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En defensa de un gobierno mundial

Flags of the world, courtesy of Ban All Nukes generation/Flickr

WASHINGTON, DC – A diferencia del pasado, probablemente no haya grandes protestas en las próximas reuniones anuales del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, o en el encuentro subsiguiente de ministros de comercio de la OMC en Bali. No porque se perciba a estos organismos internacionales como legítimos o eficaces, sino porque, a diferencia de hace una década, se los ve demasiado pequeños e impotentes ante fuerzas del mercado muy superiores.

La crisis financiera global de 2008 y sus consecuencias han causado una pérdida generalizada de confianza no solo en los mercados, sino en la capacidad de los gobiernos democráticos de asegurar que los beneficios del crecimiento impulsado por los mercados se distribuyan de manera equitativa. En los ámbitos económico, financiero, fiscal, comercial y climático, mucha gente en todo el mundo se siente ansiosa o enfadada, creyendo que hay una conjura mundial de banqueros, corporaciones y elites del G-20 para hacer uso de información privilegiada con el fin de monopolizar los beneficios de la globalización.

Sin embargo, son pocos (ya sea ciudadanos de a pie o economistas de visión internacional) quienes reconocen que nuestras instituciones multilaterales aparentemente débiles e ineficaces son la mejor plataforma sobre la que el mundo puede basar sus esperanzas de gestionar y democratizar el mercado global. Solamente ellas son capaces de prevenir que las elites y las personas con información privilegiada se apropien de la prosperidad global y la pongan en riesgo en el largo plazo.

No hay duda de que cada vez más economistas están prestando atención a los costes de los mercados globales sin frenos. Existe un mayor nivel de inquietud de que la movilidad de capitales entre fronteras dificulte la recaudación de impuestos y la aplicación de normas financieras dentro de cada país y que los acuerdos comerciales, en combinación con las cadenas de suministro global, estén acelerando la pérdida de empleos en las economías desarrolladas. De manera similar, la integración global implica que los problemas que sufre la eurozona representan una amenaza para la economía estadounidense, al tiempo que la parálisis sobre el techo de la deuda de EE.UU. genera incertidumbre en los mercados financieros del resto del mundo.

Sin embargo, muchos economistas tienen una actitud tan ambivalente hacia las normas e instituciones “globales” como la gente común y corriente. Les preocupa el que las entidades internacionales, debido a su carencia de supervisión democrática, faciliten el que los ricos, poderosos y bien conectados aprovechen la situación para su propio enriquecimiento. The Globalization Paradox (La paradoja de la globalización) escrito por Dani Rodrik en 2011, critica a los entusiastas de la globalización por desear una liberalización total del comercio exterior y los movimientos de capital, y argumenta que cuando los logros sociales que se han alcanzado democráticamente entran en conflicto con las exigencias de la globalización, las prioridades nacionales deberían tener precedencia.

Es verdad que el “gobierno” global puede ir demasiado lejos, por ejemplo, cuando las normas de la OMC contradicen salvaguardas locales importantes de protección ambiental, o cuando los requisitos del FMI a los países prestatarios dificultan al surgimiento de una heterodoxia creativa en las políticas de crecimiento y reducción de la pobreza. También es cierto que los países que dependen de ayudas oficiales y préstamos del FMI pueden sufrir presiones injustificadas para seguir políticas equivocadas planteadas desde un punto de vista externo, como la apertura prematura de los mercados de capitales en Asia en los años 90 o la austeridad forzosa en Grecia y España hoy en día.

Sin embargo, hay una manera más positiva de ver el asunto. Algunas veces, incluso estados soberanos de peso hacen uso de los compromisos globales como palanca para adoptar políticas delicadas que, de lo contrario, serían difíciles de iniciar y sostener. El acuerdo del G-20 en 2009 de no caer en el proteccionismo tras las crisis financiera global fue de gran ayuda en tal sentido. En la actualidad, si se llegara a un acuerdo en el G-8 o el G-20 sobre intercambio de información fiscal, se reforzaría la recaudación de cada país y la reputación de los gobiernos sobre su ecuanimidad en materias tributarias.

Un aspecto menos obvio es que cuando los gobiernos aportan financiamiento al FMI pueden esquivar la resistencia política interna a ayudar a países en problemas y a normas que reporten beneficios solo en el largo plazo. De hecho, integrar normas justas en ámbitos como el comercio, las finanzas, el desarrollo, el cambio climático y otros en instituciones globales importantes como el FMI y el Banco Mundial es más importante que nunca, considerando el ascenso de China y otras economías emergentes. Mientras estas nuevas potencias buscan un lugar en el mapa geopolítico, ellas y las potencias ya existentes se pueden beneficiar de una “contención” de mutuo acuerdo de la miopía y estrechez de miras que puedan estar experimentando internamente.

En otras palabras, las instituciones y normas globales pueden facilitar a todos sus participantes a atenerse a los intereses más generales de sus propios ciudadanos y, por consiguiente, al bien común global. Por ejemplo, los compromisos de reducción de las emisiones de carbono, si bien carecen de mecanismos de obligatoriedad, pueden estar ayudando a los países a hacer lo correcto para beneficio de los hijos y nietos de sus ciudadanos.

Más aún, las normas globales justas pueden ayudar a “democratizar” el mercado global, especialmente si se encuentran enmarcadas en instituciones donde profesionales de alto nivel puedan actuar con cierta autonomía e independencia de las presiones políticas de corto plazo. No debería sorprender el que los blancos principales de los ataques de los activistas anti-globalización (en Banco Mundial y, cada vez más, el FMI y la OMC) sea más abiertos y transparentes que la mayoría de sus estados miembros. Así ofrecen un vehículo para que la gente común y corriente se organice en grupos de presión que busquen normas y políticas más justas, no solamente en sus propios países sino también en otros.

Un ejemplo de ello fue el movimiento ciudadano que cuestionó las normas de propiedad intelectual de la OMC, adoptadas a instancias de EE.UU. y otros países ricos, que causaban altos precios en los medicamentos para tratar el SIDA en África. La campaña tuvo éxito y generó cambios que aumentaron de manera espectacular el acceso de los países pobres a esos medicamentos.

En último término, como argumento con mayor detalle en un artículo para la Fundación de Ciudadanos Globales, la gente de a pie está mejor con la existencia de las instituciones globales, a pesar de su relativa debilidad frente a sus estados miembros más poderosos y su falta de legitimidad en comparación con sus miembros democráticos.

Por supuesto, un “gobierno” mundial no podrá nunca poseer legitimidad democrática y, por esa razón, es una idea que causa temor. Sin embargo, como utopía socialista o puro libertarismo, su idea puede dar luz a una senda razonable para cosechar los beneficios de una política global más eficaz. Puesto que nos encontramos en un mercado global completamente interdependiente, deberíamos preocuparnos menos del riesgo que conllevan las normas y políticas erróneas de instituciones globales imperfectas que de cómo aprovechar al máximo su potencial para destrabar políticas al interior y el exterior de cada país, apuntando a reducir al mínimo los riesgos y aumentar al máximo las oportunidades para todo el mundo.

Traducido del inglés por David Meléndez Tormen
Copyright Project Syndicate


Nancy Birdsall es presidente fundadora del Centro para el Desarrollo Global.


For additional material on this topic please see:

Why Global Governance Is Failing: What We Can Do About it?

Global Markets, Global Citizens, and Global Governance in the 21st Century

Envisioning New Partnerships for Africa’s Future


For more information on issues and events that shape our world please visit the ISN’s Weekly Dossiers and Security Watch.

 

In Defense of World Government

Flags of the world, courtesy of Ban All Nukes generation/Flickr

WASHINGTON, DC – Unlike in the past, there probably will not be large protests at the upcoming Annual Meetings of the International Monetary Fund and the World Bank, or at the subsequent World Trade Organization meeting of trade ministers in Bali. But that is not because these international institutions are perceived as effective and legitimate. It is because, compared to a decade ago, they are seen as too small and impotent in the face of larger market forces to bother about.

The 2008 global financial crisis and its aftermath have caused a loss of faith not only in markets, but also in the ability of democratic governments to ensure that the benefits of market-led growth are widely shared. On economic, financial, tax, trade, and climate issues, many people around the world are fearful or angry, believing  that a worldwide cabal of bankers, corporations, and G-20 elites uses insider deals to monopolize the benefits of globalization.

But few people – whether ordinary citizens or internationally oriented economists – recognize that our seemingly weak and ineffectual multilateral institutions are the world’s best hope for managing and democratizing the global market. Only these institutions are capable of preventing the elite capture and insider rents that are putting global prosperity at long-term risk.

Upcoming Presidential Elections in Georgia: More Uncertainty and Economic Slowdown to Come?

Opposition protests in Tbilisi. Image: Wikimedia Commons

Georgia braces for more political and economic uncertainty as it prepares for the upcoming October 27th Presidential election. This just a year after the October 2012 parliamentary elections which left the powerful Rose Revolution government of Mikheil (Misha) Saakashvili and his United National Movement (UNM, now in opposition) defeated.

The political developments during the past few years in Georgia have been a lot more turbulent and unpredictable than during the “golden years” from 2004 up until November of 2007 when police and security forces dispersed opposition protests in the capital Tbilisi using excessive force—to include reports of the police physically clashing with the media. On a broader scale this was the first important incident since the UNM came to power in 2004, displaying just how far the government had gone in order to maintain its power.

Military Assistance for Myanmar: Need for Balance

US President Obama with Myanmar President Thein Sein. Image: Wikimedia Commons.

Since 2012 the United States, followed by Australia, has extended military assistance and relaxed restrictions on defence cooperation to Myanmar. Then Secretary of Defence Leon Panetta announced that the US would extend military assistance to Myanmar if the leadership continued to implement democratic reforms and improve human rights conditions.

Within a year the then Australian prime minister Julia Gillard announced a relaxation of restrictions on defence co-operation with Myanmar in recognition of its “critical reforms”. Australia wanted to encourage the development of a modern, professional defence force in Myanmar which continued to support democratisation and reform, she said.

China’s Antidrug Policies in Southeast Asia’s Golden Triangle

Dried Poppies. Image: Wikipedia.

The notorious illicit opium-producing area—the Golden Triangle—between Myanmar, Laos and Thailand in the heart of the Greater Mekong Subregion (GMS) has become the focal point for China’s external antidrug policy. Connected by the Mekong River—which flows from the Chinese province of Yunnan through Laos, Myanmar, Thailand, Cambodia and Vietnam into the South China Sea—this subregion is now the new frontline in China’s war on drugs, especially along the borders of northern Laos and northern Myanmar. The area is endowed with an ideal climate for opium poppy cultivation, the prime ingredient for heroin. Drug trafficking from the Golden Triangle into mainland China through Yunnan is currently perceived by the Chinese government as a serious nontraditional security challenge as it is estimated that between 60-70 percent of the drugs consumed in China come from this region.