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Sudáfrica puede ganar la lucha contra el SIDA

Sign in Zambia, Africa, courtesy of Jonrawlinson /Wikimedia Commons

ERFURT – En lo referido a la lucha contra el VIH/SIDA, Sudáfrica fue por muchos años el ejemplo perfecto de lo que no hay que hacer. Hasta hace poco, la respuesta del gobierno a la epidemia que amenazó la vitalidad misma del país fue deslucida y torpe. Pero la presión creciente de las últimas dos décadas por parte de grupos de la sociedad civil, medios de prensa y políticos más esclarecidos está por fin dando frutos. La enfermedad, que provocó serios daños sociales y económicos y redujo drásticamente la expectativa de vida en el país, parece estar en retirada.

Sin embargo, un nuevo informe de las Naciones Unidas señala que a Sudáfrica todavía le queda mucho camino por recorrer en su lucha contra el virus. La situación del país en relación con el VIH es la más grave de todo el mundo: en la actualidad, viven con el virus unos 5,6 millones de ciudadanos, esto es, más del 10% de la población. Cada año, se registran unas 300.000 infecciones nuevas y 270.000 muertes relacionadas con el SIDA. Los pacientes con VIH/SIDA también son propensos a desarrollar otras infecciones: se estima que un 70% de los sudafricanos con SIDA también contraen tuberculosis, y se prevé que a la mitad de los portadores de VIH les ocurra lo mismo en algún momento de sus vidas. Para peor, una de cada tres mujeres embarazadas (un sector de la población muy propenso al SIDA) es portadora diagnosticada del virus y puede transmitirlo al recién nacido durante el parto.

La severidad de la enfermedad y la velocidad con que se extendió tomaron por sorpresa a muchos sudafricanos. Lo mismo que en los países desarrollados, al principio las infecciones por VIH se registraban sobre todo en hemofílicos, varones homosexuales sexualmente activos y usuarios de drogas intravenosas. Pero durante los noventa y por razones que todavía no se comprenden del todo, el virus se extendió entre la población general. La cantidad de sudafricanos infectados (equivalente a la población de Dinamarca) es superior al total combinado de los vecinos Mozambique, Lesoto, Botsuana, Namibia, Suazilandia y Zimbabue.

Pero por increíble que parezca, la rápida difusión del VIH y la creciente mortalidad debida al SIDA no suscitaron una respuesta significativa de la dirigencia post-apartheid del país, especialmente el ex presidente Thabo Mbeki. Las altas jerarquías del gobernante Congreso Nacional Africano se pasaron años en una aparente negación a ver la extensión de la epidemia de VIH/SIDA y buscar el mejor modo de combatirla.

Ante esto, las organizaciones de la sociedad civil no se quedaron de brazos cruzados, sino que apelaron a los tribunales, a los medios de comunicación y a la desobediencia civil para presionar por cambios. A pesar de que han persistido ideas contradictorias respecto de cómo tratar el VIH, al menos se logró que a lo largo de la última década en algunos hospitales públicos se ofrecieran terapias antirretrovirales. Y a partir de la designación de Aaron Motsoaledi como ministro de salud en 2009, comenzó a tomar forma un enfoque más coherente.

Según información actual provista por el Departamento Nacional de Salud de Sudáfrica y organismos médicos privados, la situación ya no es tan desesperante. Tres factores han contribuido a contener la difusión del virus: la provisión de terapia antirretroviral por parte del gobierno y de organizaciones de donantes; la mejora del tratamiento de los pacientes de tuberculosis, que tienden a contraer también VIH/SIDA; y un programa mucho más amplio de prevención de la transmisión de madre a hijo.

Estas medidas han reducido la tasa de infecciones nuevas, aunque la cantidad total de personas que viven con VIH, especialmente en la franja etaria de 15 a 49 años, sigue en aumento. Con casi dos millones de pacientes que reciben tratamiento antirretroviral, la mortalidad anual relacionada con el SIDA se redujo en alrededor de 100.000 casos desde 2005. Los contagios en recién nacidos, que en otro tiempo alcanzaron cerca de 70.000 casos por año, se han reducido en un 63%, y se han prolongado las vidas de millones de pacientes con VIH/SIDA.

Otro factor importante ha sido una mejor integración de los planes de tratamiento. El gobierno coordinó sus programas de tratamiento antirretroviral temprano para personas ya infectadas, iniciados en 2008, con programas de detección temprana para mujeres embarazadas. También ha sido útil la aplicación de nuevos tratamientos más eficaces para la prevención de la tuberculosis, especialmente en el caso de cepas multirresistentes a fármacos.

Todavía se puede y se debe hacer más. Por ejemplo, reducir las infecciones en recién nacidos promoviendo que más mujeres embarazadas acudan a clínicas para hacer controles de detección temprana y seguimiento antes y después del parto.

Los avances logrados hasta la fecha, aunque insuficientes, merecen reconocimiento. Demuestran que con voluntad política y disponibilidad de recursos suficientes, es posible vencer hasta los peores flagelos; una lección no sólo para Sudáfrica sino también para otros países de África y del mundo en desarrollo.

Traducción: Esteban Flamini

Copyright Project Syndicate


Tochukwu Akunyili es estudiante de posgrado en la Escuela de Políticas Públicas Willy Brandt de la Universidad de Erfurt.


For additional reading on this topic please see:

The Threat of HIV/AIDS to the South African Armed Forces

Who is Responsible? Donor-civil Society Partnerships and the Case of HIV/AIDS Work

Southern Africa: Issues in Focus


For more information on issues and events that shape our world please visit the ISN’s Weekly Dossiers and Security Watch.

 

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Vaincre le fléau du sida en Afrique du Sud

Sign in Zambia, Africa, courtesy of Jonrawlinson /Wikimedia Commons

ERFURT – En ce qui concerne la lutte contre le VIH/sida, l’Afrique du Sud a pendant longtemps été l’exemple même de ce qu’il ne fallait pas faire. Jusqu’à récemment, la réponse du gouvernement à l’épidémie, qui menaçait de drainer les forces vives du pays, était atone et irréfléchie. Mais au cours des dernières deux décennies, des pressions exercées par des groupes de la société civile, les médias et des politiciens plus éclairés, donnent enfin des résultats. Une maladie qui a causé de grandes souffrances économiques et sociales, et sérieusement diminué l’espérance de vie, semble battre en retraite.

Mais un récent rapport des Nations unies laisse à penser que la lutte de l’Afrique du Sud contre le virus n’est pas prête de se terminer. Ce pays a le taux d’incidence du VIH le plus élevé au monde, avec 5,6 millions de citoyens – plus de 10 pour cent de la population – porteurs du virus. Il enregistre chaque année 300.000 nouveaux cas, et 270.000 décès imputables au virus. Les malades du VIH/sida sont également exposés à d’autres infections : près de 70 pour cent des Sud-Africains malades du sida contractent la tuberculose, de même que la moitié des porteurs du VIH. Pire, un tiers des femmes enceintes – une catégorie de la population très  exposée à l’infection du VIH/sida – sont porteuses du virus qu’elles risquent de transmettre à leur bébé à la naissance.

La virulence de la maladie, et la vitesse à laquelle elle s’est répandue, a pris de court de nombreux Sud-Africains. Comme dans les pays développés, les infections par le VIH concernaient initialement les hémophiles, les homosexuels sexuellement actifs, et les  toxicomanes par voie intraveineuse. Mais dans les années 1990, et pour des raisons qui n’ont pas été entièrement élucidées, le virus s’est très rapidement répandu à l’ensemble de la population. Le nombre de Sud-Africains infectés (équivalent à la population du Danemark) est plus élevé que ceux du Mozambique, Lesotho ; Botswana, Namibie, Swaziland et Zimbabwe réunis.

Et pourtant, de manière incroyable, la propagation rapide du VIH et le nombre croissant de décès liés au sida n’ont pas incité les dirigeants post-apartheid, et en particulier l’ancien président Thabo Mbeki, à prendre des mesures concrètes. Pendant des années, les dirigeants du Congrès national africain (ANC) au pouvoir ont semblé nier l’omniprésence du VIH/sida et ignorer comment le combattre efficacement.

Les organisations de la société civile ne furent pas aussi complaisantes et se servirent des tribunaux, des médias et de la désobéissance civile pour réclamer un changement. Si des divergences concernant le traitement du VIH persistaient, au moins un traitement par antirétroviraux est possible depuis une décennie dans certaines structures sanitaires publiques. Mais surtout une approche plus cohérente et suivie a été mise en place depuis la nomination de Aaron Motsoaledi comme ministre de la Santé en 2009.

Le département sud-africain de la santé et les prestataires privés de soins de santé affirment aujourd’hui que la situation n’est plus aussi désespérée. Trois mesures ont contribué à contenir la progression du sida : la mise à disposition de traitements par antirétroviraux par le gouvernement et les agences donatrices ; un meilleur traitement des tuberculeux qui ont tendance à contracter le VIH/sida ; et un programme beaucoup plus étendu pour empêcher la transmission de la mère à l’enfant.

Ces mesures ont réduit le nombre de nouvelles infections (bien que le nombre total de personnes vivant avec le VIH continue à croître, en particulier dans la tranche d’âge des 15 – 49 ans). Grâce aux antirétroviraux, le nombre de décès liés au sida a chuté de près de 100.000 par an depuis 2005. L’infection des nouveaux nés, qui s’élevait à quelques 70.000 nouveaux cas chaque année, a été réduite de 63 pour cent, tandis que la vie de millions de malades du VIH/sida a été prolongée.

Un autre facteur important a été la meilleure intégration des programmes de soins. Le gouvernement a aligné ses programmes de traitement par antirétroviraux, entamés en 2008, avec des programmes de suivi précoce des femmes enceintes. De nouveaux traitements efficaces pour prévenir la tuberculose, y compris les souches de tuberculose multirésistante, ont également contribué à ces progrès.

Plus peut et doit être fait. Le taux d’infection des nouveaux nés, par exemple, pourrait être encore réduit en encourageant les femmes enceintes à effectuer un suivi précoce et des examens en clinique après l’accouchement.

Mais les progrès réalisés à ce jour doivent être reconnus, voire célébrés. Les récents succès démontrent qu’avec une volonté politique et des ressources suffisantes, même le pire des fléaux peut être contenu – une leçon non seulement pour l’Afrique du Sud mais également pour d’autres pays d’Afrique et du monde en développement.

Traduit de l’anglais par Julia Gallin

Copyright Project Syndicate


Tochukwu Akunyili est étudiant de troisième cycle à l’école de politiques publiques Willy Brandt de l’université d’Erfurt.


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The Threat of HIV/AIDS to the South African Armed Forces

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South Africa’s Winnable AIDS Battle

Sign in Zambia, Africa, courtesy of Jonrawlinson /Wikimedia Commons

ERFURT – In the battle against HIV/AIDS, South Africa was for many years the perfect example of what not to do. Until recently, the government’s response to the epidemic, which threatened the country’s very lifeblood, was lackluster and foolish. But rising pressure over the past two decades – from civil-society groups, the media, and more enlightened politicians – is finally showing results. A disease that has inflicted profound social and economic pain, and dramatically reduced life expectancy, appears to be in retreat.

But a new UN report suggests that South Africa’s battle against the virus is far from over. The country has the world’s most severe HIV problem, with some 5.6 million citizens – more than 10% of the population – currently living with the virus. Every year, around 300,000 new infections, and 270,000 AIDS-related deaths, are recorded. HIV/AIDS patients are also prone to other infections: an estimated 70% of South Africans with AIDS also contract tuberculosis, while half of those carrying the HIV virus are expected to do so during their lifetime. Worse, a third of pregnant women – a highly AIDS-prone demographic – have been diagnosed with the virus, which can be passed on to their babies during childbirth.

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El acuerdo con Irán, una victoria interna

Handshake Iran US, courtesy of Zereshk /Wikimedia Commons

WASHINGTON, DC – Las primeras declaraciones del gobierno de los Estados Unidos acerca del “acuerdo inicial sobre el programa nuclear de Irán” han puesto el acento en las importantes concesiones logradas por Estados Unidos y Occidente. Irán aceptó detener el enriquecimiento de uranio por encima del 5%; neutralizar sus reservas de uranio enriquecido hasta casi el 20%; dejar de incrementar sus reservas de uranio enriquecido al 3,5%; renunciar al uso de “centrífugas de próxima generación”; cerrar su reactor de plutonio; y volver a abrir sus instalaciones nucleares a la realización de amplias inspecciones. A cambio, Irán obtendrá un “levantamiento limitado, temporal, selectivo y reversible” de las sanciones internacionales.

El acuerdo regirá solamente durante los próximos seis meses, en los que ambas partes intentarán alcanzar un acuerdo integral definitivo. Por ahora, como ha señalado el presidente Barack Obama, la postura de Estados Unidos es que “Irán [todavía debe] demostrar al mundo que su programa nuclear apunta exclusivamente a fines pacíficos”.

Presentar la cuestión de este modo responde a la necesidad de convencer a los escépticos congresistas estadounidenses de que acepten un acuerdo limitado y temporal. Los aliados de Israel en el Congreso tienen muy presente el rechazo declarado de aquel país a todo el proceso de negociación (rechazo que en los últimos tres meses el primer ministro Benjamín Netanyahu no se cansó de repetir a quien quisiera escucharlo).

De hecho, la postura de Israel es un aliciente para la oposición republicana que quiere pintar a Obama como un presidente débil e ingenuo por negociar con Irán, país que todavía describe a Estados Unidos como “el gran Satán”. Y tanto republicanos como demócratas amenazan con aprobar en diciembre una nueva ronda de duras sanciones contra Irán. De modo que Obama se encuentra en la posición de tener que contener la oposición de los halcones estadounidenses y al mismo tiempo actuar como un halcón de cara a los negociadores iraníes.

No hay nada de raro en ello. Es de suponer que el anuncio del gobierno iraní a su pueblo, que hace énfasis en las importantes concesiones obtenidas por los negociadores iraníes, deba interpretarse del mismo modo, pero en dirección contraria. Esas concesiones incluyen que se suspenden las sanciones internacionales a las exportaciones iraníes de petróleo, oro y automóviles (algo que supondrá ingresos por 1.500 millones de dólares); se destraba el acceso a 4.200 millones de dólares derivados de la venta de petróleo; y se liberan pagos de becas del gobierno iraní a sus estudiantes en el extranjero.

El presidente iraní Hasán Ruhaní está tan necesitado como Obama de conseguir apoyo local para el acuerdo. Para ello, deberá sobre todo reducir la inflación y revitalizar la economía del país. Si con esto logra aplacar las tensiones internas (especialmente las de la inquieta clase media iraní), el gobierno se llevará los laureles y la Guardia Republicana iraní y otros sectores intransigentes saldrán debilitados.

Lo mejor para Occidente es esperar que el relato iraní termine siendo verdadero, ya que el espacio político para cualquier acuerdo diplomático significativo (la voluntad de alcanzarlo y el margen para hacerlo) debe crearse fronteras adentro. Esto vale especialmente en el caso de un gobierno nuevo que asume con promesas de mejoras económicas. Para que Ruhaní pueda ganarle a los halcones, que querrán impedir cualquier acuerdo definitivo, es imprescindible que la población iraní experimente un alivio económico y al mismo tiempo atribuya el logro a su gobierno.

De modo que en definitiva, el éxito de este acuerdo provisorio depende de que ambas partes puedan obtener margen interno para seguir negociando. Nunca ha habido tanto en juego; y no sólo por las consecuencias geopolíticas (tangibles y sumamente arriesgadas) que se derivarían de que Irán obtenga la bomba atómica. Como lo expresa Obama: “Si Irán aprovecha esta oportunidad, el pueblo iraní saldrá beneficiado, ya que se reintegrará a la comunidad internacional, y nosotros podremos comenzar a trabajar para reducir la desconfianza entre ambas naciones. Esto daría a Irán un modo decoroso de iniciar una nueva relación con la comunidad internacional, basada en el respeto mutuo”.

Imaginemos por un momento cómo serían Medio Oriente y Asia Central si Estados Unidos e Irán volvieran a hablarse. Como se vio brevemente después de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001, se podría lograr una reducción drástica del tráfico de drogas desde Afganistán. Además, sería mucho más fácil alcanzar un acuerdo regional entre Irán, India, Pakistán, Rusia, China, Turquía, la Unión Europea y Estados Unidos que establezca el contexto de seguridad y crecimiento económico que una larga lista de diplomáticos (desde Henry Kissinger hasta el difunto Richard Holbrooke) han señalado como requisito para lograr una paz duradera en Afganistán.

Y lo más importante, tal vez, es que las conversaciones entre Estados Unidos e Irán facilitarían el logro de un acuerdo de paz duradero en Siria, ya que Irán tiene mucha más influencia que Rusia sobre el régimen del presidente Bashar Al Assad. No hay que olvidar que fue la acción de combatientes del Hizbulá (representante de Irán en el Líbano) lo que hace unos meses dio vuelta los combates en contra de la oposición siria.

Irán lleva mucho tiempo manifestando intenciones de reasumir su posición histórica de potencia regional (e incluso global), una ambición que no puede sino acrecentarse ante el incremento de la estatura geopolítica de Turquía. Después de todo, Irán y Turquía son, respectivamente, los países 17.° y 18.° más poblados del mundo; ambos cuentan con élites educadas y un pasado ilustre a sus espaldas.

En definitiva, el gran ganador del acuerdo provisorio con Irán será la causa de la diplomacia. El secretario de estado de Estados Unidos, John Kerry, la alta representante de la Unión Europea, Catherine Ashton, y los otros negociadores (todos ellos asistidos por hábiles equipos diplomáticos) llevan meses trabajando para esmerilar los detalles del acuerdo, negociando, alternando entre ceder y mantenerse firmes y conteniendo las expectativas de los diversos actores (incluida la prensa). El gobierno de Obama se comprometió a ejercer el liderazgo internacional por medio del poder civil más que del militar: pues así es como se hace.

Traducción: Esteban Flamini

Copyright Project Syndicate


Anne-Marie Slaughter, ex directora de planificación de políticas en el Departamento de Estado de Estados Unidos, es presidenta y directora ejecutiva de la New America Foundation y profesora de política y asuntos internacionales en la Universidad de Princeton.


For additional reading on this topic please see:

Implementation of the NPT Safeguards – Agreement and Relevant Provisions of Security Council Resolutions in the Islamic Republic of Iran

The Iran Nuclear Deal: Rewriting the Middle East Map

Neither Small Step Nor Giant Leap


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Bringing the Iran Deal Back Home

Handshake Iran US, courtesy of Zereshk /Wikimedia Commons

WASHINGTON, DC – The United States government’s initial statements on the “first-step agreement on Iran’s nuclear program” have been focused, above all, on the great deal that the US and the West have gotten. Iran has agreed to halt enrichment of uranium above 5% purity; neutralize its stockpile of uranium enriched to near 20% purity; stop building its stockpile of 3.5% enriched uranium; forswear “next generation centrifuges”; shut down its plutonium reactor; and allow extensive new inspections of its nuclear facilities. In return, Iran will get “limited, temporary, targeted, and reversible relief” from international sanctions.

The agreement covers only the next six months, during which both sides will try to reach a final comprehensive agreement. For now, as President Barack Obama put it, the burden remains, from the US point of view, “on Iran to prove to the world that its nuclear program will be exclusively for peaceful purposes.”