A pesar del deseo de discreción del Presidente Juan Manuel Santos, a finales de agosto se conoció la noticia de que el gobierno colombiano iba a iniciar negociaciones con las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia). Esto fue luego confirmado [en] por Santos el 4 de setiembre durante un discurso televisado que explicó que las negociaciones del gobierno con las FARC buscarían terminar con el conflicto armado y el tráfico de drogas.
Ambas partes discutirán además los derechos de las víctimas, el desarrollo rural y la participación de las FARC en el proceso democrático de Colombia. Temiendo una repetición de la última ronda de negociaciones fallidas en 1999-2002, Santos dijo además que no se otorgaría amnnistía alos líderes de las FARC y que las operaciones militares proseguirían. Minutos después, el líder de las FARC, Timoleón Jimenez (‘Timochenko’) apareció en una transmisión [en] desde La Habana, Cuba declarando que las FARC están verdaderamente comprometidas con un “diálogo civilizado” que pondría fin a un conflicto de décadas.
La violencia seguirá
En Distintas Latitudes, Lucas Peña analiza las diferencias y similitudes cono procesos pasados, no sólo con las FARC si no también con otros grupos armados. En conclusión, pide más realismo, dado que incluso un exitoso proceso con las FARC no llevaría al fin de la violencia en Colombia:
Lo cierto es que la dejación de las armas de las FARC es una condición para la paz pero no la única, pues existen actores asociados a la criminalidad organizada que siguen ejerciendo la violencia, que pueden incluso surgir luego de la eventual desmovilización de las FARC, como se demostró tras la desmovilización de los paramilitares. En Colombia solemos llamar a estos nuevos actores ‘bacrim’ “bandas criminales al servicio del narcotráfico, los ejércitos de los carteles mafiosos.
¿El Gobierno a la cabeza?
En Revista Posición, Alberto Bernal es bastante crítico con el actual proceso, pero elogia la elección de los negociadores del gobierno:
Una buena noticia es que el equipo de negociación que nombró el gobierno es un equipo de negociación de lujo. Nada diferente se puede decir de Villegas, Pearl, o de Mora, para nombrar solo tres de las personas que estarán permanentemente en la mesa. También me parece importante recalcar el hecho de que la decisión de no decretar un cese al fuego le conviene al gobierno, pues el gobierno lleva la delantera en la guerra, así las FARC hayan incrementado sus ataques contra la población civil últimamente.
En el blog Tras la Cola de la Rata, Juana Galeano dice que la inclusión de los militares en el proceso es brillante:
Hay que admitirlo, la inclusión de miembros del Ejército como negociadores es una jugada maestra. Incluir a los militares, darles voz, los coacciona e impide que torpedeen el proceso más adelante.
Muchos colombianos parecen apoyar con cautela el proceso de paz. De acuerdo a encuestas 77% están a favor del diálogo, pero 72% se oponen a una eventual participación de las FARC en la política, y 78% no aprueba una amnistía sin penas de cárcel para los comandantes guerrilleros.
Aunque el expresidente Álvaro Uribe se ha convertido en un firme oponente de casi todo lo relacionado con el presidente Santos (su exministro de defensa), algunas organizaciones no gubernamentales han expresado [en] preocupaciones sobre un marco jurídico para las FARC aprobado por el Congreso el pasado mes de junio.
Santos impuso [en] como fecha límite junio del 2013 para llegar a avances relevantes, pero parece que este será un largo proceso [en], especialmente desde que las FARC incrementó [en] sus ataques antes del anuncio.
Aprendiendo de los errores del pasado, mejorar la seguridad en todo el país y fortalecer la confianza entre las partes negociadoras deberían ser pasos importantes en el camino al éxito del diálogo.