Categories
Uncategorized

Realismo frente a Corea del Norte

Kim Jong-Un clapping
Kim Jong-Un clapping. Photo: petersnoopy/flickr.

BERLÍN – La misión del mundo de responder al alarde de poder militar de Corea del Norte no se vuelve más sencilla por tener enfrente un país empobrecido y, en la práctica, derrotado. Por el contrario, en estas circunstancias es cuando más se necesita previsión y calma.

La genialidad del príncipe Klemens von Metternich del Imperio de Habsburgo a la hora de formular un nuevo orden internacional después de las Guerras Napoleónicas fue que decidió no arrinconar a una Francia derrotada. Si bien Metternich intentaba disuadir cualquier posible resurgencia francesa, restableció las fronteras que Francia tenía antes de la guerra.

Por el contrario, como sostuvo Henri Kissinger, los triunfadores de la Primera Guerra Mundial no pudieron ni disuadir a una Alemania derrotada ni ofrecerle incentivos para aceptar el Tratado de Versailles. Impusieron, en cambio, términos duros, con la esperanza de debilitar a Alemania de manera permanente. Todos sabemos cómo terminó ese plan.

John F. Kennedy estaba hecho con el mismo molde de Metternich. Durante la crisis de los misiles cubanos, no intentó humillar u obtener una victoria total sobre la Unión Soviética. Más bien, se puso en los zapatos de Nikita Khrushchev y aceptó desmantelar, en secreto, los misiles norteamericanos en Turquía e Italia a cambio de un retiro de los misiles soviéticos de Cuba. El pragmatismo de Kennedy impidió la Tercera Guerra Mundial.

Tristemente, Corea del Norte no ha sido tratada con una habilidad política tan clara. Frente al peligroso juego nuclear del Norte, deberíamos preguntarnos qué habría sucedido si, en los últimos veintitantos años, el problema de Corea del Norte se hubiese abordado con la sagacidad de Metternich y Kennedy.

Por supuesto, Corea del Norte no es la Francia de principios del siglo XIX o la Rusia de 1962. A los ojos de los líderes políticos occidentales (inclusive los japoneses), nunca representó algo más que un pequeño país periférico cuyos fracasos económicos lo hacían parecer permanentemente al borde de la autodestrucción. En su mayor parte, los líderes mundiales preferían que no se los molestase con el tema de Corea del Norte, y así reaccionaban de manera ad hoc cuando planteaba un problema para la seguridad. Pero ahora, luego de los recientes ensayos nucleares de Norcorea, y considerando sus capacidades cada vez más desarrolladas en materia de misiles balísticos, ese enfoque ya no es sostenible.

Quizá la mejor oportunidad de abordar el problema en una etapa más temprana fue inmediatamente después del colapso de la Unión Soviética en 1991. En aquel entonces, Kim Il-sung -el fundador de Corea del Norte- enfrentaba un colapso económico, una disminución de sus fuerzas militares convencionales y un aislamiento diplomático. En entrevistas con Asahi Shimbun y The Washington Post en marzo y abril de 1992, Kim claramente expresó un deseo de establecer relaciones diplomáticas con Estados Unidos. Pero los líderes estadounidenses y surcoreanos no estaban dispuestos a complacer la propuesta de Kim. La idea que se habían forjado de Corea del Norte les impidió reconocer una realidad política que cambiaba rápidamente.

Otra oportunidad que se perdió fue más avanzada la década. Si Corea del Norte hubiera correspondido de manera oportuna a la visita del enviado estadounidense William Perry a Pyongyang en mayo de 1999, la política de compromiso con Norcorea del presidente Bill Clinton podría haber recibido un espaldarazo a favor de la normalización de las relaciones diplomáticas. Por el contrario, Corea del Norte postergó la visita y envió al general de división Jo Myong-rok a Estados Unidos recién en octubre de 2000, cerca del final de la presidencia de Clinton. Pocos meses después, el recientemente electo presidente George W. Bush revirtió la política de Clinton para Corea del Norte.

Todavía hoy recuerdo la dificultad que enfrentaba, como ministro de Relaciones Exteriores de Corea del Sur, para convencer a los responsables de las políticas de la administración Bush de negociar con Corea del Norte en lugar de simplemente ejercer presión y esperar que el Norte capitulase. En aquel momento, Corea del Norte estaba reiniciando su instalación nuclear de Yongbyon y producía plutonio, con lo que fortalecía su posición de negociación frente a Estados Unidos. Se desperdició un tiempo precioso antes de la primera prueba nuclear de Corea del Norte en 2006. Si bien Bush modificó su política y aceptó negociaciones bilaterales con Corea del Norte pocos meses después, el régimen de Kim ya se había vuelto mucho más obstinado.

Por cierto, el comportamiento de Corea del Norte desde entonces se ha tornado aún más volátil. El hundimiento por parte de Norcorea de la corveta surcoreana Cheonan y el bombardeo de la Isla Yeonpyeong en 2010 no tuvieron precedentes, y llevaron las tensiones entre las dos Coreas a su nivel más alto en décadas. Hoy, luego del tercer ensayo nuclear del Norte, pareciera que hubiésemos entrado en la etapa más precaria hasta la fecha, en la que el régimen declara que nunca renunciará a su opción nuclear. ¿Qué debería hacerse entonces?

La primera opción debería ser la disuasión de una futura agresión a través de la diplomacia. Pero para alcanzar una disuasión diplomática habrá que contar con la cooperación de China, y esto exige que se reconozcan los intereses vitales de seguridad nacional de China. China teme no sólo las consecuencias sociales y económicas de una implosión norcoreana, sino también las consecuencias estratégicas de una reunificación – en particular, que el ejército de Estados Unidos, a través de su alianza con Corea del Sur, gane acceso a territorio en su frontera.

Una simple declaración por parte de Estados Unidos de que no tiene ninguna intención de impulsar esta ventaja militar no aliviará los temores de China. Los líderes chinos recuerdan que Estados Unidos le prometió al presidente soviético Mijail Gorbachov que la reunificación alemana y la transición democrática en Europa del este no implicarían una expansión hacia el este de la OTAN. De manera que hace falta una garantía más concreta que preserve las preocupaciones de seguridad fundamentales de Corea del Sur. Recién cuando se garantice su seguridad China se liberará de su complicidad en la política arriesgada norcoreana y podrá controlar mejor el comportamiento del Norte.

Pero la cooperación china, aunque necesaria, no resolverá por sí sola el problema de Corea del Norte. Una estrategia integral deber reconocer la velocidad del cambio interno, especialmente en la mente de los ciudadanos norcoreanos. En pocas palabras, los norcoreanos no están tan aislados como antes, y son cada vez más conscientes de su empobrecimiento, debido principalmente a un mayor comercio y a conexiones más estrechas con la pujante China.

Es necesario estimular este cambio interno, porque resultará más efectivo que la presión externa a la hora de influir en el comportamiento del régimen. Pero este estímulo se debe implementar de manera tal de no incitar los temores de Corea del Norte de ser destruida por medios indirectos. La propuesta reciente de la presidenta surcoreana Park Geun-hye de ofrecer ayuda humanitaria a pesar del reciente pico de tensión, es un primer paso en la dirección correcta.

Las vidas de los norcoreanos normales y corrientes importan tanto como la seguridad de los vecinos de Corea del Norte. Se necesita una estrategia integral que se centre tanto en la dimensión humana como en la dimensión de seguridad. Todavía está por verse si esta estrategia requiere más previsión y coraje de lo que pueden demostrar los líderes políticos en Corea del Sur, Occidente y China hoy.

Copyright Project Syndicate


Yoon Young-kwan fue ministro de Asuntos Exteriores de la República de Corea y actualmente es profesor visitante en la Free University of Berlin y el Stiftung Wissenschaft und Politik (Instituto Alemán para Asuntos Internacionales y de Seguridad).

For additional reading on this topic please see:

The New South Korean President’s Foreign Policy Directions

Extended Deterrence in Northeast Asia: Keep a Cool Head and Maintain a High Profile

Nuclear Weapons R&D Organizations in Nine Nations


For more information on issues and events that shape our world please visit the ISN’s featured editorial content and Security Watch.

Categories
Uncategorized

الواقعية في التعامل مع كوريا الشمالية

Kim Jong-Un clapping
Kim Jong-Un clapping. Photo: petersnoopy/flickr.

 برلين ــ إن المهمة الملقاة على عاتق العالم في التعامل مع طبول الحرب التي تدقها كوريا الشمالية لن تصبح أسهل لأن العالم يواجه دولة فقيرة وعاجزة فعليا. بل على العكس من ذلك، ففي مثل هذه الظروف تصبح البصيرة الهادئة الرزينة ضرورة أساسية.

كانت عبقرية الأمير كليمينز فون مترنيخ في أيام إمبراطورية هابسبورج في صياغة نظام دولي جديد بعد حروب نابليون أنه لم يسع إلى وضع فرنسا المهزومة في الزاوية. ورغم أن مترنيخ سعى إلى ردع أي عودة فرنسية ممكنة، فإنه أعاد الحدود مع فرنسا إلى ما كانت عليه قبل الحرب.

على النقيض من هذا، وكما قال هنري كيسنجر، لم يتمكن المنتصرون في الحرب العالمية الأولى من ردع ألمانيا المهزومة ولم يقدموا لها الحوافز الكافية لحملها على قبول معاهدة فيرساي. بل إنهم فرضوا شروطاً قاسية على أمل إضعاف ألمانيا بشكل دائم. ونحن نعلم الآن إلى أي نتيجة أفضت تلك الخطة.

كان جون ف. كينيدي من نفس قالب مترنيخ. فأثناء أزمة الصواريخ الكوبية، لم يحاول إذلال الاتحاد السوفييتي أو تحقيق النصر الكامل عليه. بل إنه وضع نفسه بدلاً من ذلك في مكان نيكيتا خروشوف ووافق على تفكيك صواريخ أميركية في تركيا وإيطاليا سراً في مقابل سحب الصواريخ السوفييتية من كوبا. وبهذا كانت برجماتية كينيدي وحسه العملي سبباً في منع اندلاع الحرب العالمية الثالثة.

من المؤسف أن كوريا الشمالية لم تلق مثل هذه الحنكة السياسية البعيدة النظر. في مواجهة اللعبة النووية الخطيرة التي تمارسها كوريا الشمالية، يتعين علينا أن نسأل أنفسنا ماذا كان ليحدث لو تم التعامل مع مشكلة كوريا الشمالية على مدى السنوات العشرين الماضية بحصافة مترنيخ وكينيدي.

لا شك أن كوريا الشمالية ليست فرنسا في أوائل القرن التاسع عشر أو الاتحاد السوفييتي في عام 1962. فهي في نظر الزعماء السياسيين الغربيين (بما في ذلك اليابانيين) لم تكن أكثر من دولة هامشية صغيرة جعلتها إخفاقاتها الاقتصادية تبدو وكأنها على استعداد دائم للانخراط في عملية تدمير الذات. وغالباً كان زعماء العالم يفضلون ألا يكلفوا أنفسهم عناء التفكير في كوريا الشمالية، ولهذا فإن ردود أفعالهم كانت أشبه بالتعامل مع كل حادثة بشكل منفصل كلما تسببت كوريا الشمالية في خلق مشكلة أمنية. ولكن الآن، وبعد اختبارات النووية التي أجرتها كوريا الشمالية مؤخرا، ونظراً لتحسن قدراتها في مجال الصواريخ الباليستية، لم يعد ذلك النهج قابلاً للاستمرار.

ولعل أفضل فرصة لمعالجة المشكلة في مرحلة مبكرة كانت بعد انهيار الاتحاد السوفييتي في عام 1991 مباشرة. ففي ذلك الوقت كان كيم إل سونج ــ مؤسس كوريا الشمالية ــ في مواجهة الانهيار الاقتصادي، وتضاؤل قواته العسكرية التقليدية، فضلاً عن العزلة الدبلوماسية. وفي مقابلات مع صحف مثل أساهي شيمبون وواشنطن تايمز في مارس/آذار وإبريل/نيسان 1992، أعرب كيم بوضوح عن رغبته في إقامة علاقات دبلوماسية مع الولايات المتحدة. ولكن لم يكن قادة الولايات المتحدة وكوريا الجنوبية على استعداد لاستيعاب عرض كيم. ويبدو أن تصوراتهم لكوريا الشمالية منعتهم من إدراك الواقع السياسي السريع التغير.

ثم أهدرت فرصة أخرى في وقت لاحق من ذلك العقد. فلو ردت كوريا الشمالية بالمثل في الوقت المناسب بعد الزيارة التي قام بها المبعوث الأميركي وليام بيري إلى بيونج يانج في مايو/أيار من عام 1999، فلعل سياسة إشراك كوريا الشمالية التي بدأها الرئيس بل كلينتون كانت لترتفع إلى مستوى تطبيع العلاقات الدبلوماسية. ولكن كوريا الشمالية ماطلت بدلاً من ذلك، ولم ترسل نائب المارشال جو ميونج روك إلى الولايات المتحدة إلى في أكتوبر/تشرين الأول من عام 2000، قرب نهاية ولاية كلينتون الرئاسية. وبعد بضعة أشهر، كان الرئيس المنتخب حديثاً جورج دبليو بوش حريصاً على عكس سياسة كلينتون في التعامل مع كوريا الشمالية.

ما زلت أتذكر الصعوبة التي واجهتها كوزير لخارجية كوريا الجنوبية في إقناع إدارة بوش بالتفاوض مع كوريا الشمالية بدلاً من الاكتفاء بفرض الضغوط والانتظار إلى أن تستسلم كوريا الشمالية. آنذاك، كانت كوريا الشمالية تعيد تشغيل منشأتها النووية في يونج بيون وتنتج البلوتونيوم، الأمر الذي عزز موقفها التفاوضي في مواجهة الولايات المتحدة. ثم أهدِر وقت ثمين قبل أن تجري كوريا الشمالية تجربتها النووية الأولى في عام 2006. ورغم أن بوش حول سياسته نحو المفاوضات الثنائية مع كوريا الشمالية بعد بضعة أشهر، فإن نظام كيم أصبح أكثر عنادا.

وبالفعل، أصبح سلوك كوريا الشمالية من ذلك الوقت أكثر تقلبا. وكان إغراقها السفينة الحربية الكورية الجنوبية تشيونان وقصف جزيرة يونبيونج في عام 2010 تصرفاً غير مسبوق تسبب في رفع التوترات بين شطري شبه الجزيرة الكورية إلى أعلى مستوياتها في عقود. واليوم، وفي أعقاب التجربة النووية الثالثة في كوريا الشمالية، يبدو الأمر وكأننا دخلنا المرحلة الأكثر خطورة على الإطلاق مع إعلان النظام بوضوح عن عزمه عدم التنازل عن خياره النووي أبدا. ماذا نفعل إذن؟

لابد أن يكون الخيار الأول ردع المزيد من العدوان من خلال الدبلوماسية. ولكن تحقيق الردع الدبلوماسي يتوقف على مدى تعاون الصين، وهذا يستلزم الاعتراف بمصالح الصين الحيوية المتعلقة بالأمن الوطني. فالصين لا تخشى العواقب الاجتماعية والاقتصادية التي قد تترتب على انهيار كوريا الشمالية فحسب، بل إنها تخشى أيضاً العواقب الاستراتيجية المترتبة على توحيد شطري شبه الجزيرة ــ وخاصة أن المؤسسة العسكرية الأميركية سوف تتمكن من الوصول إلى بعض الأراضي على حدودها من خلال تحالفها مع كوريا الجنوبية.

الواقع أن مجرد التصريح من جانب الولايات المتحدة بأنها لا تعتزم استغلال هذه الميزة العسكرية لن يكون كافياً لتهدئة مخاوف الصين. فزعماء الصين يتذكرون أن الولايات المتحدة وعدت الرئيس السوفييتي ميخائيل جورباتشوف بأن إعادة توحيد شطري ألمانيا والتحول الديمقراطي في أوروبا الشرقية لن يعني توسع منظمة حلف شمال الأطلسي شرقا. لذا فإن الأمر يتطلب تعهداً أكثر قوة بمراعاة المخاوف الأمنية الأساسية بشأن كوريا الجنوبية. ولن تحرر الصين نفسها من التورط في سياسة حافة الهاوية التي تنتهجها كوريا الشمالية، ولن تصبح أكثر قدرة على السيطرة على سلوكيات الشمال، ما لم تضمن أمنها أولا.

ولكن التعاون الصيني، برغم كونه ضروريا، فلن يحل مشكلة كوريا الشمالية من تلقاء ذاته. وينبغي لأي نهج شامل في التعامل مع هذه القضية أن يدرك سرعة التغيير الداخلين وخاصة في أذهان المواطنين العاديين في كوريا الشمالية. والأمر ببساطة أن الكوريين الشماليين ليسوا معزولين الآن بقدر ما كانوا من قبل، فقد أصبحوا أكثر إدراكاً لفقرهم الشديد، وهو ما يرجع في الأساس إلى زيادة معدلات التجارة ونشوء روابط أوثق مع الصين المزدهرة.

ولابد من تشجيع هذا التغيير الداخلي، لأنه أكثر فعالية من الضغوط الخارجية في التأثير على سلوك النظام. ولكن هذا التشجيع لابد أن يتم بطرق لا تثير مخاوف كوريا الشمالية من تدميرها بوسائل غير مباشرة. والواقع أن اقتراح الرئيس الكوري الجنوبي بارك جيون هاي بتقديم المساعدات الإنسانية على الرغم من ارتفاع حدة التوترات مؤخراً يشكل بداية في الاتجاه الصحيح.

إن أرواح الكوريين الشماليين العاديين لا تقل أهمية عن أمن جيران كوريا الشمالية. والأمر يتطلب نهجاً شاملا ــ يركز على البعد الإنساني بقدر ما يركز على البعد الأمني. ويبقى لنا أن نرى ما إذا كان هذا النهج سوف يتطلب من التبصر والشجاعة قدراً أعظم من ذلك الذي قد يتمكن من حشده الزعماء السياسيون اليوم في كوريا الجنوبية والغرب والصين.

ترجمة: أمين علي          Translated by: Amin Ali

Copyright Project Syndicate

يون يونج كوان وزير خارجية جمهورية كوريا سابقا، وأستاذ زائر حالياً لدى جامعة برلين الحرة والمعهد الألماني للشؤون الدولية والأمنية.

For additional reading on this topic please see:

The New South Korean President’s Foreign Policy Directions

Extended Deterrence in Northeast Asia: Keep a Cool Head and Maintain a High Profile

Nuclear Weapons R&D Organizations in Nine Nations


For more information on issues and events that shape our world please visit the ISN’s featured editorial content and Security Watch.

Asia and a Post-American Middle East

Ambassador Corbin bids farewell to Secretary Kerry
US Secretary of State John Kerry leaves the United Arab Emirates. Photo: U.S. Department of State/flickr.

KUWAIT CITY – When the consequences of the United States-led invasion of Iraq ten years ago are fully assessed, the importance of the subsequent rise of political Islam there – and throughout the wider Middle East – may well pale in comparison to that of a geostrategic shift that no one foresaw at the time. That shift, however, has now come into view. With America approaching energy self-sufficiency, a US strategic disengagement from the region may become a reality.

The Middle East, of course, has experienced the withdrawal of a great power, or powers, many times before: the disintegration of the Ottoman Empire after World War I; the fraying of the French and British imperial mandates after World War II; and, most recently, the nearly complete disappearance of Russian influence following the collapse of the Soviet Union in 1991. Each time, monumental changes in the region’s politics, particularly its alliances, quickly followed. If America attempts to wash its hands of the Middle East in the coming years, will a similar rupture be inevitable?

L’Asie et le Moyen-Orient post-américain

Ambassador Corbin bids farewell to Secretary Kerry
US Secretary of State John Kerry leaves the United Arab Emirates. Photo: U.S. Department of State/flickr.

KOWEIT – Lorsque les conséquences de l’invasion de l’Irak par les Etats-Unis il y a dix ans seront pleinement évaluées, l’importance de l’émergence subséquente de l’islam politique dans ce pays – et dans l’ensemble de la région – pourrait pâlir en comparaison d’un tournant géostratégique que personne n’avait anticipé. Ce tournant est aujourd’hui apparent. Alors que les Etats-Unis sont sur le point d’atteindre une autosuffisance énergétique, leur désengagement de la région pourrait devenir une réalité.

Le Moyen-Orient a bien sûr déjà fait à plusieurs reprises l’expérience du retrait de grandes puissances : la désintégration de l’Empire ottoman après la Première guerre mondiale ; la désagrégation des mandats impériaux britanniques et français après la Seconde  guerre mondiale ; et la disparition quasi totale de l’influence russe à la suite de l’effondrement de l’Union soviétique en 1991. A chaque fois, les politiques régionales, et en particulier le jeu des alliances, ont été profondément modifiés. Si les Etats-Unis décidaient de se retirer du Moyen-Orient dans les années à venir, une telle rupture ne serait-elle pas inévitable ?

Si l’alliance américano-israélienne est pour beaucoup le fondement de la politique des Etats-Unis au Moyen-Orient, c’est en réalité la dépendance des Etats-Unis envers les importations de pétrole qui les a incité à établir une présence militaire dans la région après 1945. En fait, jusqu’à la guerre des Six Jours de juin 1967, les Etats-Unis n’étaient pas un fournisseur important d’armement à Israël. La présence militaire américaine avait surtout pour objectif de préserver le statu quo des pays arabes et par conséquence, le flux d’or noir provenant du Golfe persique, pour leur bénéfice, celui de leurs alliés et de l’économie mondiale en général.

Il ne faut pas croire pour autant que la révolution du gaz de schiste des Etats-Unis (qui devrait leur permettre sous peu d’être autosuffisants au plan énergétique), implique un départ imminent de la Cinquième Flotte américaine, basée au Bahreïn. Mais la raison de leur présence militaire dans la région change rapidement ; dans ce cas de figure – comme par exemple en Europe depuis la fin de la Guerre froide – la distribution des moyens militaires tend à changer également.

Ce changement devrait se refléter dans les relations des Etats-Unis avec leurs alliés et partenaires arabes. Comme l’a dit le géopolitologue américain Joseph Nye : « Pendant des décennies, les Etats-Unis et l’Arabie saoudite ont entretenu un équilibre d’asymétries par lesquelles nous dépendions de l’Arabie saoudite comme producteur d’appoint et qu’elle dépendait de nous pour sa sécurité militaire ». Compte tenu du développement des ressources énergétiques américaines, Nye s’attend à ce que « ces ententes soient conclues en des termes plus favorables », en tous cas du point de vue des Etats-Unis.

Mais quelles que soient ces nouvelles modalités, la forme que prendra le désengagement américain au Moyen-Orient dépendra de la réponse apportée à deux questions cruciales. Premièrement, un retrait même partiel des forces armées créera-t-il un vide sécuritaire qui pourrait être occupé par un pays rival – par exemple, la Chine ou l’Iran ? Et deuxièmement, une baisse de la présence américaine dans la région provoquera-t-elle le genre d’instabilité qui génère des États défaillants et des sanctuaires de terroristes ?

La stratégie sécuritaire actuelle du président Barack Obama en Afghanistan, au Yémen et ailleurs laisse à penser que les Etats-Unis chercheront à atténuer ce dernier risque en poursuivant leurs opérations secrètes – au moyen de drones notamment. Mais empêcher des pays rivaux d’acquérir une influence prépondérante dans la région nécessitera une réponse d’une toute autre nature, pour laquelle les Etats-Unis auront besoin de l’appui d’anciens alliés, comme le Japon, ou de nouveaux amis, comme l’Inde.

La raison en est claire : la dépendance de la Chine envers les importations de combustibles fossiles du Moyen-Orient signifie qu’elle cherchera sans doute à occuper tout vide sécuritaire régional. La Chine semble en fait avoir anticipé depuis longtemps la modification des structures sécuritaires de la région et semble déjà prête à en profiter si le loisir lui en est donné. Son « collier de perles » dans l’Océan Indien – une série de bases navales potentielles liant la Chine au Moyen-Orient et à l’Afrique  – lui permet d’entretenir une marine hauturière capable de patrouiller les voies maritimes du Golfe Persique.

Mais alors qu’elle cherche à conclure de nouveaux accords avec les producteurs de pétrole du Moyen-Orient, la Chine est déjà pénalisée par le soutien sans faille qu’elle apporte à l’Iran, lui-même engagé dans une lutte de pouvoir avec les principaux États sunnites de la région, et en particulier avec l’Arabie saoudite. A défaut d’un revirement complet de l’attitude de la Chine envers l’Iran, un partenariat stratégique avec les monarchies du Golfe pourrait se révéler impossible. Et même dans ce cas, la répression des musulmans du Xinjiang par les autorités chinoises, à l’origine de vives tensions entre la Turquie et la Chine il y a quelques années, pourrait empêcher qu’une confiance nécessaire voie le jour.

Pourtant, la volonté incontournable de la Chine d’exercer une plus grande influence au Moyen-Orient signifie que des pays comme l’Inde, l’Indonésie, le Japon, la Corée du Sud, la Turquie et d’autres devront activement mettre en place une structure de sécurité régionale pour défendre leurs intérêts nationaux. Ils devront également se poser sans fards la question de savoir s’ils ont les moyens de protéger leur sécurité nationale. Pourraient-ils par exemple offrir dans une certaine mesure la sécurité que les Etats-Unis ont longtemps fournie aux États arabes de la région ?

Une telle projection de la puissance asiatique – et des luttes de pouvoir asiatiques – au Moyen-Orient peut aujourd’hui sembler une perspective lointaine. Mais il y a dix ans, la possibilité d’un désengagement américain de la région le paraissait tout autant.

Traduit de l’anglais par Julia Gallin

Copyright Project Syndicate

Yuriko Koike, ancienne ministre japonaise de la Défense et conseillère de sécurité nationale, et ancienne présidente du parti libéral-démocrate, est députée de la Diète japonaise.

For additional reading on this topic please see:

Early March 2013 Update: The Iranian Situation

US Trade and Investment in the Middle East and North Africa

What Scenarios for the Euro-Mediterranean in 2030 in the Wake of the Post-Arab Spring?


For more information on issues and events that shape our world please visit the ISN’s featured editorial content and Security Watch.

Asia ante un Oriente Próximo sin Estados Unidos

Ambassador Corbin bids farewell to Secretary Kerry
US Secretary of State John Kerry leaves the United Arab Emirates. Photo: U.S. Department of State/flickr.

KUWAIT – Cuando se terminen de evaluar las consecuencias de la invasión de Irak liderada hace diez años por Estados Unidos, puede ser que el subsiguiente ascenso del Islam político en ese país (y en todo Oriente Próximo) parezca poca cosa en comparación con el cambio geoestratégico que en aquel momento nadie previó y que ahora está a la vista: Estados Unidos está cada vez más cerca de volverse energéticamente autosuficiente y puede hacer realidad una retirada estratégica de la región.

Es cierto que Oriente Próximo ya experimentó muchas veces la salida de alguna gran potencia, o de varias: con la desintegración del Imperio Otomano después de la Primera Guerra Mundial, con la posterior descomposición de los mandatos imperiales de Francia y Gran Bretaña después de la Segunda Guerra Mundial y, más recientemente, con la casi total desaparición de la influencia rusa tras el colapso de la Unión Soviética en 1991. En cada ocasión, la situación política de la región cambió radicalmente en poco tiempo, especialmente en lo referido a las alianzas. Si en los años venideros Estados Unidos se desentendiera de Oriente Próximo, ¿serían inevitables rupturas similares?

A pesar de lo que muchos creen (que la política de Estados Unidos hacia Oriente Próximo se basa en su alianza con Israel), lo que en realidad motivó a aquel país a establecer una presencia militar dominante en la región después de 1945 fue su dependencia de la importación de petróleo. De hecho, hasta la Guerra de los Seis Días en junio de 1967, Estados Unidos no fue un gran proveedor de pertrechos militares a Israel. El propósito de la presencia militar estadounidense era, sobre todo, mantener el statu quo del mundo árabe y, con él, el flujo de energía procedente del Golfo Pérsico, para beneficio de Estados Unidos, de sus aliados y del conjunto de la economía global.

Por supuesto, no hay que creer que porque Estados Unidos ahora está en el umbral de la autosuficiencia energética gracias a la revolución del gas de esquisto (shale), su Quinta Flota basada en Bahréin va a levar anclas de un día para el otro. Pero las razones del despliegue militar estadounidense en la región están cambiando rápidamente, y en estos casos, también suele cambiar la distribución de recursos militares (como sucedió en Europa después del final de la Guerra Fría).

Es casi seguro que este cambio se reflejará en las relaciones entre Estados Unidos y sus aliados y socios árabes. Como explicó el estadista y académico estadounidense Joseph Nye: “Durante décadas, Estados Unidos y Arabia Saudita han tenido un equilibrio de asimetrías, en el que nosotros dependíamos de ellos por ser los principales productores de petróleo, y ellos dependían de nosotros para que les proveyéramos seguridad militar total”. Nye asegura que con el veloz desarrollo de fuentes propias de energía que está experimentando Estados Unidos, esta “negociación ahora se resolverá en términos un poco mejores”, al menos según la perspectiva estadounidense.

Pero, cualquiera sea el equilibrio final, la magnitud de la retirada estadounidense de Oriente Próximo dependerá de la respuesta a dos preguntas fundamentales. La primera es ¿puede una retirada militar (aunque sea parcial) crear un vacío de seguridad pasible de ser llenado por algún rival, por ejemplo, China o Irán? Y la segunda, ¿puede una disminución de la presencia estadounidense en la región alentar el tipo de inestabilidad conducente a la creación de estados fallidos y refugios para terroristas?

La actual estrategia de seguridad del presidente Barack Obama para Afganistán, Yemen y otros países sugiere que para intentar reducir el segundo riesgo, Estados Unidos continuará con sus intervenciones encubiertas, especialmente el empleo de aeronaves no tripuladas. Pero para prevenir que algún rival de Estados Unidos obtenga demasiada influencia en la región, será necesaria una respuesta muy diferente, que demandará el respaldo de viejos aliados (como Japón) y de amigos nuevos (como la India).

La razón es clara: como China depende de la energía que importa de Oriente Próximo, es casi seguro que intentará llenar cualquier vacío de seguridad que se abra en la región. De hecho, parece que China previó hace mucho tiempo los cambios que se producirían en la estructura de seguridad regional y que ya está preparada para aprovecharlos si se le da ocasión. Su “collar de perlas” a través del Océano Índico (una serie de posibles bases navales a través de las cuales China se conectaría con Oriente Próximo y África) bastaría como apoyo para una flota de alta mar con capacidad para patrullar los corredores marítimos del Golfo Pérsico.

Pero al momento de negociar otros acuerdos con los productores de petróleo de Oriente Próximo, China se verá en situación comprometida; esto se debe al fuerte respaldo que dio a Irán, país que está trenzado en una lucha de poder con los principales estados suníes de la región, particularmente Arabia Saudita. De no mediar un completo cambio en sus relaciones con Irán, es posible que China nunca pueda forjar una alianza estratégica con las monarquías del Golfo Pérsico; e incluso entonces, tal vez nunca consiga ganarse su plena confianza, debido a la represión interna de los musulmanes de Xinjiang en China (que hace pocos años provocó una feroz disputa con el primer ministro turco Recep Tayyip Erdoğan).

Como sea, es inevitable que China busque obtener mayor influencia en Oriente Próximo, lo cual implica que países como India, Indonesia, Japón, Corea del Sur, Turquía, etcétera, también deberán adelantarse a crear una estructura regional de seguridad que proteja sus intereses nacionales. Para ello, necesitan tener claro si tienen o no medios para alcanzar sus metas de seguridad nacionales. Por ejemplo, ¿pueden proveer parte de la seguridad que durante mucho tiempo Estados Unidos ofreció a los estados árabes de la región?

Tal vez esta proyección del poder (y de las luchas de poder) de Asia a Oriente Próximo todavía parezca algo lejano. Pero hace diez años, también parecía lejana la posibilidad de que Estados Unidos se retirara de la región.

Traducción: Esteban Flamini

Copyright Project Syndicate


Yuriko Koike, ex ministra de defensa y asesora de seguridad nacional de Japón, fue presidenta del Partido Liberal Democrático de Japón y en la actualidad es miembro de la Dieta Nacional.


For additional reading on this topic please see:

Early March 2013 Update: The Iranian Situation

US Trade and Investment in the Middle East and North Africa

What Scenarios for the Euro-Mediterranean in 2030 in the Wake of the Post-Arab Spring?


For more information on issues and events that shape our world please visit the ISN’s featured editorial content and Security Watch.