The Nixon Option for Iran?


Mao Meeting with U.S. President Richard M. Nixon
Mao Meeting with U.S. President Richard M. Nixon (Photo: andydoro/flickr)

WASHINGTON, DC – Rearranging the deck chairs would not have saved the Titanic. Nor did the endless debates on the shape of the table in the Vietnam negotiations advance the effort to end that malign conflict. Nevertheless, many American presidents have successfully redesigned talks with adversaries in bold new ways to strengthen national security without war. Such boldness is now needed in the negotiations over Iran’s nuclear program.

In 1933, Franklin D. Roosevelt negotiated personally with Soviet Foreign Minister Maxim Litvinov to open diplomatic relations between the two countries. Dwight D. Eisenhower invited Nikita Khrushchev to the United States in 1959 to open the eyes of the first Soviet leader ever to visit America. The bilateral US-China talks in Warsaw in the 1960’s were fruitless until Richard M. Nixon and National Security Adviser Henry Kissinger opened a different, more direct discussion through the auspices of Pakistan.

International negotiations with Iran over its nuclear program also need a new concept and broader agenda. The Istanbul meeting last month concluded on a positive note. Both sides decided to find a way to avoid the pattern of mutual recrimination and sterile exchanges. The door is now open to an initial agreement with modest goals.

But don’t count on a new era without some form of direct US-Iran discussions. The talks with the five permanent members of the United Nations Security Council plus Germany (P5+1) are formulaic, stagnant, and not likely to achieve any breakthrough on their own. The Iranians feel out-numbered by diverse participants with varying agendas. The US needs to reshape the environment to make it easier for Iran to compromise.

¿La opción Nixon para el Irán?


Mao Meeting with U.S. President Richard M. Nixon
Mao Meeting with U.S. President Richard M. Nixon (Photo: andydoro/flickr)

WASHINGTON, D.C. – Reordenar las tumbonas de cubierta no habría salvado al Titanic, como tampoco los inacabables debates sobre la forma de la mesa en las negociaciones sobre Vietnam propiciaron avances en el intento de poner fin a aquel maligno conflicto. No obstante, muchos presidentes americanos han logrado reformar con audacia las conversaciones con adversarios para fortalecer la seguridad nacional sin recurrir a la guerra. Semejante audacia es necesaria ahora en las negociaciones sobre el programa nuclear del Irán.

En 1933, Franklin D. Roosevelt negoció personalmente con el ministro soviético de Asuntos Exteriores Maxim Litvinov para iniciar las relaciones diplomáticas entre los dos países. Dwight D. Eisenhower invitó a Nikita Jruschev para que acudiera a los Estados Unidos en 1959 a fin de abrir los ojos al primer dirigente soviético que visitaba los Estados Unidos en la Historia. Las conversaciones bilaterales EE.UU-China celebradas en Varsovia en el decenio de 1960 fueron infructuosas hasta que Richard M. Nixon y el Asesor de Seguridad Nacional Henry Kissinger iniciaron un debate diferente y más directo con los auspicios del Pakistán.

Las negociaciones internacionales con el Irán sobre su programa nuclear requieren también una nueva concepción y un programa más amplio. La reunión celebrada en Estambul el mes pasado concluyó con perspectivas positivas. Las dos partes decidieron buscar una vía para evitar la tónica de recriminación mutua e intercambios estériles. Ahora se ha abierto la puerta para un acuerdo inicial con objetivos modestos.

Pero no hay que contar con el inicio de una nueva época sin que haya alguna forma de debates directos EE.UU.-Irán. Las conversaciones con los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas más Alemania (P5+1) son formularias, están estancadas y no es probable que tan sólo con ellas  se logre un avance decisivo. Los iraníes se sienten en minoría ante participantes diversos y con prioridades diferentes. Los EE.UU. necesitan rehacer el ambiente para que al Irán le resulte más fácil subscribir un compromiso.

Los EE.UU. deben instar a la celebración de conversaciones bilaterales. Una enseñanza brindada por presidentes americanos anteriores es la del valor de los contactos directos de alto nivel con los adversarios principales. Naturalmente, resulta absurdo imaginar una reunión en persona entre el Presidente Barack Obama y el Ayatolá Ali Jamenei … ahora, pero, ¿habría parecido en 1969 más absurda reunión alguna que la de 1971 entre Nixon y Mao Zedong? Los EE.UU. y el Irán necesitan establecer una vía con miras a celebrar debates bilaterales amplios sobre concepciones del mundo, seguridad regional y planes para mejorar el entendimiento mutuo a fin de reducir al mínimo las diferencias.

Aun cuando no se celebren ahora conversaciones directas EE.UU.-Irán, se debe dar una forma nueva a las negociaciones actuales. El P5+1 debe seguir negociando con el Irán sobre su programa de enriquecimiento de uranio, mientras que el Organismo Internacional de Energía Atómica debe negociar con él para lograr una mayor transparencia de su programa nuclear. Los iraníes quieren resolver sus problemas directamente con el OIEA y no negociar bajo la nube de las resoluciones del Consejo de Seguridad, que les imponen sanciones para forzar la suspensión del enriquecimiento.

Esa situación requiere un planteamiento progresivo. En primer lugar, durante las conversaciones en Bagdad el P5+1 podría intentar conseguir un acuerdo temprano que infundiera confianza y mediante el cual el Irán cesara voluntariamente de enriquecer hasta el 20 por ciento el contenido del isótopo fisionable U-235 y disminuyera el grado de enriquecimiento o sacara del país las reservas de ese uranio, que está próximo al nivel necesario para el armamento. También podría intentar conseguir una paralización en las profundas instalaciones subterráneas de enriquecimiento de Fordow a cambio de que se facilitaran al Irán placas de combustible para su reactor de investigación y se suspendieran algunas sanciones.

En segundo lugar, el P5+1 podría acordar cierto enriquecimiento como incentivo para que el Irán concertara un acuerdo paralelo con el OIEA sobre una mayor transparencia. Esos pasos paralelos darían una nueva forma al proceso a fin de lograr un objetivo decisivo para los EE.UU.: el de velar por que el Irán acate la propia fatwa (“decreto religioso”) de Jamenei contra las armas nucleares.

En tercer lugar, las dos partes tendrían que exponer los objetivos a largo plazo de las negociaciones. Mientras el OIEA presiona al Irán para que acepte acuerdos sobre una mayor transparencia, este país quiere saber adónde podrían conducirlo dichos acuerdos, en particular en materia de sanciones.

Los iraníes afirman que, siempre que adoptan alguna iniciativa con miras a la cooperación con los EE.UU., surge un nuevo problema que bloquea una mejora de las relaciones. El Irán quiere saber qué sanciones podrían demorarse, suspenderse o levantarse a cambio de concesiones actuales y futuras, por temor a que los EE.UU. sigan imponiendo sanciones en materia de derechos humanos, seguridad u otros criterios.

Por su parte, los EE.UU. consideran al Irán un negociador falso e indigno de confianza, que está comprometido con las armas nucleares y no tiene una actitud seria sobre las conversaciones. Ha llegado el momento de poner a prueba las intenciones del Irán alcanzando algo así como los acuerdos en dos fases aquí expuestos: un proceso gradual y a más largo plazo con medidas recíprocas, en el que cada una de las partes deba conceder algo para obtener lo que necesita.

Por último, aun logrando avances graduales sobre el programa nuclear del Irán, se necesitan debates más amplios para abordar las numerosas cuestiones no nucleares que amenazan la estabilidad regional. Actualmente no existe un foro para examinar los asuntos del Afganistán, del Iraq, del tráfico de drogas, de la seguridad en el golfo Pérsico, de las comunicaciones de urgencia para evitar un conflicto accidental y de los motivos de las profundas desconfianza e incomprensión existentes.

En algunos de dichos debates podrían participar representantes de Estados que no formen parte del P5+1, incluidos gobiernos que tengan relaciones más estrechas con el Irán. Para organizar el debate sobre esas cuestiones más amplias, los EE.UU. y otros deben estudiar la posibilidad de nombrar a un enviado especial –tal vez un ex Jefe de Estado con los auspicios de las Naciones Unidas– para tratar con el Irán de formas nuevas.

Si Obama tomara la iniciativa de dar una nueva forma al marco y al proceso mediante los cuales los EE.UU. y otros conversan con el Irán, podría resultar más fácil avanzar. Las conversaciones de Estambul brindaron la posibilidad de un acuerdo inicial –aunque progresivo– que representara un gran paso adelante. Los EE.UU. tienen ahora la oportunidad de crear nuevas vías para explorar un terreno común y alcanzar una solución política más duradera.

Traducido del inglés por Carlos Manzano

Copyright Project Syndicate


William H. Luers fue embajador de los Estados Unidos en Checoslovaquia y Venezuela y Presidente de la Asociación para las Naciones Unidas de 1999 a 2009.
Thomas R. Pickering, Subsecretario de Estado para Asuntos Políticos en el gobierno de Clinton, fue embajador en Rusia, Israel, Jordania y las Naciones Unidas.

For further information on the topic, please view the following publications from our partners:

Avoiding the Unnecessary War. Myths and Reality of the West-Iran Nuclear Standoff

Prospects for Progress on Iran’s Nuclear File

Iran and Regional Security


For more information on issues and events that shape our world please visit the ISN’s Security Watch and Editorial Plan.

Turkey at the Crossroads (Literally)

By Stewart M. Patrick for the Council on Foreign Relations.


U.S. President Barack Obama (R) shakes hands with Turkey’s Prime Minister Tayyip Erdogan after a bilateral meeting in Seoul March 25, 2012. (Larry Downing/Courtesy Reuters)

When it comes to “rising powers,” the BRIC countries—Brazil, Russia, India, and especially China—tend to get the most press. But there’s another emerging player that promises to shape world politics in the twenty-first century with its robust growth, political evolution, and strategic choices. It is Turkey, a country that straddles some of today’s most critical divides: between Europe and the Middle East, between the West and the developing world, between secular democracy and religious piety. Turkey’s evolving might, its geographic position, and model of moderate political Islam make it a natural candidate for “strategic partnership” with the United States. This is the conclusion of U.S. Turkey Relations, a just-released CFR task force report co-chaired by former secretary of state Madeleine K. Albright and former national security adviser Stephen J. Hadley—and directed by my able colleague, Steven A. Cook.

Categories
Uncategorized

عامل الفوضى في سوريا

Syria Independence Flag behind a Free Syrian Army member
Syria Independence Flag behind a Free Syrian Army member (Photo: Freedomhouse2/flickr)

تل أبيب ــ كثيراً ما يعزو المراقبون فشل إدارة أوباما، وحلفائها الغربيين، والعديد من القوى الإقليمية في الشرق الأوسط، في اتخاذ إجراءات أكثر جرأة لوقف المجازر في سوريا إلى خوفهم من الفوضى. ونظراً لعجز المعارضة السورية الواضح وانقسامها، فهم يزعمون أن سقوط الرئيس بشار الأسد عندما يسقط في نهاية المطاف من شأنه أن يؤدي لا محالة إلى اشتعال حرب أهلية ومذابح، وفوضى، ومن المرجح أن يمتد كل هذا عبر الحدود السورية، فيعمل على زعزعة استقرار الدول المجاورة الضعيفة مثل العراق ولبنان، بل وربما يؤدي إلى أزمة إقليمية.

بيد أن ما يجري في سوريا الآن يدحض هذه الحجة. الواقع أن الأزمة المستمرة هناك تعمل على تآكل نسيج المجتمع السوري والحكومة. أي أن الفوضى بدأت بالفعل الآن: فهي تسبق سقوط النظام في نهاية المطاف ــ وتعجل به.

والآن تغير الولايات المتحدة وغيرها من الدول لغتها الخطابية الحادة وتستعيض عن الإجراءات العقابية الرمزية بالعمل الحقيقي في سوريا. ذلك أن فرض العقوبات على هؤلاء المتورطين في الحرب الإلكترونية ضد وسائل الإعلام الاجتماعية المعارضة ليس الحل المناسب لقصف الأحياء المدنية في حمص ودرعا.

ولعدة أشهر، كانت العقبة الروسية الصينية في مجلس الأمن التابع للأمم المتحدة تمثل عائقاً حقيقياً يحول دون فرض المزيد من العقوبات الفعّالة، وفي الوقت نفسه عذراً مريحاً للتقاعس عن العمل. ومؤخرا، لعبت مهمة الأمين العام الأسبق للأمم المتحدة كوفي أنان بالنيابة عن الأمم المتحدة وجامعة الدول العربية دوراً مماثلا.

فقد أعد أنان خطة من ست نقاط لإنهاء العنف وبدء المفاوضات السياسية، فأرسل مجموعة من المراقبين إلى سوريا للإشراف على تنفيذ الخطة، والآن توشك الأمم المتحدة على تدعيم هذه المهمة. ولكن كما هو متوقع لم تثبت خطة أنان قدرتها على إحراز النجاح، وهو ما كاد يعترف به أنان ذاته في تقرير عرضه على جلسة مغلقة في مجلس الأمن في الخامس والعشرين من إبريل/نيسان.

بطبيعة الحال، لم يعلن أنان فشل المهمة، ولكنه وصف الموقف في سوريا بأنه “قاتم”. ومن الواضح أن مهمة أنان منحت النظام الفرصة لالتقاط الأنفاس وخلقت وهماً مؤقتاً بإحراز تقدم على الصعيدين السياسي والدبلوماسي. ولكن وفقاً لتقارير عديدة وجديرة بالثقة فإن نظام الأسد (ومعارضيه بدرجة ما) لم يمتثل للخطة بعد توقيعها: فقد سحب النظام قواته من المناطق الحضرية قبل التفتيش ثم أعادها بمجرد رحيل المراقبين. ولقد عوقِبت أحياء بالكامل (وأفراد) بوحشية لأن قاطنيها اشتكوا للمراقبين أو تعاونوا معهم.

ولكن فرصة التقاط الأنفاس التي قدمت للنظام لا تضمن خلاصه. فللوهلة الأولى يبدو النظام وكأنه سلم من الأذى إلى حد كبير. وتظل المؤسسة العسكرية والأجهزة الأمنية موالية له، ولم ينشق عن الحكومة سوى قِلة من الوزراء، فضلاً عن ذلك فإن المراكز السكانية الرئيسية في دمشق وحلب لم تنضم إلى التمرد.

ولكن على مستوى البلاد ككل، بدأت الحكومة في الانهيار، وأصبحت مناطق كاملة خارج نطاق سيطرتها تماما، وأصبحت الخدمات العامة غير متاحة، وانزلق الاقتصاد إلى السقوط الحر.

حتى وقتنا هذا، لا يبدو سقوط الأسد وشيكا، ولكنه أصبح محتما. فقد خسر النظام كل شرعيته، وبدأت فعاليته تضعف بوضوح. وعندما ينهار في أخيرا، فإن الدولة القوية التي بناها حافظ الأسد والد بشار، لن تظل قائمة.

كثيراً ما سمعنا العبارة المبتذلة “سوريا ليست ليبيا” طوال الأزمة السورية. ولكن هناك قياس آخر قد يكون أكثر ملاءمة. فقد تتحول سوريا إلى عراق ثان، ليس بسبب تصميمها، ولكن كنتيجة غير مقصودة للسياسة الحالية.

فبفضل سياسة “اجتثاث البعث” التي انتهجها المحتل الأميركي، أصبح العراق دولة بلا جيش أو حكومة، فتحول إلى تربة خصبة للمتمردين المسلحين من السُنّة، وتنظيم القاعدة، والجماعات الشيعية العنيفة. وفي سوريا يجري الآن تمهيد الأرض لنتيجة مماثلة، مع عبور أعداد متزايدة من الإسلاميين المتطرفين الحدود إلى سوريا وانضمامهم على المعارضة.

ومن المهم في هذا السياق أن ندرك الفارق بين المعارضة “السياسية” وجماعات المعارضة المحلية التي تشن حرباً ضد النظام على الأرض. بل إن جماعات مثل المجلس الوطني السوري هي في واقع الأمر جمعيات غير منظمة تتألف من أفراد وجماعات العديد منها خارج سوريا.

وهذه هي الجماعات التي انتقدتها إدارة أوباما وغيرها بسبب فشلها في تشكيل جبهة موحدة، أو صياغة أجندة معقولة، أو الظهور بمظهر البديل العملي للنظام الحالي. ولكن هذه الجماعات ضعيفة التأثير على جماعات المعارضة المحلية داخل سوريا، والتي تعاني بنفس القدر من الانقسام والتشعب.

وبين هذه الجماعات اكتسب الإسلاميون الراديكاليون موطئ قدم. ويشكل الخوف من استيلاء الإسلاميين على السلطة الحجة الرئيسية الثانية ضد محاولة الإطاحة بنظام الأسد، ولكن كلما طال أمد بقائه في السلطة، كلما تعاظمت مكاسب الإسلاميين على الأرض.

إن إدارة أوباما، التي تركز على انتخابات الرئاسة في نوفمبر/تشرين الثاني، غير راغبة في الاضطرار إلى التعامل مع أزمة كبيرة في سوريا في الأشهر المقبلة، وهي منشغلة بخطر الانجرار إلى ورطة عسكرية أخرى. ويبدو أن الجهات الفاعلة الأخرى أيضاً تفضل الأزمة الحالية المحدودة ظاهرياً على البدائل المجهولة.

ولكن القضية الأخلاقية الملحة المتمثلة في ضرورة التدخل الإنساني تكتسب المزيد من القوة الآن بدعم من مصالح حيوية حقيقية. فضلاً عن ذلك فإن التدخل العسكري أو شبه العسكري ليس الخيار الوحيد المطروح على الطاولة. وكما أظهرت العقوبات التي فُرِضَت على إيران خارج إطار مجلس الأمن، فمن الممكن اتخاذ إجراءات فعّالة لترجيح كفة الميزان وإنهاء المأزق المهلك في سوريا. إن النهج الحالي الذي يجعل من التقاعس عن العمل خياراً مفضلاً يهدد رغم أنه قد يكون مفهوماً بدفع الموقف برمته إلى نفس النتائج التي يسعى أنصاره إلى تجنبها.

ترجمة: مايسة كامل          Translated by: Maysa Kamel

Copyright Project Syndicate

ايتامار رابينوفيتش سفير إسرائيل الأسبق إلى الولايات المتحدة (1993-1996)، ويعمل حالياً في جامعة تل أبيب، وجامعة نيويورك، ومعهد بروكينجز.

For further information on the topic, please view the following publications from our partners:

Crisis in Syria: Possibilities and Limits of Military Intervention from our partner the German Institute for International and Security Affairs

Pressure Not War: A Pragmatic and Principled Policy Towards Syria from our partner the Center for a New American Security (CNAS)

Syria: What China Has Learned From its Libya Experience from our partner the East-West Center (EWC)


For more information on issues and events that shape our world please visit the ISN’s Security Watch and Editorial Plan.

Categories
Uncategorized

El factor anarquía en Siria

Syria Independence Flag behind a Free Syrian Army member
Syria Independence Flag behind a Free Syrian Army member (Photo: Freedomhouse2/flickr)

TEL AVIV – L’incapacité de l’administration Obama, de ses alliés occidentaux et d’un certain nombre de puissances régionales du Moyen-Orient de prendre des mesures plus audacieuses pour mettre un coup d’arrêt au carnage syrien est souvent justifiée par leur peur de l’anarchie. Certains soutiennent que compte tenu de l’inefficacité et la désunion manifestes de l’opposition syrienne, la chute du président Bashar al-Assad, lorsqu’elle se produira enfin, entraînera guerre civile, massacres et chaos, susceptibles de se répandre au-delà des frontières de la Syrie, déstabilisant davantage des voisins déjà fragilisés comme l’Irak et le Liban, et conduisant potentiellement à une crise régionale.

La réalité de ce qui se passe en Syrie contredit tout à fait cet argument. En fait, la crise persistante est en train de corroder le tissu de la société syrienne et de son gouvernement. C’est en ce moment-même que s’installe l’anarchie : elle précède – en la précipitant – l’effondrement final de régime.

Les États-Unis, comme beaucoup d’autres, privilégient actuellement les grands discours et les mesures condamnatrices symboliques à une action réelle en Syrie. Les sanctions qui frappent les auteurs d’attaques électroniques dirigées contre les médias sociaux de l’opposition ne sauraient constituer une réponse aux bombardements des quartiers civils d’Homs et de Deraa.

Depuis plusieurs mois, les obstructions russe et chinoise au sein du Conseil de sécurité des Nations Unies ont constitué de réels obstacles à des sanctions plus efficaces, mais également un voile bien pratique en faveur de l’inaction. Plus récemment, la mission de l’ancien Secrétaire général de l’ONU, Kofi Annan, assurée au nom de la Ligue arabe des Nations Unies, a joué un rôle tout à fait similaire.

Annan a élaboré un plan en six points pour mettre un terme à la violence et amorcer les négociations politiques. Il a fait envoyer en Syrie un groupe d’inspecteurs afin de superviser l’application de ce plan, et l’ONU est sur le point d’appuyer cette mission. Cependant, de façon prévisible, la stratégie d’Annan ne fonctionne pas, comme celui-ci l’a lui-même quasiment reconnu dans un rapport formulé à l’issue d’une session à huis clos du Conseil de sécurité, le 25 avril.

Annan n’a pas utilisé le terme d’échec, mais il a décrit la situation syrienne comme « assombrie ». De toute évidence, la mission d’Annan a ménagé un peu de répit au régime, et créé l’illusion temporaire de progrès politiques et diplomatiques. Pour autant, selon un certain nombre de rapports, en trop grand nombre et bien trop crédibles pour être mis en doute, le régime d’Assad (et, dans une certaine mesure, ses opposants) ne s’est pas conformé au plan après l’avoir pourtant signé : les troupes se sont retirées des zones urbaines avant les inspections, pour les réinvestir une fois les inspecteurs repartis. Des civils et des quartiers entiers ont été sévèrement punis pour s’être plaints auprès des inspecteurs et avoir coopéré avec eux.

Mais la fenêtre de répit concédée au régime ne saurait signifier son salut. À première vue, le régime apparaît presque intact. La loyauté de l’armée et de l’appareil sécuritaire est sans faille, le cabinet n’a subi que peu de défections, et les foyers de population clés de Damas et d’Alep n’ont pas rejoint la rébellion.

Néanmoins, dans le pays en tant qu’ensemble, le gouvernement est en train de s’effondrer. Des régions entières échappent désormais à son contrôle, les services publics ne remplissent plus leur rôle, et l’économie est en chute libre.

La fin du règne d’Assad ne semble toujours pas imminente, mais elle est désormais inéluctable. Le régime a perdu toute légitimité, et son efficacité faiblit. Quand il se sera finalement effondré, l’État puissant bâti par le père de Bashar, Hafez al-Assad, laissera à peine quelques traces.

Un dicton résonne depuis quelques temps dans cette crise syrienne : « La Syrie n’est pas la Lybie ». Une autre analogie semble plus appropriée. La Syrie pourrait bien devenir un second Irak, non par dessein mais comme conséquence involontaire de la politique actuelle.

L’occupant américain en Irak, à travers sa politique de « débaasification », a laissé l’Irak sans armée et sans gouvernement, ce qui s’est avéré être un terrain fertile pour les insurgés sunnites, al-Qaïda, et autres groupes chiites violents. C’est vers une issue semblable que s’oriente actuellement la Syrie, un nombre croissant d’islamistes radicaux pénétrant en territoire syrien pour rejoindre l’opposition.

Dans ce contexte, il est important de considérer la différence entre l’opposition « politique » et les groupes d’opposition locaux qui mènent sur le terrain un combat contre le régime. Des groupes comme le Conseil national syrien consistent en associations informelles d’individus et de groupements, dont beaucoup se situent hors de la Syrie.

Il s’agit là des groupes critiqués par l’administration Obama et bien d’autres pour leur incapacité à démontrer un front uni, à formuler un programme crédible, ou à constituer une alternative viable au régime actuel. Mais ces groupes ont une influence limitée sur les groupes d’opposition locaux situés en Syrie, qui sont tout aussi divers et divisés.

C’est au sein de ces groupes que les islamistes radicaux impriment leur empreinte. La peur d’une nouvelle prise de contrôle islamiste constitue un deuxième argument en défaveur du renversement d’Assad. Pourtant, plus longtemps il restera au pouvoir, plus significative sera la progression des islamistes sur le terrain.

Il n’est pas dans l’intérêt de l’administration Obama, concentrée sur l’élection présidentielle de novembre, d’avoir à gérer une crise majeure en Syrie pendant les mois prochains, sans parler du risque pour elle d’un nouvel enchevêtrement militaire. D’autres acteurs semblent également préférer une crise actuelle apparemment limitée à des alternatives incertaines.

Cependant, les arguments moraux implacables en faveur d’une intervention humanitaire se trouvent de plus en plus renforcés par la raison d’État. De plus, une intervention militaire ou semi-militaire n’est pas la seule option possible. Comme le démontrent clairement les sanctions imposées à l’Iran en dehors du Conseil de sécurité, une action efficace peut être entreprise afin de faire pencher la balance vers une sortie de l’impasse meurtrière syrienne. La faveur actuelle faite à l’inaction, bien qu’elle soit compréhensible, menace d’aboutir précisément aux conséquences que ses partisans s’efforcent d’éviter.

Traduit de l’anglais par Martin Morel

Copyright Project Syndicate


Itamar Rabinovich, ancien ambassadeur d’Israël aux États-Unis (1993-1996) intervient actuellement à l’Université de Tel Aviv, à l’Université de New York, ainsi qu’à la Brookings Institution.

For further information on the topic, please view the following publications from our partners:

Crisis in Syria: Possibilities and Limits of Military Intervention from our partner the German Institute for International and Security Affairs

Pressure Not War: A Pragmatic and Principled Policy Towards Syria from our partner the Center for a New American Security (CNAS)

Syria: What China Has Learned From its Libya Experience from our partner the East-West Center (EWC)


For more information on issues and events that shape our world please visit the ISN’s Security Watch and Editorial Plan.