – Independencia.
For additional reading on this topic please see:
The Changing Moods on the Sino-Indian Front
China’s Gwadar Pearl: The Port Acquisition and Implications for India
In the Annals of Sino-Indian Relations: Contours across the PLA Intrusion Crises
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