La enérgica respuesta de Hamás (que incluyó ataques con cohetes cerca de Tel Aviv y Jerusalén) a la operación militar de Israel en Gaza, ocurrida en noviembre pasado, demostró su compromiso con el principio palestino de firmeza. Además, tras los ocho días de enfrentamientos, el líder de Hamás, Jaled Meshal (que nunca antes había osado mostrarse abiertamente delante de Israel), regresó a Gaza desde Egipto después de un largo exilio. Su desfile triunfal por las calles de la ciudad reforzó la idea (tanto dentro como fuera de Gaza) de que la victoria había sido de Hamás.
Fuera de Gaza, el ascenso del islamismo político en los países de la Primavera Árabe (especialmente Egipto y Túnez) creó un entorno más favorable para Hamás. Un elemento crucial de las negociaciones mantenidas en El Cairo de las que surgió el alto el fuego con Israel es que hubo contacto diplomático directo y de alto nivel entre Egipto y Hamás; esto constituye un cambio fundamental respecto de la postura declaradamente contraria a Hamás del ex presidente egipcio Hosni Mubarak.
Las visitas a Gaza del emir de Qatar y del ministro de asuntos exteriores de Turquía, así como de otros líderes regionales, afianzaron aún más la nueva posición del movimiento. Mostrarse del lado de Hamás se ha convertido en un medio para que líderes de países árabes y musulmanes ganen credibilidad interna, algo que Hamás puede aprovechar para conseguir cuantiosas donaciones que financien la reconstrucción de Gaza.
En cambio, Mahmoud Abbas (presidente de la Autoridad Palestina, AP), quien es partidario de mantener negociaciones de paz con Israel y se opone a la lucha armada, está más aislado que nunca; y esto, a pesar del éxito que obtuvo con su iniciativa de promover a Palestina a la condición de “estado observador no miembro” de las Naciones Unidas, apenas unos días después del fin de los combates en Gaza. Aunque al principio Hamás reaccionó con escepticismo a la solicitud de reconocimiento del estado palestino, después del alto el fuego la apoyó, con la esperanza de poder sacar partido de la nueva condición de Palestina.
Como sea, los últimos acontecimientos, sumados al agotamiento de los recursos de la AP, disminuyeron la credibilidad de Abbas entre los palestinos, que lo ven cada vez más desesperado. Para colmo, después de la votación en las Naciones Unidas, Israel anunció la construcción de nuevos asentamientos alrededor de Jerusalén, lo que debilitó todavía más la posición de Abbas. La realidad es que se le está acabando el tiempo, y la única duda es quién lo reemplazará.
Entretanto, la intención de Hamás es capitalizar su creciente popularidad ganando elecciones. Aunque en un sentido técnico, la última votación de octubre para elegir autoridades municipales en Cisjordania (primera elección en seis años) renovó la autoridad del mayoritariamente secular partido Fatah, el llamado de Hamás a boicotear la elección bastó para reducir la asistencia de votantes al 55% del padrón, lo que refleja que Fatah ha perdido apoyo. A ojos de muchos, Hamás aparece como el auténtico representante de las ambiciones nacionales palestinas, y el movimiento está decidido a reunir a los palestinos bajo su bandera.
Pero ¿puede Hamás encontrar una base que le permita negociar con Israel? Aunque en realidad Hamás nunca renunció a su retórica de resistencia, con el tiempo empezó a moderar su postura respecto del conflicto palestino-israelí. De hecho, los líderes de Hamás se han declarado favorables a la creación de un estado palestino según las fronteras de 1967, con capital en Jerusalén Oriental.
Este cambio gradual en la postura de Hamás, sumado a su respaldo a la iniciativa diplomática de Abbas en las Naciones Unidas, indica que el movimiento se ha convencido de la imposibilidad de lograr una victoria militar contra Israel, de modo que los líderes de ambas partes deberán reconciliar sus diferencias y alcanzar un acuerdo diplomático.
Las señales del cambio de punto de vista de Hamás son cada vez más notorias. Por ejemplo, aunque Meshal mantuvo una postura intransigente durante su discurso en Gaza, en conversaciones privadas expresó estar dispuesto a aceptar un estado palestino según las fronteras de 1967. Llegó incluso a declarar que si Israel reconsidera su actitud respecto de la Iniciativa Árabe para la Paz de 2002 (que llama al mundo árabe a reconocer el derecho de Israel a existir, a cambio de que este regrese a las fronteras de 1967), Hamás hará lo mismo.
Pero si bien Meshal aceptó la idea de mantener negociaciones con Israel en el futuro, también sostuvo que todavía es demasiado pronto. Hamás está convencido de que Israel no entiende otro lenguaje que el de la fuerza y el poder, y no negociará hasta que Israel acepte la permanencia de las demandas palestinas.
Es posible que Israel esté empezando a recibir el mensaje. De hecho, el último enfrentamiento llevó a que algunos políticos israelíes (como Giora Eiland, asesor nacional de seguridad del ex primer ministro Ariel Sharón) reconocieran que Hamás es una realidad política que no se puede seguir ignorando. Eiland incluso aconsejó al gobierno de Israel reconocer el gobierno de Hamás en Gaza, levantar el bloqueo y negociar directamente con el movimiento para obtener un alto el fuego duradero. Pero para que esta idea tenga éxito es necesario que Israel esté dispuesto a colaborar con Hamás (al que sigue considerando un grupo terrorista) y que sea viable la mediación de Egipto.
En este sentido, puede ser que Israel reciba cada vez más presión de su principal aliado. En la práctica, el hecho de que Estados Unidos haya aceptado a los partidos islamistas de la región (desde Ennahda en Túnez hasta la Hermandad Musulmana en Egipto) indica que el escepticismo de los grupos islamistas tal vez esté perdiendo sustento, además de plantear dudas sobre la continuidad de la estricta política de aislamiento de Hamás seguida hasta ahora por Estados Unidos.
El éxito logrado por la mediación del presidente egipcio Mohamed Morsi entre Israel y Hamás demostró que los islamistas pueden ser flexibles, incluso cuando se trata de Israel. Las posiciones de ambas partes se pueden moderar, siempre que a sus líderes se les ofrezca una plataforma correcta desde la cual hacer los ajustes necesarios.
Traducción: Esteban Flamini
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Mkhaimar Abusada es profesor de ciencias políticas en la Universidad Al Azhar de Gaza.
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